El maestro del movimiento realista español no necesita de artificios para ocupar, desde hace ya varias décadas, un puesto de honor en el mundo del arte. Tampoco los necesita su obra. El universo pictórico de Antonio López (Tomelloso, Ciudad Real, 1936) se nutre de fragmentos de lo cotidiano. Un lavabo, una estantería o una vieja nevera son para él preciados objetos dignos de ser inmortalizados. Encuentra la belleza en todo aquello que le rodea, que le ayuda a relacionarse con la vida, ahí donde la mayoría de los mortales ni siquiera somos capaces de intuirla. Son los interiores domésticos, los paisajes que habita y todo aquello que conforma su realidad más cercana lo que le inspira y nunca deja de pintar. De hecho, este caluroso verano se le pudo ver, a sus 87 años, en la Puerta del Sol trabajando en un cuadro que inició hace ya más de una década. “Una obra nunca se acaba, sino que llega al límite de sus propias posibilidades”, sostiene el propio artista.
La poesía de lo cotidiano
Motivos persistentes sobre los que lleva reflexionando toda su carrera. Con su inconfundible destreza y un extraordinario dominio de la luz y del espacio, Antonio López atrapa la realidad efímera que le rodea en el momento justo en el que la luz y los objetos alcanzan su máxima belleza. Algo así como el “instante decisivo” que promulgaba el fotógrafo francés Cartier-Bresson, pero mucho más meditado. Conseguirlo requiere de maestría y muchas horas de trabajo. Oficio, paciencia, luz y tiempo componen sus exquisitas poesías visuales de lo cotidiano. Aunque para él, apuntan los organizadores, la realidad no es más que un punto de partida en el que el proceso pictórico es tan importante como la obra terminada. “Mis cuadros son una experiencia personal, no un documento. Trabajo con una clave interpretativa que exige mucho tiempo, donde no cabe lo móvil. Es una ley imprescindible para mí. El resultado es una realidad que carga al cuadro con algo que tal vez deseo”, afirma López.
Maestro de las panorámicas urbanas
La ciudad de Madrid ha sido, desde sus inicios, uno de esos temas recurrentes. Sus lienzos de la Gran Vía ocupan un lugar entrañable en la cultura identitaria de los madrileños. Pero el manchego también se ha dejado seducir por las panorámicas urbanas de Bilbao, Sevilla o Barcelona, donde precisamente el año pasado comenzó a trabajar en su primer cuadro de la Ciudad Condal desde el privilegiado enclave de la montaña de Montjuïc.
Toda una vida entre cuadros
La Pedrera, otro lugar excepcional de la capital catalana, acogerá, hasta el 14 de enero de 2024, Antonio López, una de las citas culturales imprescindibles de la temporada. La muestra abarca toda su trayectoria, desde sus primeros trabajos de los años 50, cuando aún experimentaba con distintos lenguajes plásticos en busca del suyo propio; la década de los 60, en la que pinta su primer paisaje de Madrid y consolida su vocación por la realidad sin artificios; el predominio de las flores y los motivos vegetales en sus pinturas al óleo de los 80, siendo ya un artista consagrado o los fructíferos 90, periodo en que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía celebra su primera gran retrospectiva y el cineasta Víctor Erice recoge el proceso creativo del artista en la película El sol del membrillo, Premio Especial del Jurado del Festival de Cannes de 1992.
Y es que desde que comenzó su andadura profesional, el maestro del realismo no ha dejado de trabajar. Para los responsables, la exposición que se presenta ahora en Barcelona “permite trazar un recorrido por la trayectoria artística de Antonio López a lo largo de siete décadas de trabajo, desde las primeras obras de juventud, de los años 50, hasta su producción más reciente”. Para ello, la Fundació Catalunya La Pedrera, en colaboración con el Drents Museum Assen de Países Bajos, ha reunido una selección de unas 80 obras, entre pinturas, esculturas y dibujos, procedentes de varias instituciones como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid; la Fundació Sorigué, de Lleida; el Kunsthalle de Hamburgo o el Museum of Modern Art de Nueva York.
Tras el paso de Jaume Plensa y ahora de Antonio López, Miquel Barceló cerrará en 2024 el ciclo expositivo que La Fundació Catalunya La Pedrera ha querido dedicar a tres de los autores contemporáneos más destacados del panorama artístico internacional.