El próximo jueves 2 de febrero se cumplirán 100 años del nacimiento de Albert Ràfols-Casamada (Barcelona, 1923-2009), uno de los pintores catalanes más destacados de la segunda mitad del siglo XX, además de haber dejado una huella significativa como pedagogo y poeta.
Con motivo de esta efeméride, el reconocido publicista y coleccionista de arte Lluís Bassat y el Consorci del Museu d’Art Contemporani de Mataró acaban de inaugurar la exposición Ràfols-Casamada. Obras de la colección Bassat, dando el pistoletazo de salida a las actividades organizadas en torno al Año Ràfols-Casamada y Maria Girona (la esposa del artista, también pintora), una iniciativa que surge totalmente del sector privado a falta de propuestas por parte de la Generalitat o del Ayuntamiento de Barcelona.
Abstracción colorista
La exposición, repartida entre la Nau Gaudí de Mataró y el Museo del Càntir de Argentona, muestra las obras más representativas de la trayectoria de Ràfols-Casamada pertenecientes a la colección de Bassat, con quien el pintor mantuvo una estrecha amistad.
“Ràfols-Casamada es uno de los mejores representantes de la abstracción colorista en España”, explica la historiadora del arte y experta en Ràfols-Casamada Victoria Combalia, lamentando que las instancias oficiales “no hayan tenido ninguna iniciativa para el Año Ràfols-Maria Girona y que haya tenido que ser la iniciativa privada la que haga grandes retrospectivas”.
Beca en París
Nacido en Barcelona en 1923, Albert Ràfols-Casamada comenzó a pintar de la mano de su padre, Albert Ràfols Cullerés. Tras unos años de estudios de arquitectura, se dedicó de lleno a la pintura y expuso por primera vez en Barcelona con el grupo Els Vuit, al que también pertenecía su futura esposa, Maria Girona.
En 1950 obtuvo una beca del Gobierno francés y se trasladó a París, donde residió hasta 1954, y donde descubrió de manera directa la obra de Picasso y los impresionistas. Sin embargo, sus verdaderos inicios artísticos proceden de la abstracción americana: Robert Motherwell, Clyfford Still, Mark Rothko… “Artistas que descubrió en la Bienal Hispanoamericana celebrada en Madrid en los años 50 y que lo dejaron impresionado” explica Combalia.
La influencia de Mondrian y Torres
“También le influyeron mucho Mondrian y Joaquín Torres Garcia, y eso lo vemos en el uso de las líneas horizontales y verticales en sus telas más geométricas”, añade la historiadora, autora de una monografía del pintor.
No obstante, “en lo que realmente Ràfols es excelente”, añade Combalia, es en crear una simbiosis entre color, pintura y pincelada. “Muchos de sus óleos sugieren cosas siempre vistas: Cadaqués, Mallorca, Nueva York… pero son sugerencias muy sutiles. En pocos rasgos el espectador vislumbra un velero, una ventana, un mar… Son cuadros más atmosféricos”, explica, refiriéndose a la obra pintada en los 60 y 70.
Al llegar a los 80, su pincelada se hace más suelta. A partir de ahora, según Combalia, sus cuadros ofrecen más sensaciones sobre si es noche o día, atardecer o amanecer. “Sensaciones cromáticas más ligadas al ambiente lumínico de un sitio o tiempo determinado”, señala, poniendo como ejemplo algunos de los nocturnos expuestos en la Nau Gaudí de Mataró.
La doble búsqueda
“La obra de Ràfols responde a una doble búsqueda: una interior –atemporal, independiente— y otra colectiva, ligada a un anhelo de modernidad compartido con sus compañeros de generación”, escribe Bernat Puigdollers, historiador del arte y comisario del Año Ràfols-Casamada y Maria Girona, en un texto para la exposición.
Según Puigdoller, su pintura no deja de ser una profundización constante en torno a unos mismos conceptos, a unas mismas inquietudes y preocupaciones formales y conceptuales.
Múltiples facetas
“Ràfols es siempre el mismo, pero siempre sale nuevo de sí mismo. Pinta una y otra vez los mismos paisajes, pero nunca se baña en el mismo río. Y conforme profundiza en el paisaje, en la vida callada de los objetos, profundiza en su propio lenguaje, cada vez más sintético y, paradójicamentre, cada vez más imprecisamente preciso”, escribe Puigdollers, intentando describir la relación simbólica que el artista mantenía entre el paisaje y los objetos.
Por otro lado, Puigdollers recuerda que no es posible comprender la pintura de Ràfols sin contemplar sus múltiples facetas, como pintor, poeta y pedagogo (su actividad docente en el campo del diseño y el arte se inició en 1962 en la escuela Elisava y, posteriormente, en la escuela Eina, que dirigió hasta 1984), y de su carácter cívico. “Ràfols no es una isla, forma de parte de una sociedad y se siente partícipe de ella”, señala.
Los jóvenes no saben quién es
“Para mí, Albert y Maria fueron como unos padres, eran amigos personales”, recuerda Combalia. “Eran enormemente cultos, leían mucho y ayudaban mucho a los jóvenes. Mientras dirigía Eina, la escuela se rodeó de los mejores. Umberto Eco vino a dar conferencias, América Sánchez daba clases…”, añade la historiadora, lamentando de nuevo que las instituciones públicas hayan olvidado a Ràfols en el cien aniversario de su nacimiento y no promuevan de forma suficiente el arte catalán.
“Tenemos pocos coleccionistas, los museos de aquí tienen poco arte catalán. El MNAC intenta ahora suplir estas lagunas, pero compra poco”, observa Combalia. “Es importante que estos coleccionistas privados, como Bassat o la Fundación Vila Casas –que también participa en el año Ràfols-Maria Girona—, hagan cosas para promover y enseñar el arte catalán, no puede ser que los jóvenes de hoy no sepan quien es Ràfols-Casamada”, concluye.