Basta con echar un vistazo al Instagram de Norman Foster para comprobar que su vida, al igual que su inagotable creatividad, no entiende de límites. Podemos verlo retocando el proyecto de Apple Park en Cupertino; reunido junto a su equipo o visitando una exposición en Londres; dando una charla en Filadelfia o en Madrid; supervisando personalmente alguno de sus trabajos alrededor del mundo; practicando deporte al aire libre o mostrando bellísimos automóviles a sus miles de seguidores. Y es que Lord Foster es un entusiasta de los vehículos a motor, especialmente de aquellos que tienen cuatro ruedas. Disfruta montando una Vespa eléctrica casi tanto como conduciendo un Lotus de 1958, un Fiat 500 de 1961 o un Mercedes-Benz 300 SL de 1955.
No resulta entonces extraño que estas “esculturas rodantes” sean el eje central de “Motion. Autos, Art, Architecture”, la próxima gran muestra del Museo Guggenheim de Bilbao comisariada por el propio arquitecto británico. Una exposición que celebra la dimensión artística del automóvil a la vez que revisa más de un siglo de creación automovilística en diálogo con otros ámbitos artísticos como son la arquitectura, la escultura, la pintura, el cine y la fotografía. Además, “cuestiona la separación entre las distintas disciplinas y ofrece una exploración de los modos en que estas se relacionan visual y culturalmente”, apuntan desde el museo.
Arte, diseño y tecnología
Los 38 vehículos seleccionados para la ocasión serán, con permiso del resto de piezas expuestas, los absolutos protagonistas de una espectacular puesta en escena. Exquisitos objetos de culto, muchos de ellos nunca vistos hasta ahora por el gran público, procedentes de instituciones públicas y colecciones privadas. Fabulosas máquinas tan exclusivas como un Rolls Royce 40/50 Alpine Eagle de 1914; un Bugatti Type 35 de 1924; un Aston Martin DB5 James Bond del 1964; un Hispano-Suiza H6B Dubonnet Xenia de 1938; un Cadillac Eldorado Biarritz de 1959 o un Ford Mustang PRJCT50 de 1965 compartirán espacio con creaciones de Andy Warhol, Christo, Alexander Calder, Margaret Bourke-White, Frank Lloyd Wright y Le Corbusier. Y esto es tan solo un aperitivo de lo que se podrá ver en el emblemático edificio de Frank Gehry desde el 8 de abril hasta el 18 de septiembre del presente año.
Estructurada en siete ámbitos ordenados cronológicamente, “Motion. Autos, Art, Architecture” ofrece una oportunidad única de contemplar el pasado y el presente del sector automovilístico además de evidenciar todas las implicaciones sociales, culturales, artísticas y medioambientales que implica esta revolución tecnológica en constante desarrollo. Una industria que desde su nacimiento ha generado consecuencias ambiguas. Por un lado la movilidad, individual y colectiva, ha sido un elemento fundamental en el desarrollo de la sociedad y un factor clave de nuestra libertad, mientras que por otro ha transformado radicalmente el paisaje urbano y rural de nuestro planeta. Su paradigmático porvenir se aborda en Future, la última parte de la exposición. Pero antes de llegar al final disfrutaremos de un emocionante viaje en el tiempo a bordo de bellísimos coches de aspecto anguloso, estilizado, deportivo o aerodinámico. Algunos lucen un diseño depurado, de líneas fluidas que semejan “esculturas vacías con ruedas”, tal y como los describió Arthur Drexler a principios de la década de 1950. Arte e innovación tecnológica en un espacio único.
Ponga un Foster en su ciudad
Tras una larga, exitosa y fructífera trayectoria profesional resulta prácticamente imposible encontrar alguna gran ciudad que no tenga edificios firmados por Norman Foster: Londres, Nueva York, Berlín, Hong Kong, Fráncfort, Sídney, Singapur… Nuestro país no es una excepción. Su obra está presente en Madrid, Barcelona y Bilbao, un lugar del que conserva gratos recuerdos y con el que mantiene una relación muy especial. Un estrecho vínculo que comenzó hace décadas cuando en 1988 su estudio se adjudicó el concurso para la construcción del metro de Bilbao. Para él aquella experiencia bajo tierra fue inolvidable, “casi religiosa”, comentó en cierta ocasión. Desde entonces, los “fosteritos” (las populares marquesinas de acero y vidrio que decoran las bocas del metropolitano bilbaíno) se han convertido en uno de los símbolos de la extraordinaria transformación urbanística de la capital vizcaína.
No sabemos si esta estrecha relación del autor con la ciudad ha pesado en la elección de las dos grandes muestras con las que la institución conmemorará el 25 aniversario de su apertura, pero indudablemente es uno de los platos fuertes. El otro llegará en otoño con “Secciones/Intersecciones. 25 años de la Colección del Museo Guggenheim Bilbao”. Será entonces cuando el museo despliegue toda su colección ocupando la totalidad del espacio expositivo y poniendo de relieve grandes hitos y tendencias de la historia del arte moderno. Un espléndido broche de oro para esta efeméride cultural.