“Este museo es mucho más que un edificio”, afirmó Gerd-Elise Mørland, directora del programa pedagógico del Museo Munch de Oslo, durante la presentación en CentroCentro en Madrid de Archivos Lambda, una muestra que revela la complejidad que supone construir una institución cultural de semejante importancia partiendo de cero. El título hace referencia al nombre con el que Estudio Herreros participó en el concurso internacional que en 2009 adjudicó el proyecto museístico. Una reñida competición de la que salieron victoriosos tras imponerse a una veintena de estudios de arquitectura, entre ellos siete premios Pritzker.
Se enfrentaban a una nueva forma de hacer y de pensar la arquitectura donde el trabajo en equipo, el diálogo con la ciudadanía y las colaboraciones a largo plazo fueron fundamentales durante todo el proceso. Por ello, sacar a la luz todo este procedimiento de toma de decisiones y mostrar todos estos archivos como son planos, maquetas, vídeos, fotografías o materiales físicos, considerados de uso interno, significa “poner nuestro trabajo al servicio de la sociedad”, apunta Juan Herreros artífice, junto a Jens Ritchter, del proyecto ganador. Se trata de que el público entienda las numerosas dificultades y contingencias que supone levantar un nuevo elemento arquitectónico que mutará la fisonomía urbana.
Arquitectura y responsabilidad social
Al igual que la sociedad la arquitectura evoluciona volviéndose cada vez más respetuosa y comprometida con el entorno, especialmente cuando se trata de una obra pública que debe expresar los anhelos de una comunidad. Para Valentín Roma, director artístico de La Virreina Centre de la Imatge de Barcelona y comisario de Archivos Lambda, “la arquitectura ya es otra cosa, no consiste solo en levantar edificios” sino en una práctica cada vez más social y cultural que precisa de mucha negociación y grandes dosis de dialogo y acuerdos.
En el caso del Munch uno de los primeros escollos surgió por su verticalidad. Los oslenses consideraban excesiva la altura del edificio (60 metros aproximadamente) que rompía la tradicional silueta urbana donde predominan las casas bajas. La polémica paralizó el proyecto pero gracias a un método de trabajo colaborativo que implicaba tanto a la sociedad civil como a un nutrido grupo de expertos, procedentes de diversos ámbitos, se pudo solucionar. Aquella fue una experiencia muy enriquecedora que logró que el edificio asumiera unas “responsabilidades sociales, urbanas y medioambientales” que, según Juan Herreros, son los tres grandes retos a los que nos enfrentamos. “Las dificultades técnicas tienen soluciones técnicas, las cuestiones sociales son más apasionantes”, apuntó.
Un legado histórico en un museo del siglo XXI
Cuando se cumplen justo seis meses de su apertura, este edificio de 27.000 m2, construido de forma literal sobre las frías aguas del fiordo, se ha convertido en un elemento aceptado por la ciudadanía y plenamente integrado en la vida de la ciudad.
El nuevo museo se organiza en dos partes: un pódium concebido como una gran plaza pública de carácter lúdico con biblioteca, auditorio, cine y zonas de restauración; y la torre de 13 plantas que alberga el museo estático, es decir las salas de exposición, los almacenes y los departamentos de conservación que salvaguardan la colección. Allí también está lo que ellos denominan "el museo dinámico"; es decir, un espacio muy luminoso que se abre a la ciudad, da acceso a las salas expositivas y vincula, en cierto modo, la obra del pintor noruego con la ciudad de Oslo.
El edificio se corona con un gran mirador al extraordinario entorno. Se trata de un museo contemporáneo entendido como un bien común, de uso cotidiano, muy alejado del concepto tradicional que otorga a estos espacios un estatus de “cementerio” donde se acumulan obras de arte. El Munch, como se le ha bautizado, se concibe no solo como el lugar que alberga un legado histórico sino además como un “museo inscrito en la cultura de nuestro tiempo”. Un lugar donde el silencio, la tranquilidad y la oscuridad de las salas expositivas contrasta con la luz y el bullicio de los espacios de uso libre. Esa disparidad entre la solemnidad que implica la contemplación del arte y la vibración de la circulación resulta fundamental para entender como han cambiado la percepción y el uso de estos espacios.
Tras pasar por Barcelona, la muestra, organizada por La Virreina Centre de la Imatge, CentroCentro y arc en rêve de Burdeos, se podrá visitar en Madrid hasta el próximo 28 de agosto antes de viajar a Francia, su siguiente parada.