Lonely Planet ha publicado por primera vez en español su guía de Alaska, “un destino lejano para grandes viajeros que se unen cada vez más a la reducida comunidad de científicos" que habitan el lugar, uno de los menos poblados del mundo.
Para celebrarlo han querido compartir con todo el mundo un pequeño extracto de su primer capítulo, mediante el que indican al viajero algunos aspectos curiosos de este estado perteneciente a los Estados Unidos. Los expertos que han elaborado la guía detallan algunas de las experiencias que nadie debería perderse al visitar Alaska.
Denali / PIXABAY
- Denali y su parque nacional: Los indígenas atabascanos lo bautizaron como El Grande y pocos de los que han visto esta mole de hielo y granito de 6.168 metros están en desacuerdo. Visto desde el parque nacional epónimo, Denali domina un increíble paisaje de campos de tundra y riscos policromáticos. La montaña provoca verdadero asombro, sensación que los escaladores conocen bien. No en vano Denali atrae a más de mil alpinistas cada verano. Mucho más famoso es el parque nacional que lo rodea, una extensión de naturaleza de 24.280 kilómetros cuadrados llena de vida salvaje y accesible en autobús.
- Senderismo en el Chilkoot Trail: Fueron en busca de oro, pero al final el propio viaje fue el oro. Los fantasmas de la fiebre del oro de Klondike de 1897-1898 siguen cerniéndose en el legendario Chilkoot Trail, un sendero de 53 kilómetros rodeado de frondosos paisajes que se extiende desde Dyea, cerca de Skagway, al lago Bennett, en Canadá. Es recomendable plantar la tienda de campaña en el Sheep Camp, subir las llamadas ‘escaleras doradas’ y realizar un espectacular viaje de regreso en tren a Skagway reviviendo una de las mejores aventuras fronterizas jamás contadas.
- Observación de osos en el Brooks Camp: En ningún lugar del mundo abundan tanto los osos, bien alimentados y felices, como en el Parque Nacional y Reserva de Katmai. Allí, supervisado por los servicios del parque, florece un impoluto y protegido ecosistema. Para ver a estos maravillosos animales cazando salmones en pleno desove en las turbulentas cataratas Brooks se puede alquilar un hidroavión en julio y dirigirse al Brooks Camp.
- Icebergs en la Bahía de los Glaciares: Los pasajeros ya habrán visto leones marinos, frailecillos corniculados e incluso una manada de orcas cuando los icebergs --de todas las formas y tonos de azul-- aparezcan en el Parque Nacional y Reserva de la Bahía de los Glaciares. Para la hora de comer, los barcos alcanzan el glaciar Margerie y los siguientes 30 minutos los viajeros pueden ver y escuchar enormes pedazos de hielo desprendiéndose del glaciar en un espectáculo visual y sonoro impresionante.
Pareja de osos en Alaska / PIXABAY
- Navegar en el ferri de Alaska a las islas Aleutianas: No hay otra experiencia igual, tres noches en un ferri que llega a las comunidades remotas de Alaska a lo largo de la cordillera Aleutiana. Pescadores con aparejos, turistas con grandes objetivos para fotografiar aves e incluso familias que regresan del médico en Homer, todos habrán intercambiado saludos antes de desembarcar en Unalaska. En el puerto, los lugareños se amontonan en la cubierta para hacerse con hamburguesas; puede que la cafetería del barco sea el único restaurante local.
- Kayak en el Parque Nacional de los Fiordos de Kenai: Mientras el viajero rema, tal vez escuche el estruendo de los glaciares desplomándose, el chapoteo de los leones marinos en un descanso o la cacofonía de una colonia de gaviotas. Cerca del glaciar Peterson las focas suben y bajan del hielo y a menudo emergen las ballenas en la entrada de la bahía Resurrección. Ver este rico ecosistema marino es sólo uno de los premios de flotar en un kayak por las aguas de los fiordos de Kenai.
- Dalton Highway: No hay nada como abrocharse el cinturón, poner algo de Bruce Springsteen en el equipo de música y prepararse para el viaje de toda una vida. Los 800 kilómetros que recorre la Dalton Highway desde Fairbanks al océano Ártico no serán los más tranquilos, pero sí los más legendarios. La carencia de asfalto de esta carretera resulta compensada con una serie de ecosistemas surrealistas, desde los bosques boreales del interior hasta la sombría tundra de North Slope.
Dalton Highway en Alaska / BUREAU OF LAND MANAGEMENT - FLICKR
- Contemplar la aurora boreal: No hay mejor espectáculo natural que este surrealista fenómeno producido por la energía solar. Y aunque una buena foto con brillo puede hacer justicia a los colores de la aurora, no llega a captar la magia del espectáculo en directo. A partir de finales de agosto, Fairbanks es la indiscutible capital con doscientas apariciones al año. Algunos lugareños aseguran que si se silba cuando la aurora es visible se puede influir en sus movimientos.
- Isla de Kodiak: Kodiak es tierra de osos pardos y pesca de cangrejos, donde las montañas protegen bahías en forma de media luna y la gente de la epónima localidad principal sonríe a diario. Raramente visitada por los grandes cruceros, la segunda isla más grande de Estados Unidos es de lo más auténtico de Alaska. No hay que perderse la observación de osos ni las oportunidades de pescar, ni otras atracciones menos anunciadas como las baterías militares de la II Guerra Mundial, las iglesias rusas con cúpulas de bulbo y las excursiones por la cúspide de una naturaleza etérea.
- Descubrir la cultura autóctona: Aunque Anchorage es la ciudad de nativos más grande y las influencias occidentales se ven en todas partes, la esencia de la cultura tradicional reside todavía en los asentamientos por todo el estado. La mayoría son accesibles en avioneta, pero la mejor manera de introducirse en la cultura es visitar un centro cultural urbano gestionado por nativos de Alaska. En la vanguardia del reciente renacimiento de la cultura nativa de Alaska está el Sealaska Heritage, en Juneau, con su colección de máscaras ceremoniales.