Alphonse Mucha (Ivančice, Imperio austriaco, 1860 – Praga, 1939) pertenece a ese
exclusivo olimpo de artistas cuya obra se reconoce al instante. Resulta familiar, incluso,
para aquellos que no saben quién es Alphonse Mucha. Su fama comenzó a gestarse en diciembre de 1894 cuando Sarah Bernhardt, la gran dama del teatro francés, se cruzó en su vida. La "Divina Sarah" pensaba que la tibia acogida de su última obra, el
melodrama Gismonda, era culpa del cartel promocional. Algo que la estrella absoluta
que entusiasmó a Marcel Proust, Mark Twain, Victor Hugo y Oscar Wilde no podía tolerar. Así que tomó cartas en el asunto e inmediatamente encargó uno nuevo. Pero todos los ilustradores habituales de la imprenta Lemercier no estaban disponibles a causa de las vacaciones navideñas. El destino quiso que el encargo recayera en el
artista checo, por aquel entonces un humilde, y desconocido, ilustrador que compartía
estudio con Paul Gauguin. Tal fue el éxito del cartel que, una Sarah emocionada y
agradecida, le ofreció el puesto de director artístico de su compañía. Desde entonces,
y durante los siguientes seis años, Mucha diseñó los decorados, el vestuario y los
carteles de todas sus producciones teatrales.
Este primer trabajo, que lo consagró como uno de los artistas más influyentes y
célebres del París de fin de siècle, recibe al visitante de Alphonse Mucha. La búsquedade la belleza, la exposición organizada por el Palau Martorell de Barcelona y la Fundación Mucha. Comisariada por Tomoko Sato, la muestra reúne más de 80 piezas, objetos comerciales ilustrados con sus inconfundibles dibujos, fotografías y bocetos de sus obras.
Un influencer en la belle époque
Mucha fue un artista de su tiempo. El periodo dorado de la belle époque trajo consigo
una profunda renovación artística. El caduco estilo academicista dio paso a uno nuevo, más libre, dinámico y ecléctico, con la naturaleza como fuente de inspiración y la búsqueda de la belleza como finalidad. El arte se democratiza y desaparece la jerarquía entre las artes mayores y las menores. El art nouveau lo impregna prácticamente todo, desde las artes, la arquitectura, la moda, la joyería o los elementos decorativos, hasta los objetos de uso cotidiano o el mobiliario urbano como farolas y marquesinas.
En esa época de cambios, Alphonse Mucha estaba convencido de que el objetivo
último del arte era la expresión de la belleza. Un fin que, según él, se alcanzaría a
través de la armonía entre los contenidos internos (ideas, mensajes) y las formas
externas. También creía que "el papel del artista era inspirar a la gente con esta belleza armoniosa y elevar la calidad de sus vidas a través de su arte", explican los
organizadores. Y vaya si lo consiguió. El póster de Gismonda causó tal sensación, que
para Año Nuevo ya era un preciado objeto de deseo para los parisinos que no dudaban en arrancarlo de los soportes y decorar con él sus casas. Alphonse Mucha se convirtió una auténtica celebridad, un influencer de su tiempo que popularizó los paneles decorativos con su personal estética. "Me alegré de participar en un arte para el pueblo y no para los salones privados. Era barato, accesible al público en general, y
encontró un hogar tanto en las familias pobres como en los círculos más acomodados",
decía.
Style Mucha. La claves de un estilo con forma de mujer
Tras el éxito inicial vendrían otros carteles teatrales para Sarah Bernhardt, también
presentes en la exposición, como Lorenzaccio y La Dame aux Camélias, ambos de 1896 o La Samaritaine (1897), así como numerosos encargos publicitarios creados para famosas marcas como Nestlé, Moët-Chandon o la firma de bicicletas estadounidense Waverley.
Las sensuales figuras femeninas, de elegantes siluetas y cabellos exuberantes,
enmarcadas entre flores y motivos ornamentales de inspiración arabesca eran la seña de identidad de su particular estilo. El formato vertical y su paleta dominada por sutiles tonos pastel conferían a sus carteles un aspecto inconfundible.
Hacia 1809, Mucha comenzó a utilizar la fotografía como herramienta previa a la
elaboración de sus bocetos y dibujos. Prueba de ello es el gran número de imágenes
existentes de sus modelos. Posados improvisados que posteriormente inspirarían los
diseños y pinturas de esta suerte de glamurosas pin up "modernistas".
Un artista comprometido
"El artista debe mantenerse fiel a sí mismo y a sus raíces nacionales", sostenía.
Aunque la belleza fue el principio fundamental de su arte, Mucha utilizó su lenguaje
artístico para expresar y reivindicar su nacionalismo checo. En 1910 se instaló definitivamente en su tierra natal, justo ocho años antes de que el país proclamara su independencia del antiguo Imperio austrohúngaro. A partir de ese momento se involucró activamente en la formación de la nueva identidad nacional, diseñando los sellos, billetes o documentos oficiales del nuevo estado.
De aquella época también data su gran obra maestra, La epopeya eslava (1912-1926),
una serie de grandes lienzos con escenas de la historia del pueblo eslavo, desde sus
orígenes hasta la independencia de los Habsburgo. Una proyección a gran escala de los 20 lienzos que la conforman ocupan el último ámbito de la exposición dedicada a un artista que creía firmemente en la capacidad del arte para alcanzar un mundo mejor.
Paradójicamente, su arte no le protegió de la barbarie nazi. Su patriotismo y sus
actividades masónicas (ostentaba el cargo de Gran Comandante del Consejo Supremo
de Masones checo) le pusieron en el punto de mira de la Gestapo tras la invasión
alemana. En el verano de 1939 fue arrestado e interrogado y, aunque fue liberado,
pocos días después, el 14 de julio, murió en Praga de neumonía.