El 17 de febrero de 1901 Carles Casagemas Coll, amigo íntimo de Pablo Picasso, acabó con su vida a la edad de 20 años. Aquel trágico episodio marcaría profundamente la vida del artista, tanto que él mismo reconoció que había sido el detonante del conocido como periodo azul: “Fue la muerte de Casagemas lo que me llevó a pintar en azul”. Durante cuatro años esta tonalidad cromática dominó todas sus pinturas convirtiéndose en una etapa crucial de su trayectoria. Después vendrían muchos otros periodos como el rosa, el cubista, el surrealista… pero es precisamente esta temprana fase, que duró hasta 1904, la protagonista de una sorprendente exposición de carácter científico que revela les dessous de la peintre.
Centrada principalmente en los estudios técnicos realizados en cuatro importantes pinturas “azules”, Naturaleza muerta y Jaume Sabartés con quevedos, ambas realizadas en 1901; La copa azul (c. 1903) y Azoteas de Barcelona (1903), la muestra exhibe además un conjunto de obras del citado periodo entre las que destaca El ciego (1903), un dibujo adquirido recientemente por el Ayuntamiento de Barcelona.
Alta tecnología al servicio del arte
“Picasso Proyecto Azul”, que se podrá ver hasta el próximo 4 de septiembre, es el fruto de casi dos décadas de trabajos de investigación en los que han colaborado prestigiosas instituciones museísticas como el Istituto di Fisica Applicata Nello Carrara de Florencia; el Departamento Científico de la National Gallery of Art de Washington; el Pola Museum of Art de Hakone (Japón) y la Universidad de Barcelona. Ciencia y tecnología se han convertido en herramientas imprescindibles para los museos del siglo XXI permitiendo desentrañar la extraordinaria huella creativa oculta en estas trascendentales pinturas de Pablo Picasso.
Para Reyes Jiménez, comisaria y responsable del Departamento de Conservación Preventiva y Restauración del museo, la muestra “examina varios aspectos de las obras, desde el proceso creativo, los materiales constitutivos y la distribución de las capas de color, hasta la contextualización y la interrelación con obras del mismo periodo o de periodos anteriores, en el caso de las telas reutilizadas”.
Picassos invisibles
Según los organizadores, la reutilización de telas no era simplemente una forma de optimizar recursos en un tiempo en el que aún no gozaba de fama ni reconocimiento, sino más bien se trataba de un recurso plástico con el que pretendía implicar al espectador en el “intrincado proceso creativo picassiano”. Picasso “dejó voluntariamente, en la superficie de sus obras, vestigios materiales que inducen a pensar que buscaba ofrecer diferentes niveles de lectura”, “ninguna de estas cuatro pinturas sería igual de haber partido de un lienzo en blanco”, afirman.
Así bajo capas de pintura y pinceladas de autor la tecnología ha descubierto obras que nunca vieron la luz. Por ejemplo, bajo Naturaleza muerta subyace una pareja en posición forzada que el malagueño va transformando y acomodando a un nuevo motivo, “a medida que los dos personajes quedan reabsorbidos por la superposición de capas de color; la pintura adquiría un nuevo significado”.
Detalles escondidos
Esta suerte de arqueología tecnológica ha permitido además concretar la fecha exacta en la que Picasso trasladó el lienzo Jaume Sabartés con quevedos desde París hasta Barcelona. Gracias a un exhaustivo estudio con técnicas infrarrojas se han podido encontrar restos del diario parisino Le Journal, fechado el 18 de enero de 1902, adheridos a la superficie del cuadro que en este caso escondía bajo sus trazos el retrato de una reclusa de la prisión parisina de Saint-Lazare, tal y como lo atestiguó en sus memorias el propio Sabartés.
Otro rostro, en este caso de una figura masculina con barba, se oculta bajo La copa azul. El cuarteado de la superficie sugiere que ambos motivos fueron ejecutados en un breve espacio temporal, aunque los estudios apuntan a que Picasso esperó a que la capa inferior estuviera completamente seca, incluso llegó a firmarla, antes de cubrirla con la nueva.
Picasso en Buitrago del Lozoya
Este extraordinario cuarteto se completa con uno de los paisajes más ambiciosos que el genio malagueño pintó en la capital catalana, Azoteas de Barcelona. De nuevo una pareja ocupa el lienzo que subyace bajo la imagen visible. El pintor silenció esta escena superponiendo amplias áreas de pintura con una una gama cromática de tonos apagados y fríos, pero sin cubrir completamente el color de la capa original que emerge como destellos anaranjados.
En paralelo a la exposición de Barcelona el Museo Picasso–Colección Eugenio Arias, ubicado en el municipio madrileño de Buitrago del Lozoya, exhibirá hasta el próximo 3 de julio un proyecto expositivo organizado conjuntamente por el museo barcelonés y la Comunidad de Madrid. Comisariada también por Reyes Jiménez, la muestra titulada “El joven Picasso. Estudios Técnicos” gira en torno a su periodo formativo en el que aún se aprecian procedimientos pedagógicos de finales del siglo XIX. Primera Comunión (1896) y Ciencia y Caridad (1897) son las piezas protagonistas de una selección de obras que se podrán contemplar en la institución que atesora el legado picassiano perteneciente al que fuera su barbero y gran amigo durante 26 años.