Un buque avanza rumbo a Hispalis. Se avista entre marismas por esa entrada andaluza que ejerció desde siglos de cordón umbilical (atlántico) entre España y el mundo. Tranquilo, el Guadalquivir, es una puerta comercial y cultural de tamaño superlativo.
Sentados en el bar El Cura de la plaza de Don Antonio Cañadas de Trebujena, con Pepe Cabral y con unas costillas de cordero inolvidables, todo toma un tono embriagador. El tiempo parece suspendido entre las brumas que cubren el río y Trebujena se ofrece como un castillo blanco en lo alto de un cerro, apiñado y seguro ante esos horizontes infinitos dibujados por los meandros deltaicos.
Los sanluqueños reivindican su posición en la boca del río. Trebujena, en la retaguardia, en ese país interior inmediato, descansa tranquila entre albarizas primigenias.
Las viñas trebujeneras son protagonistas y queridas y ajardinadas.
Jerez como marco, físico y conceptual, es una marca histórica atada a su sistema de soleras y criaderas; y es difícil establecer conversaciones sobre viñedo, porque el tiempo y la locuacidad se ocupan en el matiz del tiempo que los vinos añaden en la bodega, e incluso su ubicación y condiciones ambientales --las de la bodega-- cobran protagonismo en las descripciones de enólogos y sumilleres.
En Trebujena se habla de viñedo. Llegamos allí de la mano de Pepe Cabral (natural de la villa de los Medina Sidonia), que desde los despachos de La Junta impulsó durante años el desarrollo de la viticultura ecológica; y tomó el relevo Joaquín Gómez Beser, que en su función de asesor de la Cooperativa Albarizas reconoce el valor del viñedo tradicional y lucha e influye para que el vino refleje el origen: la uva Palomino, el propio viñedo, con su antigüedad y su manejo, y el suelo de Albariza, salino y característico. Un punto y aparte merece su proyecto personal, con Meridiano Perdido, un vino tranquilo de Palomino de Trebujena, de sus tres hectáreas de viñedo ecológico de los años 50, con rendimientos de 6.000 Kilógramos.
Los 200 socios que actualmente forman la cooperativa Albarizas de Trebujena son propietarios de 265 hectáreas (1,5 de media) y 345 viñas inscritas. Los números hablan de minifundio, y de un apego a esas tierras que las convierten en jardines. Es un vínculo emocional que ve recompensado su orgullo con el reconocimiento de sus mostos, que de forma recurrente reciben premios y galardones. El Terralba ecológico 2019 obtuvo el año pasado el Ecoracimo de oro y es el compromiso de los socios para con la viticultura, con la más tradicional y natural.
Con esas credenciales, y aunque la marca de referencia de la bodega es Castillo de Guzmán, con esa mirada hacia el terruño tan original en el Marco de Jerez, y dada la vocación de la cooperativa Albarizas de transformación de mostos en vinos base para la venta a (terceros) criadores, nos impusimos el reto de hablar de Terralba como expresión de tipicidad vinculada al terruño, una mirada al vino como proyección del origen geográfico, como en tantos otros territorios vinícolas: Palomino de Trebujena.
Pero, ¿cuál es la impresión que invade a quien se acerca a Terralba? Porque alejándonos de las crianzas vamos a la variedad y a los suelos. ¿Es fino, contiene frescura, mineralidad? Porque ahí está alguna de las preguntas más importantes: ¿es el suelo, es la variedad, es el clima o es la crianza? Y lo sorprendente es su firmeza, su textura y su carnosidad, para un blanco que desde mucho sólo se le conoce a través de las botas... y es que siempre se supo que la maduración es más lenta y rica que en otros puntos del Marco, y esa es una huella que repercute en el vino, aunque en el fondo preferimos que sea el errante explorador quien bucee y descubra sus propios mensajes: el embalaje contiene topografías frágiles que requieren de afectos.
Steven Spielberg eligió Trebujena para rodar El Imperio del Sol (1987). El director norteamericano buscaba exteriores que se asemejaran a las marismas chinas del río Wusong, en Shangai, y junto a los extraordinarios atardeceres del Guadalquivir más primitivo encontró su escenario. Esa pureza rural es un lugar en el mundo muy especial; y puede que sea por esa paradoja hipnótica de lo deltaico que sus gentes sienten arraigo y orgullo sano, alejados del barullo de los ejes del Marco, desde Pepe Cabral y Joaquín Gómez hasta Isabel Galán, la chica que servía en un bar cuando lo de Spielberg y que atrajo a John Baker, el director de efectos especiales del Imperio del Sol con el compromiso de quedarse en Trebujena.
La calma es absoluta y reconfortante. El río es grande y aún se resiste a fundirse con el mar. En sus meandros finales deviene estuario... espera tranquilo y paciente, acogedor. Se intuye el océano y la sal, pero aún va a permanecer sinuosamente antes de abrirse definitivamente al gran azul. En Sanlúcar el océano ilumina la tarde, en Trebujena es la línea verde de Doñana la que se avista en el horizonte. Doñana, tan lejos y tan cercana, hasta Sevilla no encontraremos ningún puente que nos permita acceder.
Vino: Terralba Blanco tranquilo
Precio (en tienda): 6 euros
Taula de Vi de Sant Benet: Oriol Pérez de Tudela, Marc Lecha