Francesc Soler (Roda de Ter, 1978) confiesa que ha sufrido escribiendo El somriure dels dofins (Columna), donde se adentra en el despertar y aceptación sexual de un niño que crece en un ambiente opresivo. Pese al rechazo y la incomprensión que sufre el protagonista por ser homosexual, el libro es una invitación a celebrar la vida.

Libro de Francesc Soler 'El somriure dels dofins' (Columna)

Periodista y escritor, Soler trabaja en Catalunya Ràdio y colabora en varios medios de comunicación. Anteriormente ha publicado Barcelona demà o aquesta tarda y Homonots. Converses amb 10 gais que han obert camí. El principal desafío de su nueva novela “era ponerme completamente en la piel de su protagonista, un chico que, en pleno despertar sexual, cuando empieza a conocerse y aceptarse, se ve envuelto en un escándalo que le lleva a la cárcel y le cambiará para siempre”.

Perdonar

El autor decidió que el personaje principal se llamara como él, Francesc Soler, “para poder sentir todo su dolor, el rechazo, la incomprensión y la vergüenza a las que debe hacer frente. Y sí, escribiendo algunos pasajes, he sufrido porque inevitablemente son sentimientos que en algunos momentos y salvando todas las distancias también he experimentado en mi propia piel”.

El libro habla también del perdón, de cómo el protagonista opta en celebrar la vida en lugar de instalarse en el rencor. La pregunta es inevitable. ¿Ha sabido perdonar el autor las ofensas a su condición sexual? “Por suerte y a diferencia del protagonista del libro, que las pasa canutas, más allá de algún comentario en la escuela por parte del típico matón de barrio, nunca he sufrido ataques ni agresiones por el hecho de ser homosexual. Esto no quita que, evidentemente, la homofobia que había en el ambiente y la ausencia de referentes de hace treinta años condicionó mi adolescencia y coartó mi despertar sexual y afectivo. Crecí viendo a Arévalo haciendo el mariquita en la tele entre risas del público. Hoy, todo el mundo aplaude una serie como ‘Smiley’. En esto sí hemos mejorado como país”.

Barcelona, ciudad abierta

Soler vive desde hace 20 años en Barcelona, “una ciudad abierta y, ciertamente, amable para el colectivo LGTBI. Por algo, en 1997, se celebró aquí la primera marcha del Orgullo de todo el Estado. En este sentido, en el libro también he querido hablar del papel de la ciudad como refugio para millones de homosexuales que en una gran urbe encuentran finalmente un espacio dónde vivir abiertamente su sexualidad, luchar por sus derechos y crear una especie de nuevas familias que en muchas ocasiones sustituyen unos padres, hermanos, abuelos, tíos y primos que nunca los aceptaron. Eso, evidentemente, vale para Barcelona, pero también para Madrid, Londres, Nueva York o San Francisco”.  

Una manifestación del Pride Barcelona en una edición anterior del Orgullo LGTBI / EP

En la novela, el autor cita a escritores como Yukio Mishima, Reinaldo Arenas o E. M. Forster, entre otros.  “Para mí, han sido fundamentales, como unos padres de los que aprender. En las páginas de autores como los que citas y de otros como Wilde, Leavitt o Moix –quién, por cierto, se refiere cariñosamente a Oscar Wilde como la tieta– he aprendido no solo a vivir, sino a ser quien soy. El protagonista de mi novela de hecho incorpora algunos pasajes de diez grandes clásicos a la narración de su propia vida”, explica. No en vano, el escritor Sebastià Portell ha descrito ese experimento “como un diálogo entre la contemporaneidad y el legado literario y cultural de los autores LGTBI que nos han precedido”.

Sensibilidad periodística

Considera que, “en general, el periodismo ha hecho una importante contribución a la normalización de la diversidad sexual y afectiva. Sin embargo, queda camino por recorrer. Por ejemplo, estaría estupendo que las personas trans tuvieran más presencia en los medios de comunicación. ¿Por qué no hay ninguna mujer u hombre trans dando las noticias?”.

Y dado que El somriure dels dofins también es un canto al optimismo y a superar el dolor, ¿cómo celebra la vida Francesc Soler? “No perdiendo ni un minuto con la gente que no lo merece ni recreándome en el dolor y el sufrimiento. ¡Soy muy disfrutón! Tras salir de prisión, el protagonista de mi novela decide no convertirse en un hombre rencoroso ni malgastar más tiempo buscando culpables ni venganza sino vivir al máximo la vida que tiene por delante. Como decía Forster en Maurice: ¡Basta ya de personajes de ficción LGTBI torturados, amargados y depresivos! Bueno, más o menos…”.