El Teatro Español acoge desde el 28 de octubre el verdadero Oeste de Sam Shepard. Un True West pasado por la pluma del escritor Eduardo Mendoza, que se ha encargado de traducir la obra original del estadounidense. Un hecho que lo ha devuelto al teatro.
"Me lo propuso la directora, con la que tengo una gran relación profesional y me gustó mucho, porque también me gusta mucho Sam Shepard", señala. Durante los años que vivió en Nueva York, el catalán vio muchas obras del autor y vivió circunstancias muy divertidas en presencia de él, por eso no dudó en aceptar.
Tristán Ulloa tampoco dudó mucho, pero el respeto por el texto de Shepard le ha llevado a decir que es uno de los papeles más complicados porque es "como un concierto de rock". Lee, el personaje que interpreta, lo lleva por un viaje emocional tan estimulante como exigente.
"Yo sé cómo empiezo la función y no sé cómo la voy a acabar", reconoce. "Hay un texto, sí, pero esta función depende mucho de la energía que tengo yo y la de mi compañero. Es poco previsible cuando salimos a escena", subraya a Crónica Global.
El texto de Shepard narra el momento en el que dos hermanos, Lee y Austin, se encuentran en casa de su madre, de viaje en Alaska. El segundo es guionista de cine, trabaja para una gran productora y acude allí en busca de tranquilidad. Poco espera que el buscavidas de su hermano venga a romper esa calma deseada. "Allí se propicia la situación para que los dos ajusten cuentas pendientes, anhelan uno lo del otro y, al final, te das cuenta de que no todo es tan blanco ni negro", señala el actor.
Y es que, de entrada, los papeles parecen muy definidos entre el bueno y el malo pero, como con Shepard, esas clasificaciones pecan de simplismo.
"Los autores inteligentes como Shepard apuntan ahí, a los matices, a los claroscuros y grises y lo que aparenta algo puede resultar tramposo, como sucede en la vida real", aplaude Ulloa.
El intérprete defiende que Lee "es un tipo que vive en el desierto, no por elección propia, sino porque es bastante tirado, no tiene mucho donde escoger". En definitiva, "un outsider, fuera de un sistema, pateando el sueño americano que el otro anhela". No lo juzga. "Ambas posturas son respetables, pero el problema es que ninguno de los dos es dueño de lo que hace, ninguno de los dos elige lo que está viviendo", resume.
Es allí donde surgen las preguntas que plantea Shepard. "¿Hasta qué punto el guionista disfruta su trabajo o es un chupatintas de proyectos que no llevan a ningún sitio? ¿Hasta qué punto sacrificas tu obra, tu arte en pos de que sea más taquillera?", como señala el actor.
Tristán Ulloa sabe de lo que habla. Admite que en la actuación, "eso pasa y es muy reconocible. Y no pasa nada con reconocerlo, que uno tiene que pagar facturas y vivir de esto". En este sentido está convencido de que "los americanos en eso son menos acomplejados, tienen claro que lo suyo es una industria y han de entretener, lo otro que lo hagan los franceses". "No engañan a nadie y dicen: esto es entretenimiento, es un negocio. A nosotros también nos toca a veces trabajar y queremos más y tenemos que hacer un esfuerzo porque nos pagan bien", sentencia.
Sufrimiento continuo
Y es que la obra también tiene una clara crítica o cuestionamiento acerca de la industria cinematográfica y la cultura en general. ¿Está tan vendida la cultura al dinero? "Son temas eternos. Es muy difícil que una cosa que mezcla creación poética, industria y necesidad de capital elevado no entre en conflicto continuamente. Todo el mundo que ha estado en el cine y la televisión, no tanto en el teatro, sabe que eso es un sufrimiento continuo", apunta Eduardo Mendoza.
Eso también hace que el mundo de la actuación y la creación muchas veces esté estigmatizado o que se admire a las estrellas de cine y se les otorgue un estatus. Eso es precisamente lo que carcome a Lee, que ve a Austin como un privilegiado, mientras él tiene que vivir de sus hurtos. Pero "¿qué es una forma decente de ganarse la vida? ¿Qué es ganarse la vida?", inquiere Ulloa.
De ahí, True West extrae otra reflexión acerca del precio a pagar por tener la vida que uno quiere. Al menos cuando se puede escoger. "¿Merece la pena tanta integridad y tanta leche y pasarlo tan mal? O al revés, ¿merece la pena estar ahí y hacer lo que te dicen para permanecer?", se sigue preguntando el actor, quien concluye que "el ser humano es gregario y tiene ese afán de permanecer y el sistema intenta que queramos pertenecer a él".
Pero que no se preocupe mucho el espectador. La obra no es tan sesuda ni dramática como parece. “Es una obra dramática con toques de comedia”, “un drama llevado a unos extremos que da una sensación patética y de risa”, concluye Mendoza. Y así, entre cuestionamientos y comedia, el espectador acaba teniendo un reflejo de ese verdadero Oeste, que no está tan lejos.