Hace ya más de un siglo que Ricarda dejó su Aragón natal por Barcelona en busca de una vida mejor para su numerosa familia. Cuando encontró donde instalarse se los trajo y comenzaron a reparar muebles antiguos, que la gente abandonaba, para después venderlos. De aquel humilde negocio en el barrio barcelonés de Sants nacería décadas después el germen de la prestigiosa firma de mobiliario de diseño Pilma.
Primero como ebanistería-carpintería de muebles de oficina de estilo americano y ya en los años 70 con la apertura, en la calle València, de la primera de las tres tiendas Pilma de decoración e interiorismo en Barcelona. Así fue como comenzó todo, relata a Crónica Global Ricard López, biznieto de Ricarda y actual director creativo de la empresa. Ahora a los establecimientos de la Ciudad Condal se ha sumado un cuarto en Madrid que acaban de inaugurar.
El tempo del diseño en el barrio más exclusivo
Se ha hecho esperar, pero al fin han podido cumplir un sueño que venía de lejos. Hace ya tres años que decidieron abrir sede en la capital. No valía cualquier sitio, debía estar ubicada en una zona céntrica, muy visible. Además, necesitaban un espacio amplio donde poder mostrar adecuadamente la colección.
El lugar perfecto lo encontraron en la calle Velázquez, 23 (esquina con Jorge Juan), epicentro comercial del barrio de Salamanca. Una auténtica joya arquitectónica de más de 1.000 metros cuadrados en una de las arterias más exclusivas de la ciudad. Tres diáfanos y luminosos niveles, conectados por una magnífica escalera, donde se exponen sus impecables diseños de sillas, taburetes, lámparas, mesas y sofás de formas depuradas ajenas a cualquier artificio.
Un logotipo icónico
“Siempre hemos tenido la familia mucho interés por el tema de la arquitectura” y, sin duda, una especial sensibilidad por el diseño. Prueba de ello es que sus tres centros de Barcelona han sido finalistas de los prestigiosos premios FAD de Arquitectura en el apartado de interiorismo; o que el logotipo de la firma, diseñado en 1974 por Josep Baqués para la primera tienda, forma parte de la colección permanente del Museo del Diseño de Barcelona. Como curiosidad, el nombre de la marca es un acrónimo formado con los nombres de la esposa y de la madre (Pilar y Magdalena) del fundador de Pilma, Ricard López Beltrol. Aquí todo queda en familia.
Para Ricard López “el mobiliario no es moda. El mobiliario ha de durar”. Las modas son pasajeras, por tanto, tienen fecha de caducidad. “Intentamos ser lo menos decorativos posible”, apunta. No necesitan adornos. El gancho de sus propuestas es precisamente la intemporalidad. Por ello sus creaciones huyen de lo efímero en busca de durabilidad, versatilidad, simplicidad y funcionalidad. Muebles absolutamente coordinables entre sí, donde la alta calidad que se ofrece está en consonancia con el precio.
Una decoración sostenible
Más del 50% de los materiales utilizados en sus productos son de origen nacional. Trabajan con plásticos reciclados; artículos ya usados, como es el caso de viejas alfombras turcas de las que reutilizan las partes buenas usando el método del patchwork; y maderas de plantación o maderas antiguas que buscan en lugares lejanos. Hasta Java (Indonesia) han viajado en busca de teca, un material que allí usan para construir viviendas. Cuando encuentran una casa en buen estado se la compran a sus propietarios y les proporcionan otra de ladrillo, así obtienen un producto muy antiguo y resistente que además tiene lo que Ricard define como “el tacto de la historia”. No hay dos piezas iguales en su colección, cada una tiene su propia memoria, sus marcas de vida, son difícilmente dañables y por tanto muy resistentes. La exclusividad está garantizada y conforma el ADN de la firma catalana.
La emblemática tienda ha resistido numerosos embates. Ha sobrevivido a varias crisis económicas, al desembarco de la cadena sueca Ikea, que se llevó por delante a Vinçon o Habitat, y al boom y posterior pinchazo de la burbuja del diseño. A lo largo de todas estas décadas apostaron por un mobiliario de líneas depuradas, de colores neutros, incluso en un tiempo en el que los tapetes de ganchillo y el escay inundaban los hogares españoles.
Las claves de su éxito
Las tiendas Pilma son algo más que un comercio, son verdaderas galerías de arte donde contemplar piezas contemporáneas junto a otras icónicas. Algunas se llevan vendiendo ininterrumpidamente desde los años 60, como es el caso de las lámparas TMM y TMC de Miguel Milá; o la estantería modular Tria de Massana y Tremoleda desde 1978-79; otra como la silla Safari de Antonio Bonet está considerada todo un clásico del diseño.
Pero son sus artículos más vendidos los que refrendan su filosofía. Muebles prácticos y perdurables como los sofás modulares, que se adaptan a cualquier espacio, o una mesa redonda alargable que estéticamente funciona igual de bien sea cual sea el tamaño. Son elementos que cumplen a la perfección su cometido, no pasan de moda y el cliente los percibe como duraderos. “Normalmente ahí están los grandes éxitos del producto”, “simple y económico. Esto es ingenio”, concluye Ricard López.