El festival Grec de Barcelona es todo un escaparate de teatro, también de aquél que puede llegar en breve a la cartelera de la ciudad. Es el caso de Fàtima, la última creación de Jordi Prat i Coll inspirada en su propia experiencia en el Raval. Pero es mucho más.
Como el teatro inglés más underground, el dramaturgo quiere poner sobre el escenario una realidad que se ve en las calles, pero a la que pocos quieren prestar atención. Personas que viven en la calle, que caen en las drogas y que conviven con los vecinos y los animales de la urbe.
Un recorrido diferente
El paseo ficcionado por las calles del mítico barrio chino es también introvertido y cerebral. El autor trata de descifrar los mecanismos del cerebro de una persona que cae en un abismo y cómo se aferra a algún recuerdo para sobrevivir.
Quien tiene que ponerse en el papel de esta protagonista es Queralt Casasayas, un reto que enfrenta entusiasmada y con ganas de mostrarlo al público. Le gusta este trabajo que remueve al espectador. El creador y la actriz hablan con Crónica Global para dar detalles de este montaje que se presenta en el Teatre Lliure del 15 al 17 de julio y que regresa a la misma sala para arrancar la temporada 2022-23.
--Pregunta: ¿Cómo definirían 'Fàtima’?
--Jordi Prat (J. P.): Es un viaje. Un paso a un sitio que no sabemos dónde nos llevará y, normalmente, cuando visitas las zonas oscuras el viaje lleva a una cierta idea de infierno, urbano en este caso. Como vivo en el Raval desde hace más de 20 años y Queralt, unos 12, vemos esa realidad. Y Fàtima muestra que estamos muy cerca de desplazarnos y lleva a preguntarnos de qué va la vida al margen de los caminos establecidos que nos han enseñado.
--¿Y cómo definiría el personaje, Queralt?
--Queralt Casasayas (Q. C.): Es un personaje complejo. Tiene un dolor muy profundo que le viene del pasado. Ella para vivir tiene su propio mundo que se ha creado y que tiene que ver con la naturaleza. Va a la droga para evadirse de ese dolor y evadirse de esa realidad. A ella la echan de casa y empieza a sobrevivir en la calle. Hay muchas Fàtimas en realidad en el Raval, es una realidad muy dura y muy contundente. Hay mucha violencia, porque son personajes que están muy heridos y, a su vez, hay mucha fragilidad que parte de un dolor muy profundo que no se explica, pero se ve.
--¿Cómo reflejan eso en la puesta en escena?
--J. P.: Es una obra episódica, como Roberto Zucco, por ejemplo. No tiene tanto que ver con eso, pero Fàtima también sale de casa y se va encontrando con personajes que la confrontan con una pulsión de esta sociedad. Pasan muchas cosas y se dicen muchas, sobre todo. Con quien se encuentra Fàtima le hace enfrentar ese mundo de las drogas, no hemos querido especificar cuál consume, pero también podría haber sido un estado de salud mental. La idea era hablar de los cerebros y cómo actúan cuando no usamos un código habitual de entendimiento.
--¿Eso cómo se trabaja como actriz?
--Q. C.: Lo chulo ha sido investigar sobre este cerebro y cómo funciona, cómo este cerebro se vuelve vivo y se relaciona con el resto de la gente de la obra. También estudié mucho el texto, porque también hay una oscuridad y violencia que no suelo hacer. Hemos trabajado todo eso y cómo se relaciona con el cerebro y con la gente. Yo soy de empatizar y el personaje es todo lo contrario y ver esta realidad y este tipo de relaciones. Por eso, le agradezco a Jordi esta oportunidad y el equipo de actores y artístico es fantástico y te hacen estar tranquilo.
--¿El Raval está presente o es solo un espacio para trasladar esa oscuridad presente en la sociedad?
--J. P.: Es una idea de Raval, no es un teatro realista en la puesta en escena ni en cuanto referentes, pero sí queríamos que fuera reconocible. Y si decimos que una mujer sale de la Filmoteca ya sabemos que está en el Raval y no hacen falta más especificidades, o cuando hablamos de un narcopiso. Usamos referentes no directos para ubicarnos. Pero la obra tiene un argumento muy importante que no solo explica la anécdota de un personaje cómo Fàtima, sino que habla de todos. Se habla del Eclesiastés y mucho de la vanidad. Se habla mucho de la vanidad y a qué damos valor, cómo menospreciamos la opinión de los otros porque no es la nuestra. El mundo del teatro está lleno de vanidosos y yo me incluyo, pero espero que solo en momentos puntuales. El mundo del que hablamos, en todo caso, es el mundo que tenemos y con el que yo me confronto. Sabía desde dónde me quería enfrentar a ello y es esto.
--Las redes seguramente han causado ese auge de la vanidad, pero de alguna manera ¿esa imagen vanidosa y luminosa que se intenta transmitir en las redes finalmente oscurece la realidad?
--J. P.: Para que te hagas una idea. Nosotros hemos decidido que algunos personajes tengan móvil y otros no. Y algunos de los que lo tienen lo llegan a sacar incluso en momentos en que el personaje no debería sacarlo, en medio de una conversación, como nos pasa en muchos momentos de nuestra vida. Eso es un guiño a este tipo de cosas. Pero el espectáculo va hacia un teatro-existencia, sin ser pedante, que hace que la anécdota sea solo un paso para llegar donde queremos. También reirás, ¿eh? Es droga dura, pero servida en una poética, con muchos efectos teatrales de toda la vida, sin audiovisuales, que juegan con la convencionalidad del teatro.
--¿Cómo cree que va a recibir esto el público?
--J. P.: No lo sabemos aún. Nosotros por ahora estamos trabajando en una burbuja, pero tenemos que abrir al público para ver en qué aspectos hemos de incidir más o no. Ya veremos. Mi anterior espectáculo, M'haurien de pagar, también costaba mucho explicarlo, pero la gente se lo hizo muy suyo y habían conectado con el alma de los personajes más allá de la anécdota que les hacíamos transitar. Aquí pasó lo mismo. Fàtima vive mucha violencia, pero hay muchas exclusiones. Es muy impúdica también, hay poco filtro social, hay mucho sexo hablado. Nos puede incomodar, interpelar y hacernos plantear una serie de cosas. En una sociedad británica diríamos que "vuelve el in your face theatre", Sarah Kane, Ravenfield, ese teatro que enfrenta a la alta sociedad burguesa o de izquierdas que puede venir al Lliure de Gràcia y vomitárselo, decirle "tú también formas parte de esto". Esta vez ha salido así.
--Q. C.: Creo que está bien que podamos mostrar esta realidad en el teatro y que el público pueda reflexionar al respecto. Estos personajes que están más desplazados en la sociedad deben tener un espacio en el teatro porque estamos muy anestesiados cuando los vemos. Muchas veces cuando ves a estos personajes en la vida te planteas cómo han llegado hasta aquí, a este punto de inflexión, cómo te has dejado ir y has tomado estos caminos. La posibilidad de poner estos personajes sobre el escenario, hacerse preguntas, empatizar de alguna manera con ellos o ser conscientes de que está ahí es muy necesario. Ver que el problema está en el sistema, de algún modo.
--J. P.: En las charlas posteriores veremos qué nos dicen. Porque también sale el papel de la policía y el poder en la sociedad. Veremos qué relación tienen con las drogas porque aquí vemos lo que pasa en el sistema nervioso de una persona sin herramientas ni la sociedad se las ofrece. Una ciudad muy poco de izquierdas.
--¿Cuándo se supone que se vota a las izquierdas en Barcelona?
--J. P.: Bueno, me refiero a ellos porque creo que son los únicos que pueden hacer alguna cosa, aunque sea poco. Lo que me refiero es que está bien que lo ubiquemos aquí, porque sucede aquí y no es necesario ubicarlo en Stratford. Todo el mundo puede tomar una mala decisión y sabemos que nos lleva a un viaje en el que sabemos cuándo entramos en el infierno, pero no cuándo ni cómo saldremos, si es que lo conseguimos. Esta obra va de eso y saber a qué damos valor a la vida. Es una llamada de atención, pero esta es nuestra propuesta.
--¿Sienten que la ficción debe ayudar a alertar de este tipo de situaciones?
--J. P.: Yo quería hablar de algo que conocía muy bien, en este caso: ver qué pasa en estos cerebros a los que no puedes tener acceso. El hecho de vivir en el Raval y de convivir durante un año al lado de un narcopiso me ayudó a tirar adelante la obra. Yo no te puedo decir qué hacen los otros. Yo considero que hemos de poner el foco en aspectos de la sociedad que consideramos relevantes. Yo hago teatro para escudriñar el alma humana. Y hay mucho por hacer y que los intérpretes vayan al matiz. Ahora son tres días que estamos en el Grec pero haremos temporada. Todo el mundo, por eso, puede hablar de lo que quiere. Eso sí, si solo hacemos teatro de burguesitos, con un sofá y una nevera en escena, tenemos un problema como sociedad, pero es mi opinión.
--Q. C.: Siempre se pone de moda algo y acabamos yendo hacía un lado, pero ha de haber obras de todo tipo. Yo como actriz me siento más realizada o conectada con espectáculos en los que el director y el autor tienen ganas de contar algo. En este caso, el autor --no porque esté a mi lado-- creo que quiere ir más allá. Para mí estos espectáculos son necesarios porque tienen una reverberación en la sociedad.
--¿Y cómo refleja ese poder, esa policía que aparece en la obra?
--J. P.: En la primera escena hay un policía que aparece de paisano y reacciona de una manera que nos deja a todos estupefactos, y en la última escena no va de paisano y vemos cómo un uniforme te valida para realizar determinados comportamientos o no. Pero ojo, que Fàtima acude a un dealer para consumir y este también tiene su poder, de sus calles, de su conocimiento, está ligado no solo a policías e incluso algunos políticos. De hecho, la última droga, llamada eclesiastés, le llega por ese camino... Todo eso es sutil, pero suma.
--O sea, que reciben todos.
--J. P.: Bueno, ha salido así (ríen). Si quieres hablar de vanidad, al final, los más vanidosos son los que tienen más que callar cuando se supone que deberían dar ejemplo. Por eso, creamos una fábula y jugamos con ello para que haya un aprendizaje sutil. Además hay otro gran tema, dentro de todos estos subtemas: cómo un recuerdo te puede salvar la vida o justificarla, como le sucede a Fàtima. Cuando uno está fuera de la sociedad, al límite, creo que el cerebro activa un recuerdo positivo que le ayuda a justificar su existencia. El día a día nos puede a todos, pero al recordar esto a veces nos empuja. Y de esto va el monólogo que hace Fàtima al final.
--¿Cómo es ese momento?
--J. P.: Solo te diré que vuela sobre el escenario. Ya lo verán.
--¿Una Mary Poppins en el Raval?
--J. P.: Bueno... sin paraguas (ríen).