Francesc Català-Roca (Valls, Tarragona, 1922-Barcelona, 1998) supo atrapar como pocos el instante perfecto. De sus fotografías fascina su exquisitez técnica tanto como la belleza inesperada de los momentos capturados. El elemento humano centraba su atención en la gran mayoría de sus imágenes, que jugaban con la expresividad plástica del claroscuro, los encuadres arriesgados y los puntos de vista insólitos. Un excepcional cronista documental que registró con una mirada lúcida y audaz una época de nuestra historia. Este 5 de marzo se cumplen 25 años de su muerte; el pasado año se celebró el centenario de su nacimiento.
La fotografía en el ADN
Si los Alfonso fueron la saga madrileña que retrataron la España de la primera mitad del siglo XX, y Alfonsito el primogénito que consagró el prestigio de la firma, Francesc Català-Roca tomó el relevo del renovador legado visual de su padre para convertirse en uno de los mayores fotógrafos españoles de todos los tiempos.
El interés por la fotografía de Català-Roca se fraguó en el laboratorio profesional de su progenitor, Pere Català Pic, uno de los principales fotógrafos vanguardistas catalanes, autor del icónico cartel Chafemos el fascismo, un encargo del Comisariado de Propaganda de la Generalitat que el joven Francesc ayudó a montar. Él y su hermano Pere, el más desconocido del clan, solían asistirle en sus trabajos empapándose así desde niños de todo lo relacionado con el ámbito fotográfico. Juntos amasaron un generoso legado de imágenes custodiado por el Archivo Nacional de Cataluña y por el Archivo del Colegio de Arquitectos de Cataluña que salvaguarda y gestiona los derechos de explotación de la obra de Francesc Català-Roca, conformada por unos 200.000 negativos.
La belleza de lo cotidiano
En 1947, tras varias desavenencias con su padre y con su hermano, se independizó y abrió su propio estudio y laboratorio. Un tiempo en el que además trabajó en diversas publicaciones como el diario La Vanguardia, la revista Destino y la Gaceta Ilustrada, que se convirtieron en un magnífico escaparate para sus fotografías.
Autor prolífico y polifacético, su cámara enfocaba a gente corriente y a personajes célebres; ambientes rurales o refinados; paisajes, edificios, objetos o monumentos; escenas populares de cualquier rincón de nuestra geografía y la vida cotidiana en las calles de Madrid y Barcelona. Dos ciudades que retrató con su perspicaz mirada en un tiempo de luces y sombras. Extractos de vivencias emocionales de una España desaparecida.
Imprescindible e inabarcable
Su trabajo es tan extenso y su figura de tal entidad que se necesitan más de 12 meses para celebrarlo. Si el pasado año asistimos a diversas muestras por el centenario de su nacimiento, 2023 continúa reivindicando su figura. La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid acoge hasta el próximo 9 de julio Francesc Català-Roca. La mirada sabia, una selección de obras procedente de los fondos de la propia institución además de otras de colecciones privadas. Una breve muestra del gran maestro de su generación que, según Publio López Mondéjar, “constituyó el puente decisivo entre la vanguardia de la anteguerra representada por su padre, Pere Català Pic (1889-1971), y la nueva vanguardia documental, que él mismo encabezó en la frontera de los años cuarenta y cincuenta”.
La Gran Vía madrileña, el monumento a Colón de Barcelona, procesiones en Sevilla, la playa de Sanlúcar de Barrameda y un retrato de Salvador Dalí de 1953 son algunas de las imágenes que evidencian el extraordinario instinto de un autor que, según apunta el historiador y comisario López Mondéjar, “dirigió su mirada segura hacia los detalles decisivos de las cosas, con la pretensión de comunicar su propia visión de la realidad”.
Fotografía y diseño de un fotógrafo imprescindible
El diseño también está muy presente en su ingente obra. El fotógrafo retrató, durante los años de eclosión de esta disciplina, productos y objetos de uso cotidiano que tamizados por la impronta de su inconfundible estilo se convierten en “elementos casi escultóricos”, o en el caso de las fotografías de interiores en “perspectivas ordenadas y contundentes como visiones sugerentes de espacios que caminan hacia la abstracción”. Así lo definen los responsables de Francesc Català-Roca, retratar el disseny, una reducida selección de estas imágenes de diseño que hasta el 14 de marzo permanecerán en La Vitrina del Museu del Disseny de Barcelona.
Català-Roca fue además un apasionado de la arquitectura y en consecuencia un sector fundamental de su trabajo. En ese sentido, la antigua sede de la Editorial Gustavo Gili de Barcelona ha reunido una serie de instantáneas realizadas por el fotógrafo durante la construcción del edificio como parte de la exposición Líneas duras. Edificios, diseño y urbanismo en Barcelona (1949-1974), comisariada por Valentín Roma en coproducción con el COAC y el Centre Obert d’Arquitectura.
Estas pequeñas muestras, enmarcadas en los actos de celebración del primer centenario de su nacimiento, suponen un breve interludio de una efeméride que culminará con la gran retrospectiva que prepara el MNAC para 2024. Un merecido homenaje a uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX.