De Murcia al mundo: El Borde, el vino que seduce a los exploradores
Bullas, una pequeña zona en la Región, produce un caldo con uva Monastrell que causa sensación entre los curiosos de los confines del mundo
29 noviembre, 2020 00:00Y de fondo Narciso Yepes y El concierto de Aranjuez;
«Se ha alcanzado un consenso en la comarca acerca de que el vino y el viñedo son un medio para el progreso económico y social»; «Estos 25 años de la D. O. Bullas han supuesto el renacer de los vinos ilustrados en el noroeste murciano», «Fenómenos como la globalización, la postmodernidad o la crisis económica han supuesto un nuevo reto generacional. Frente a la homogenidad o la precariedad, hay un movimiento social que apuesta por la diversidad, la calidad de vida o la construcción de la propia identidad. El vino es un producto cultural y por ello no permanece ajeno a estas sinergias»; "Es sin duda el momento para el pluralismo y la diversidad que aportan las pequeñas comarcas vitícolas como la D. O. Bullas».
Son frases que leemos en una entrevista que brindó el antropólogo y viticultor Juan Pedro García Martínez, y efectivamente son la base ideológica que permiten un vino como El Borde. En medio de los atascos de la pandemia y con los desplazamientos embargados tuvimos que conformarnos con una conversación telefónica con Paco Puertas, que lleva 20 años al frente de la empresa cooperativa Bodegas del Rosario de Bullas. Nos pusimos en antecedentes de inmediato y le dijimos que habíamos oído hablar de El Borde a Amaya Cervera de Spanish Wine Lover. También en Valencia, cuando nos acercamos a la Font de la Figuera a por Escribanos nos hablaron de Bullas.
Nuevo proyecto
Levante está unido a la Monastrell y andábamos en busca de su singularidad. Bullas nos sonaba ya por otra marca de la misma bodega con la que nos habíamos tropezado hace algún tiempo en la que la Monastrell brilla ya con gran expresividad. Y al saber de ese nuevo proyecto quisimos acercarnos. Se trata de una colaboración entre la bodega y el Master of Wine Norrel Robertson.
Museo del Vino de Bullas en Murcia / VINO VIDA VICIO
Paco Puertas atiende el negocio desde su trinchera, a sabiendas que su mercado es el mundo, con lo que ello significa en cuanto a reto; y a su vez es una oportunidad, porque como apunta el entusiasta Juan Pedro García, la globalización abrió las ventanas a la curiosidad y al descubrimiento de singularidades geográficas.
Abundancia de agua
La comarca del noroeste de Murcia, con Bullas, Moratalla, Caravaca de la Cruz, Calasparra, Lorca, Ceheguín, Mula, Pliego, Ricote, Cieza y Totana (como pueblos que constituyen la Denominación de Origen), dibuja un extremo geográfico de altura. Es una zona de montaña, plagada de ríos y con pluviometrías medias de 400 litros anuales. Nada que ver con estereotipos áridos del imaginario popular vinculados a ese rincón del mapa peninsular. Y a su vez, el vínculo socio-cultural con la costa y sus devenires histórico-comerciales es evidente por los escasos quilómetros que la separan del mar y las capitales.
La región de Bullas fue vinícola desde antaño, y más allá de las vicisitudes y circunstancias y vaivenes del comercio que pudieran influir en otras regiones menos tradicionales. Los avatares de la Filoxera influyeron en menor medida en esa zona que en otros sitios, donde la oportunidad comercial impulsó negocios que luego se fueron a pique sin dejar asentamiento. En Bullas el vino siempre tuvo reconocimiento y los vestigios de las distintas civilizaciones lo atestiguan. Es la importancia de la geografía. Esa altitud de montañas que ascienden casi a 2000 metros, y que cobijan valles en altiplano, son la base de la frescura del vino.
Inicios difíciles
Antaño, cuando el comercio era internacional pero granelista, y los vinos hispanos se usaban en el mundo y en Francia para fortalecer los propios, el indicador de procedencia era el puerto de partida, ya fuere Cartagena, Alicante o Valencia. Y el productor tenía que asumir ese mercado como el único, prácticamente, y en él acomodarse diluido. La historia de esos mercados dio lugar a mediaciones e intermediciones groseras que invisibilizaban la calidad específica de los vinos de Bullas otrora reconocidos.
