Lo llaman el Saturno caliente, pero su auténtico nombre es WASP-96b y se encuentra a 980 años luz de nuestro planeta. Su estudio supone un gran paso en el descubrimiento de los astros y cuerpos celestes que habitan más allá del Sistema Solar. Un primer contacto que ha revelado la extraña composición de esta enorme esfera de gas candente, que supera con creces los 1.300 grados kelvin, es decir, posee una temperatura que ronda los 1.000 grados centígrados. Sin embargo, la cosa no acaba ahí.
El primer planeta descubierto sin nubes
Gracias al Gran Telescopio Europeo de 8,2 metros que hay Chile, el equipo de científicos liderado por Nikolay Nikolov ha estudiado a fondo la atmósfera de WASP-96b, que ha dejado para la posteridad un hito en el mundo de la astronomía. Este planeta gigante, cuyo tamaño supera al de Júpiter en un 20%, posee una atmósfera libre de nubes. Un hecho excepcional, que es consecuencia directa de la alta concentración de sodio que hay a su alrededor. Esta sustancia provoca también la producción de espectros de apariencia similar a una tienda de campaña.
Reconstrucción de un planeta / CREATIVE COMMONS
"Hemos estado observando más de veinte espectros de tránsito de exoplanetas. WASP-96b es el único que parece estar completamente libre de nubes y que muestra una firma de sodio tan clara, convirtiendo al planeta en un punto de referencia para la caracterización", explica Nikolay Nikolov. Una naturaleza que choca de frente con el resto de planetas, donde el sodio aparece como un pico muy estrecho o casi ausente.
Gracias al sodio
Este descubrimiento permitirá a las generaciones venideras conocer a la perfección la composición de las nubes, gracias a una amplia gama de atmósferas. Esta va desde las más nubosas, hasta aquellas con un cielo despejado permanente como WASP-96b.
"WASP-96b también nos proporcionará una oportunidad única para determinar la abundancia de otras moléculas, como el agua, el monóxido de carbono y el dióxido de carbono con futuras observaciones", agrega el coautor Ernst de Mooij. El sodio es el séptimo elemento más común del universo y juega un papel muy importante en la Tierra, aportando al agua del mar su sabor salado o mejorando el metabolismo y la actividad cardíaca de los animales.