Ser padre o madre es una tarea bastante complicada. Y se va haciendo todavía más difícil a medida que los hijos van creciendo. La adolescencia es una de las etapas más truculentas en la relación entre progenitores y vástagos, algo que muchos padres creen que se debe a la falta de comunicación. "Y quizá aquí reside gran parte del error porque los adolescentes están diciendo muchas cosas; el problema es que no sabemos interpretar correctamente lo que comunican con su mirada, sus expresiones faciales, su postura, sus gestos, su voz o incluso la ropa que visten", señala Susana Fuster, autora de Hijos que callan, gestos que hablan.
Este libro dedica un amplio espacio a las mentiras. Porque un adolescente suele mentir, al igual que las personas de todas las edades. "Todos mentimos. Algunos más que otros, con mayor o menor éxito, contando grandes o pequeños embustes. Y los adolescentes no son una excepción", explica la autora, que detalla algunas de las claves en las que tienen que fijarse los padres para detectar si sus hijos están tratando de engañarles.
Mirada fija
Aunque existe la creencia de que el mentiroso no mira a los ojos de su interlocutor, se trata de un mito. Es más, si el adolescente ha preparado bien su discurso, no dejará de hacerlo.
Adolescente / PIXABAY
"Si tu hijo es de los que suele hablarte sin mantener contacto visual contigo, por ejemplo, con los ojos puestos en el móvil, trata de identificar en qué momento del relato cambia su comportamiento y te presta toda la atención. Seguro que está pendiente de cómo estás reaccionando ante la historia que está fabricando", apunta Fuster. Apunta que los buenos mentirosos actúan así. "Eso sí, también puedes detectar cierto nivel de estrés o incomodidad si cambia bruscamente la dirección de la mirada cuando le formulas preguntas que le pueden resultar comprometedoras".
Microexpresiones faciales
La autora considera que la mentira "es como un guiso cocinado en una olla a presión: el vapor tiene que salir por algún lado". En este caso, puede ser a través de movimientos involuntarios de los músculos de la cara que revelan su verdadero estado anímico, por mucho que trate de ocultarlo. Un ceño fruncido cuando un adolescente dice que está contento, una boca ligeramente estirada hacia las orejas reflejando el miedo que siente o unos labios apretados que denotan tensión, pueden ayudar a interpretar la inconsistencia entre lo que dice y siente.
"Atención también a sus expresiones faciales asimétricas, al tiempo en el que surgen y al que permanecen en su cara. No es cuestión de que lleves cronómetro en mano, pero comienza a sospechar si duran más de cinco segundos", indica, aunque en algunos casos, como cuando algo pilla por sorpresa, "su permanencia en el rostro es incluso menor". "Con una simple sonrisa puede enmascarar también sus verdaderas emociones. Aunque las microexpresiones no necesariamente implican un engaño deliberado ni son un signo fiable de mentira, sí que te permiten observar emociones que escapan a su control".
Escasa gesticulación
Suele pensarse que los mentirosos no paran de moverse, pero si el adolescente no está siendo sincero y está concentrado en elaborar y contar bien su embuste, su gesticulación menguará. La explicación científica es que el sobreesfuerzo cognitivo que está realizando hace que todos los recursos se destinen a tal fin. Por ello disminuyen sus gestos ilustradores y también los movimientos de sus extremidades inferiores.
Hija y su madre / PIXABAY
Ocurre, además, que cuando el adolescente miente --al igual que la mayoría de personas-- no está cómodo reforzando con gestos lo que dice. Por eso es posible advertir cierta rigidez corporal. No obstante, siempre hay que tener en cuenta que lo primero es conocer la manera habitual en que se expresa el hijo y observar sus cambios de conducta. Si es de los que suele acompañar su discurso con el movimiento de sus manos y al narrar una historia deja de hacerlo, ahí hay un posible indicador. Si por el contrario aumenta los gestos manipuladores ante una pregunta inesperada que se le formula, no cabrá duda de que puede estar experimentando cierta incomodidad.
La voz se agudiza
Las emociones que está experimentando un hijo cuando está engañando a sus padres, y que aumentan cuanto más considere que está arriesgando, también afectan a su aparato fonador. Está comprobado que el estrés y la ansiedad influyen en la frecuencia y la vibración de las cuerdas vocales, que al tensarse provocan temblor.
Fuster comenta que "el tono se eleva ante una perturbación emocional, por eso su voz sonará más aguda de lo normal si está temeroso por si le descubres. Presta atención igualmente a si alguna palabra la dice en un volumen más bajo que el resto de su discurso, como si la susurrara. Puede que ahí encuentres una clave importante".
Frecuencia del parpadeo
La paralización corporal que acompaña al relato del mentiroso también afecta a su cadencia de parpadeo. Al estar concentrado relatando su historia y pendiente de que ésta sea creíble, su atención mental es tal que el parpadeo casi se congela. Por eso, nada más contar el engaño, su pestañeo puede aumentar significativamente.