Existen muchas formas de practicar el activismo. Puede hacerse desde la confrontación, desde las tribunas, predicando con el ejemplo o utilizando el arte como vehículo de expresión. Marta Fábregas batalla por la igualdad de manera serena, haciendo de su obra un catalizador para la transformación social.
Fotógrafa, artista, activista feminista, su vocación tiene mucho que ver con su padre, un economista con una faceta muy artística al que le gustaba la fotografía. “Recuerdo de pequeñita dejar abierta la puerta de mi habitación para ver la luz roja del laboratorio”, cuenta a Mujeres en Crónica. Ahí, dice, se le debió inocular su amor por la fotografía.
Tras formarse en el Institut d'Estudis Fotogràfics de Catalunya, trabajó durante unos años como ayudante de Ferran Freixa. En 1998 fundó junto a su marido Marc Vidal La Fotográfica, un estudio centrado en la fotografía comercial, pues la fotografía artística no da para vivir. Al menos eso pensaba. Todo eso cambió tras una crisis personal que sufrió al cumplir los 40. “Marc consiguió una plaza en el Museo Nacional como fotógrafo y, de repente, me encontré sola con dos hijos adolescentes que ya no te necesitan para nada”. Malditas crisis, y bienvenidas sean porque, a veces, son esos periodos de cuestionamiento e incertidumbre los que nos empujan a cambiar.
Marta Fábregas, fotógrafa, artista y activista
- Fue esa catarsis lo que le hizo reconectar con su vertiente artística
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Siempre digo que a mí lo que me llegó de la fotografía era la vertiente artística. Recuerdo mi habitación forrada de fotografías, no solo de las que había hecho yo, sino de periódicos, de revistas y dominicales. Después me di cuenta que eran fotografías icónicas, pero en aquel momento me dejaba llevar simplemente por la intuición.
Aquel momento de crisis total me hizo preguntarme: ¿qué narices estoy haciendo aquí? Todo se tambaleaba. Y lo que me salvó fue entender que tenía que hacer algo que me gustara, que me llenara y divirtiera, que fuera algo para mí.
- Y lo encontró en el arte
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Durante todos estos años había hecho algún proyecto artístico, pero a cuatro manos, poca cosa. En esa etapa de soledad empecé a experimentar con las cosas que me gustan, la fotografía antigua, la manipulación, transformar, todo aquello que tiene que ver con el trabajo manual. Y ahí empecé prueba-error, prueba-error, todo el tema del transfer, una técnica que había usado pero que no había desarrollado. De todo ese proceso totalmente intuitivo salieron tres o cuatro piezas bastante grandes. Se las mostré a un amigo mío galerista para que me diera su opinión. Le encantaron. Se llevó un par a una feria para testear y ya no volvieron, se vendieron. Luego fueron dos más, y otras dos, hasta que me planteó hacer una exposición.
En ese mismo periodo entré también en la junta de la Xarxa de Dones Empresàries i Emprenedores de Sant Cugat, un poco para reencontrarme y recuperar mi identidad. Fue como una especie de bola de nieve en la que, de repente, todo empieza a confluir, el tema de la mujer, de la fuerza del empoderamiento.
- Empezó a vislumbrar el modo de cohesionar todas sus facetas como fotógrafa, artista y activista
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Eso es. Siempre digo que esta capacidad de tejer redes entre mujeres nos da mucha fuerza, porque vemos que no estamos solas, que el proceso que estás viviendo lo están viviendo también otras mujeres, con más o menos edad, cada una a su ritmo, pero que no eres un bicho raro.
Todo esto me ayudó a contemplar la idea de dedicarme a esto. Entonces, ahí, en este activismo, empecé a hacer acciones murales en la calle, a lo grande, más reivindicativas para salir del circuito de las galerías, e invité a Cristina Sampere, de la Fundación Setba, a participar. Ya nos conocíamos, habíamos hecho alguna cosa juntas, y le encantó la acción. Me propuso hacer algo con mujeres que han sufrido violencia de género, y me habló de un proyecto, De l’ombra a la llum, que hacían con un terapeuta. Me planteó acabar con una acción en la calle. Llenamos todo el casco antiguo de Barcelona con 15 murales gigantes con fotos de ellas y funcionó muy bien. Después, Cristina me volvió a contactar tras recibir un encargo de Justicia para desarrollar algún proyecto fotográfico con reclusas. Ahí nació Traspasando el objetivo. Nos liamos la manta a la cabeza y desde la primera edición fue un éxito.
- El eje central de su obra son las mujeres: Colonizadas, Rebeldes, Inmaculadas, Perfectas Imperfectas. ¿Qué mensajes transmiten sus trabajos?
