Se conoce como stalkerware el software para monitorizar o controlar el móvil de otra persona. Eso sí, el acosador necesita manipular el dispositivo de su víctima para instalar dichos programas y poder acceder al contenido que hay en el terminal.
Este tipo de programas se conocen como apps espía y su uso es cada vez más frecuente. Según una investigación realizada por la empresa de ciberseguridad Eset, la descarga de estas aplicaciones aumentó un 48% en 2020 con respecto al 2019. Hay que estar alerta y denunciar cualquier sospecha de intromisión.
Al alcance de todos
El peligro aumenta porque estas herramientas están disponibles en tiendas de aplicaciones como App Store y Google Play, es decir, al alcance de todos. Se camuflan como programas de control parental, y permiten a cualquiera monitorizar el teléfono de otra persona. Así, ya no es necesario ser un hacker o un experto en tecnología para acceder a los archivos de otro dispositivo; basta con tener acceso a este e instalar una aplicación.
Jaume Abella, coordinador del máster en Ciberseguridad de La Salle-URL, explica que estas son “aplicaciones como cualquier otra”, que deben instalarse en el dispositivo para poder funcionar, pero con la “peculiaridad de que envían” los datos “a otra persona”. El experto aclara que “para que alguien pueda monitorizar un dispositivo ajeno tiene que haber instalado una aplicación previamente en este”.
El disfraz de las aplicaciones espía
Es decir, por lo general, se necesita tener acceso físico al dispositivo para poder conseguir los datos que hay en él. “La dificultad de que alguien acceda a nuestros datos sin haberse instalado una aplicación es elevada; no es fácil, porque son necesarias herramientas más avanzadas”, admite Abella.
Los proveedores de estas aplicaciones suelen catalogarlas como herramientas de control parental. Sin embargo, la palabra espía también aparece en muchos de estos sitios web. Incluso, algunas apelan directamente a parejas celosas o empresarios desconfiados. Por una mensualidad, estos programas informáticos ofrecen información al cliente de casi cada movimiento que se realiza desde el dispositivo en el que se ha instalado el software.
Cualquiera puede espiar
Así, estos instrumentos ofrecen la posibilidad de “leer mensajes de Facebook, Whatsapp o correos electrónicos; acceder a fotos u otros archivos; instalar aplicaciones; conocer la ubicación de la otra persona; activar la cámara o el micrófono; incluso interceptar llamadas entrantes. En definitiva, realizar cualquier función que se haya permitido antes”, explica Carles Garrigues, ingeniero informático y director del máster en Desarrollo de Aplicaciones para Dispositivos Móviles de la UOC.
Los nuevos espías no necesitan tener conocimientos tecnológicos avanzados. Garrigues afirma que “el peligro” está en que alguien pueda instalar una aplicación de este tipo en el teléfono “y acepte todos los permisos”, ya que basta con una búsqueda en la tienda de aplicaciones para encontrar diferentes herramientas que permiten husmear en teléfonos ajenos. Algunos acosadores llegan a regalar a su víctima un móvil previamente configurado, de manera que tienen la oportunidad de instalar la aplicación espía o sencillamente asociar el dispositivo a sus cuentas de correo. Respecto a estos casos, Garrigues advierte: “Hay que desconfiar si el teléfono que nos regalan viene ya instalado y configurado”.
Primeros síntomas
Unos de los principales peligros de estas aplicaciones es que cuentan con la ventaja de poder camuflarse en el teléfono, ya que están diseñadas para ser todo lo discretas posible. De este modo, “si la aplicación consigue ejecutarse de una manera que no sea visible por el usuario, será difícil identificarla en el dispositivo”, explica Garrigues.
Sin embargo, existen algunos síntomas que pueden advertir de que esto está sucediendo. Para percibirlos, es recomendable estudiar la actividad del dispositivo. Por ejemplo, puede ser una alerta que el “móvil consuma muchos datos y mucha batería”, coinciden en destacar ambos expertos. Las sesiones abiertas pueden ser otra pista clave a la que hay que prestar atención.
Comprobar los dispositivos conectados
Servicios como Whatsapp, Google y iCloud permiten consultar el registro de dispositivos que están accediendo a ellos. Conviene revisarlos de vez en cuando para reconocer todos los equipos que aparecen activos y cerrar las sesiones sin utilizar.
Para ello, solo es necesario ir a los ajustes de la aplicación. En Whatsapp, por ejemplo, hay que acceder a Configuración y, luego, a Whatsapp Web/Escritorio, donde es posible comprobar cuántos dispositivos hay en la lista y que, por lo tanto, están accediendo a este sitio web.
Cómo prevenir
“El primer paso es no dejar el teléfono sin supervisión”, “hay que tener cuidado a quien dejamos el móvil y permitimos desbloquearlo”, coinciden ambos expertos. Jaume Abella advierte de que no hay que dar la contraseña “a nadie”, porque, de lo contrario, se corre “el riesgo de que otra persona pueda acceder” a la información privada.
Por otro lado, un antivirus podría ayudar a detectar y bloquear algunas de estas aplicaciones, pero existe la posibilidad de que estas puedan sortear los programas de seguridad. Aun así, los especialistas admiten que la clave está en el establecimiento y buena gestión de las contraseñas.
El primer paso es denunciar
Si el usuario detecta que es víctima de espionaje, debe tomar medidas judiciales: “El primer paso es denunciar y a partir de ahí seguir los trámites legales que nos indiquen”, explica Garrigues, quien recuerda que en este proceso se van “a pedir pruebas e indicios; por eso, es importante no borrar nada”, ya que podría dificultar el juicio.
“El principal problema es demostrar que esto está pasando y averiguar qué han hecho con nuestros datos. Lo ideal es que intervenga un perito informático que analice el móvil y determine qué pruebas se pueden extraer, qué aplicaciones se están ejecutando o qué datos se están extrayendo, para poder presentarlo como prueba delante de un juez”, comenta también Jaume Abella.
¿Son legales estas aplicaciones?
Aunque existen aplicaciones con este fin, interferir en las comunicaciones de otra persona sin su consentimiento es delito en España. Las apps que lo permiten se disfrazan de control parental y así encubren el objetivo real, vulnerar la intimidad del otro.
En definitiva, espiar el teléfono de otra persona es ilegal y se castiga con penas de prisión de uno a cuatro años, siendo, por el momento, el usuario que emplea la herramienta el único responsable ante la ley.