Nos gusta especialmente esta adjetivación de “vinos ilustrados” a la que García Martínez hace referencia, porque es lo que el mundo nos pide inequívocamente, pero una pequeña región como Bullas lo supo ver ya en su momento, cuando el boom del comercio de principios del XX, en un momento en el que era necesario clasificar para poner en valor esa frescura que allí se atesora a costa de rendimientos más acotados.
Líder regional
La cooperativa del Rosario, con dos millones de kilos de uva y con un alto porcentaje de Monastrell, es el buque insignia de la Denominación de Origen. Tiene una historia centenaria que fue cosiéndose a golpe de empeño y a pesar de las interrupciones políticas y sociales. Y representa la continuidad del conocimiento y el mantenimiento del campo. Su afianzamiento en los años 50 del siglo XX y los paulatinos esfuerzos de modernización la llevaron a erigirse en marca de embotellados en los 70 y a la actual posición exportadora a partir del 2000.
Cuando hoy nos tropezamos con un vino como El Borde aplaudimos esta continuidad de la viticultura en un paraje de enorme belleza pero de climatología exigente, que los campesinos que nos precedieron supieron estimar y nunca abandonaron. Esas plantas del Llano del Sastre en el Valle de la Venta del Pino concentran la Monastrell en su mejor expresión. Da la impresión de su versión arquetípica.
Todo encaja
Aromáticamente y con el primer sorbo, le entran a un@ ganas de sonreir, porque es como si diéramos con la pieza precisa del puzle. La selección de viñedos nos acerca a esa posibilidad de los vinos auténticos y esenciales que sólo la geografía específica nos puede acercar. Lo sabe Juan Pedro García, evidentemente, y lo ideologiza y lo transmite y lo difunde, como lo intentaron los viejos bullenses de antaño; y como lo sabe Norrel, ese winemaker que está trotando por España en busca de tesoros como El Borde.
Pero ¿cual es la impresión que invade a quien se acerca a El Borde? ¿Hay esa fruta madura y mediterránea tan de Monastrell? Sí. Crujiente. Y, aromáticamente, ¿es fresco? En ese sentido destaca sobremanera.... Aunque en el fondo preferimos que sea el errante explorador quien bucee y descubra sus propios mensajes: el embalaje contiene topografías frágiles que requieren de afectos.
Para exploradores
Porque los balsámicos y la pimienta son un baño de bosque mediterráneo que invitan a indagar entre frescuras de amable rusticidad, y nos preguntamos si esas virtudes (“ilustradas”) que alumbra durante décadas fueron tapadas por ese mercado granelista, y si quizá nos estuvimos perdiendo tesoros imperdonables... el perfil aromático ya nos avanza una parte del equilibrio del vino: cuando se hace líquido en la boca resulta maduro y fresco a partes iguales, sin espacio para la decepción (como gusta a José Peñín, puntuamos desde 100, y luego le ponemos peros --que en el caso de El Borde sobran). Y ante tal experiencia feliz imaginamos múltiples maridajes, especialmente frugales: el vino tiene la capacidad para dialogar con el plato más potente, y a su vez la delicadeza para acomodarse ante sutilezas y finuras gastronómicas por imaginar.
Paco Puertas lanza una pequeña queja taimada, por si acaso. “Se nos reconoce más a 5.000 kilómetros que en las provinicias vecinas”, y es así. España es un país productor, y venimos de una historia de consumo en la que cada cual tuvo sus abastos de proximidad. ¡Son los curiosos de los confines del mundo los que nos descubren! Bullas es una pequeña región que tiene argumentos para brillar en el mundo global.
P.D. Hay en el apelativo de El Borde una alusión al extremo territorial de esa región que lo fue de repoblaciones históricas, y esa cota cartográfica de altura (800 m) del viñedo que se funde con el bosque. El ecólogo Ramon Margalef, pionero en ideas de ecología y muy dado a la reflexión, introdujo la positividad del concepto de margen, porque sustentó científicamente la diversidad que se encuentra en los márgenes y bordes como riqueza. Hoy nos parece evidente que la polinización y la riqueza natural que se acumula libremente en los confines de lo cultivado es un tesoro que las plantas viejas y adaptadas recogen y entregan en síntesis a través del vino. La Monastrell de El Borde es un ejemplo que hemoz tenido el gusto de probar y que nos ha motivado para ir a conocer sus parajes y sus gentes.
Vino: El Borde
Precio (en tienda): 16 €
Taula de Vi Sant Benet: Oriol Pérez de Tudela y Marc Lecha López-Amor