El ritmo de la música influye en el gasto que hacemos en los restaurantes. Así lo afirma un estudio realizado por las profesoras Clare Caldwell y Sally A. Hibbert de la Universidad de Strathclyde en Escocia, a partir de 62 clientes que acudieron a un restaurante italiano de Glasgow en el turno de cena, durante varias semanas. Todos los participantes escucharon piezas de jazz interpretadas por Ella Fitzgerald, pero mientras 30 de ellos escucharon canciones a 72 pulsaciones por minuto, los otros 32 estuvieron expuestos a piezas más rápidas, a 94 pulsaciones por minuto.
El estudio de Caldwell y Hibbert logró confirmar sus tres principales premisas. Primero: la música lenta consigue que nos quedemos un rato más. De hecho, los que oyeron canciones más suaves alargaron su estancia una media de 13,56 minutos más que los que escucharon las piezas más rápidas.
El tiempo se dilata
Segundo: el tiempo se dilata si la música es suave. En promedio, los clientes del primer grupo creyeron haber pasado menos tiempo en el local del que realmente pasaron, y los del segundo, al contrario.
Tercero, y fundamental: la música lenta invita a gastar más. Mientras los del segundo grupo se dejaron una media de 22,14 libras en el restaurante (16,14 en comida y 6,04 en bebida), los del primero desembolsaron una media de 27,33 libras (18,14 en comida y 9,12 en bebida). Es decir, esa diferencia de 22 pulsaciones por minuto en el tempo de las canciones se tradujo en un gasto cinco libras mayor.
Cambiar de música
Las conclusiones de este estudio animan a que los restauradores presten atención a la música que va a oírse en sus locales, ya que parece afectar tanto a la disponibilidad de sus mesas como a lo ingresado en caja, si bien la generalización de los datos queda reducida por ser una investigación realizada en un único restaurante y con mesas de sólo dos comensales.
En cualquier caso, dado que el ritmo de la música parece determinar el tiempo de permanencia, los restauradores pueden usar los ritmos lentos para “retener” al cliente en los momentos de relax (cenas, fines de semana…), consiguiendo que gaste más, y usar los ritmos rápidos para aumentar la rotación en las mesas en horas punta.
¿Con quién comes?
Como clientes, debemos aprender que la música lenta nos puede hacer pasar más tiempo del previsto en un local, y realizar más gastos extras (sobre todo pedir más bebida y postre, según el estudio), lo que puede no convenir a nuestra agenda, bolsillo y/o estómago.
Pero ya puestos a aceptar el juego de la manipulación sensorial, no olvidemos que tenemos la posibilidad de elegir los restaurantes con una u otra música, en hora más o menos punta, en función de si queremos que nuestra comida junto a una determinada persona dure menos o dure más.