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Uno de los ejes principales sería la identidad. Siento que las mujeres que somos hoy somos la suma de todas las que nos han precedido, y que nosotras somos las que sentamos las bases de las que vendrán. Creo además que no hemos homenajeado suficientemente a las que nos han precedido y que, en ocasiones, han sido ignoradas y menospreciadas por la sociedad. Por eso, para mí, hablar de los orígenes, de los ancestros, de estas mujeres sabias, es un valor importante para construir nuestra identidad actual.
Otro de los temas esenciales tiene que ver con conceptos más universales de la mujer, pero siempre desde una perspectiva estética. Tú ves una obra mía y puede parecerte solo una imagen bonita de una mujer en bañador. Y, sí, también estoy hablando de belleza, pero siempre intento que detrás haya un mensaje: Belleza, sí, pero sin buscar la perfección, porque la imperfección es lo que nos libera, es lo que nos hace libres. Mi trabajo tiene diferentes capas, te puedes quedar en lo superficial, en lo estético, pero si ahondas en las diferentes capas, verás también el mensaje.
Una de las obras de su proyecto 'Colonizadas'
- Una forma sutil de empoderamiento social femenino
- Creo que hay un feminismo a veces muy extremo, en cierto modo violento, que no ayuda. Creo, incluso, que es una forma de actuar muy masculina, y que la mujer tiene que encontrar la forma de hacer la revolución desde otro lugar, no copiando estereotipos que no conducen a nada. También pienso que, en ocasiones, las mujeres nos hemos creído, hemos comprado discursos que vienen del machismo, del patriarcado, y en ese sentido tenemos mucho trabajo por hacer para desprendernos de esas capas.
- ¿Como todo lo referente a nuestro aspecto estético?
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En el aspecto estético, en pensar que podamos hacerlo todo… Sí, lo podemos hacer, pero físicamente no somos tan fuertes como los hombres, tenemos otras cualidades. Con esto no quiero decir que las mujeres no podamos ser transportistas, pero a lo mejor físicamente estamos preparadas para hacer otro tipo de trabajo que ellos no pueden hacer. Entonces, buscar ahí la igualdad cuando no somos iguales en según qué aspectos nos puede perjudicar.
Y, después, yo siempre digo que el hecho de que las mujeres sean o se vuelvan feministas es relativamente fácil. Para mí, la gran quimera, el principal objetivo es que los hombres sean feministas. Ahí es donde está el trabajo. Porque yo creo en un feminismo que habla de igualdad de hombres y mujeres, igualdad en todos los aspectos, laborales, sociales... Por tanto, no tiene sentido excluirlos de esta revolución. Son ellos los que tienen que estar con nosotras, porque si no es así, ¿qué estamos haciendo? Por eso defiendo un feminismo inclusivo de hombres y mujeres, que ellos mismos vean que es necesario que las mujeres ocupemos puestos de decisión, de poder. Para mí, eso es un buen feminismo.
- ¿Cómo lograrlo?
- Es complicado, pero no imposible. Creo que hace falta mucho diálogo, mucha pedagogía y paciencia. También pasa por trabajar desde el silencio, porque está muy bien ser feminista, pero después plancharle las camisas a tu hijo, a tu marido… El feminismo, la igualdad, tiene que estar presente en casa.
- ¿Está trabajando en algún proyecto nuevo?
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El 27 de noviembre inauguro Tejiendo horizontes en la Galería Anquins de Reus. Por otro lado, el año pasado hice un posgrado en fotografía visual y terapéutica de la imagen en la Universidad de Barcelona con el Instituto 8, un centro especializado en terapia a través de la imagen. De hecho, es justo lo que ya estábamos haciendo con Setba en centros penitenciarios, solo que aquí se trabaja desde una metodología sustentada en el estudio, en lo teórico. Este aspecto más terapéutico, de autoconocimiento, de crecimiento personal a través de la imagen, me abrió todo un mundo de posibilidades.
Mi trabajo de posgrado fue con un grupo de mujeres con las que había realizado un proyecto en Sant Cugat dentro del Manifesta 15. Un mural enorme de baldosas inspirado en las nuevas oportunidades con mujeres migrantes. A partir de ahí, me gustaría poderme posicionar más en lo que se conoce como fotografía participativa o fotografía terapéutica. Trabajar con la fotografía, pero no tanto desde el plano creativo, sino desde lo introspectivo.
- Desde luego está convencida de que el arte puede ser transformador
- El fotógrafo francés Jean René (JR) decía que el arte en sí mismo quizás no te puede transformar, pero lo que sí puede hacer es mostrarte una forma diferente de ver las cosas. Y si te está mostrando una forma diferente de ver las cosas, en el fondo, ya te está transformando. Es decir, posiblemente no vamos a cambiar el mundo, pero sí lo veremos de manera diferente. Y si todos hacemos eso, al final podrá ser una realidad.
