Los autores han estado visitando durante siete años el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). Han sido tantas horas de trabajo documental que no se pueden cuantificar. Todo comenzó con Gòtic (Norma Editorial en 2018), un ensayo gráfico sobre el arte medieval, encargado por el propio museo, cuyo resultado fue tan satisfactorio que decidieron hacer uno más ambicioso. Así nació este proyecto.
Publicado por el mismo sello editorial, El Museo es un ensayo ilustrado que explora pasados, presentes y futuros del arte y de los museos en general, con el MNAC como protagonista. “Un libro de historia del arte que empieza con las cuevas prehistóricas, la cuna de Trajano, el arte románico y gótico, Goya y Picasso y por tanto es una fuente de historia visual, y muy libre, del arte universal”, explica su autor, Jorge Carrión.
Expediciones al pasado
El volumen es un viaje en el tiempo que, partiendo de los primitivos asentamientos de Montjuïc, nos conduce por la historia del arte y su simbolismo de la mano de célebres personajes como Jacint Verdaguer, el poeta que transformó “la poesía en conciencia nacional”, o el arquitecto Lluís Puig i Cadafalch, que dirigió la expedición encargada de estudiar y catalogar el románico catalán del Vall d’Aran y la Ribagorça. Un valioso patrimonio, expoliado durante años, que ahora descansa en museos y colecciones privadas de todo el mundo.
La novela reafirma la idea de que al igual que los retablos fueron eficaces transmisores de mensajes —“el retablo es una máquina de generar relatos”, escribe Carrión—, el cómic, su heredero, es también una magnífica herramienta para contar y difundir historias. Un potencial que los grandes museos, como el Museo Nacional del Prado, el Louvre y el mismo MNAC ya utilizan para llegar con sus colecciones a más gente gracias a su poder visual y descriptivo. “Los retablos son narrativos, incluso las pinturas rupestres ya lo eran. Al final lo que diferencia el cómic del resto de las artes es precisamente el potencial narrativo que tiene”, afirma Sagar, que ha ilustrado la obra, aunque en el caso de esta novela, la originalidad radica en su acercamiento al cómic desde la perspectiva de la “no ficción”.
Picasso y las mujeres
“El MNAC, como todos los museos actuales, está buscando el modo de ser más justo en su representación de la historia con las mujeres”, afirma Carrión. Es el momento para releer ciertos temas controvertidos como el papel de la mujer en el arte o la figura de Picasso. El ensayo reivindica la figura de la pintora Lluïsa Vidal (Barcelona, 1876-1918), una de las poquísimas artistas cuya obra forma parte de las colecciones del MNAC; Carmen Amaya (Barcelona, 1913- Begur, 1963) o Colita.
El omnipresente genio malagueño protagoniza uno de los últimos capítulos. Su polémica personalidad y su excepcional obra destierran la idea, demasiado arraigada en el arte, de la existencia de un actor pasivo y otro activo en la creación. Para Carrión, todas las obras son fruto de la colaboración. Se apropió del arte africano, del lenguaje del cómic y de la historia del arte para crear un arte magistral, pero conviene recordar que el mérito fue colectivo. “Picasso no sería Picasso sin Sabartés, sin las mujeres que trabajaron con él, sin todos sus admiradores y defensores. No existe el individuo aislado”.
Monstruos y ‘haters’
“Yo no veo el arte como algo inmóvil que permanece en el pasado. Para mí todo está muy vivo, todo el pasado es presente y el presente de algún modo redimensiona el pasado”, sostiene el escritor. En El Museo encontramos un relato que no solo explora figuras antiguas, sino que hace conexiones entre estas y sus alter ego presentes y futuros. Los haters actuales no son más que la evolución de aquellos que borraban y dañaban los rostros de los personajes caracterizados como judíos de los cuadros en la Edad Media; mientras que “el imaginario de la monstruosidad que nace con las metamorfosis de Ovidio o que tiene una gran muestra en los demonios y los dragones del arte románico está muy vivo en el manga, en el anime o en el cine de terror”.
Ecos y diálogos constantes entre lenguajes artísticos y narrativos, entre figuras y técnicas que se retroalimentan entre sí desde los tiempos de las cavernas, porque “la creatividad es por naturaleza remezcladora”. En ese sentido, el museo es el gran espacio del remix donde “los curadores, a modo de disc jockey, mezclan obras, historias, músicas”, para que cada instante cree su propia narrativa. Lo que hace el cómic, afirma, “no es imponer una narrativa, un discurso o un relato, sino todo lo contrario: abrir el campo de juego para que cada lector y cada visitante de cualquier museo encuentre su propio relato”.
Dimensiones de un mismo espacio
En el libro hay una parte que es de ensayo, en la que vemos recreación histórica, y otra que es más periodística. Es en esa dualidad donde los autores convierten a figuras memorables como al poeta Jacint Verdaguer, Lluís Domènech i Montaner, Francisco de Goya, Lluïsa Vidal, Pablo Picasso y Carmen Amaya en protagonistas de las historias reales del pasado y a personas anónimas, en cronistas del relato periodístico.
Fruto de las numerosas entrevistas que hicieron en el MNAC, seleccionaron “tres personajes que de algún modo representan tres dimensiones del museo”: Vargas, un vigilante de seguridad, nos guía por las zonas invisibles como los sótanos o las salas de vigilancia; con Roser, una visitante invidente, descubrimos el “museo del recuerdo” o de la “percepción no visual”, y Josep Maria, un profesor de secundaria, nos recuerda que “un museo no es nada sin su dimensión pedagógica”. Un lugar desde donde transmitir la cultura a través de las generaciones.