Un viaje a Valdepeñas para redescubrir uno de los vinos más apreciados de España
La cooperativa Coovival busca mejorar las condiciones para los viticultores de Valdepeñas, con el reconocimiento de la crítica especializada
20 junio, 2021 00:00“Yo pongo en lo más alto al vino, especialmente al tinto. Siento un gran cariño por el Valdepeñas español, que se bebe frío, en bota de piel de cabra”: Mi último suspiro, de Luis Buñuel.
Suena últimamente el vino de Valdepeñas muy tristemente vinculado a la palabra fraude. En 2020 un informe del Consejo Regulador denuncia a algunos de los grandes grupos vinícolas de Valdepeñas por irregularidades en la comercialización de vinos de crianza y reserva. Estalla una guerra entre bodegas. Y el pasado mes de abril la Audiencia Nacional decide tomar cartas en el asunto y abrir una investigación por delitos de estafa, publicidad engañosa y falsedad documental. ¡Qué lejos quedan esos tiempos en que el vino de Valdepeñas era sinónimo de fama y reconocimiento!
Pero empecemos por situarnos en contexto: el lugar y un poco de historia. Estamos en Valdepeñas, enclave importante en esta inevitable gran ruta histórica que fue el antiguo Camino Real de Madrid y Toledo hacia Andalucía. Como en todas las otras grandes vías de comunicación, al Camino Real se superpuso una Nacional, en este caso la N-IV y ya en tiempos más recientes, plenamente europeos, la consolidación de la Autovía del Sur, la A4. Valdepeñas se encuentra exactamente equidistante entre Madrid y Córdoba, a 200 kilómetros de ambas capitales, y es la última ciudad importante de la Meseta antes de afrontar el sobrecogedor desfiladero de Despeñaperros, el mítico y abrupto paso, desde tiempos que se pierden en la memoria, del sur al centro de la península cruzando Sierra Morena. Paso domesticado hoy día por una obra de ingeniería monumental, su ancestral dificultad queda dulcificada por exigencias de movilidades y logísticas modernas.
Aún así, transitar Despeñaperros sigue impresionando. Valdepeñas se encuentra por encima de los 700 metros de altitud y forma parte ya de la cuenca del Guadiana. De hecho aquí dibuja un gran meandro el río Jabalón, que es el afluente más importante del Guadiana por su margen izquierdo. Un pequeño apunte en cuanto al vino se refiere: volveremos a encontrarnos con el Guadiana mucho más a poniente, en Extremadura, cerca de Mérida, antes de que este gran río se encamine directamente hacia el sur en su viaje al Atlántico. La ciudad se encuentra en el centro de una cuenca abierta, rodeada por montes y mesetas constantemente por encima de los 1.000 metros. A esta altitud y con gran distancia respecto al mar se comprende que el clima de la zona sea continental, esto es mucho calor en verano y mucho frío en invierno, ambos secos, y con una pluviomería anual baja, alrededor de los 300 milímetros. Los suelos son calcáreos, blancos en cuanto alzamos la vista hacia las lomas, pero lo que más llama la atención es la presencia de la arcilla roja por todo el valle.
La importancia de la Historia
Perdemos la cuenta de cuántas capas finas de historia se han ido intercalando y cubriendo en estas estribaciones al norte de Sierra Morena. Zonas de paso y enclaves ancestrales, fricciones y batallas durante la Reconquista, la orden de Calatrava… y posteriormente, durante la Guerra de la Independencia, Valdepeñas es uno de los nucleos que concentra más guerrilleros contra la invasión Napoleónica. Es en la Contienda de Valdepeñas, antesala de la derrota francesa en Bailén, que la ciudad será meritoria y posteriormente poseida del título de Muy Heroica por Fernando VII. Los episodios de la Guerra de Independencia separan los dos momentos dorados del vino de Valdepeñas, ambos entrelazados e íntimamente vinculados a otra ciudad: Madrid.
Pocos vinos históricos han coligado tanto dos ciudades como la relación Valdepeñas-Madrid. La primera de estas dos épocas la podemos circunscribir al período de los siglos XVII y XVIII hasta la invasión Napoleónica. Con el traslado de la Corte de Felipe II a ese pueblecito castellano que es Madrid en 1561 el aprovisionamiento de vino de Valdepeñas, ya reconocido por su calidad, empieza a ser continuo en la Villa. Su consumo se convierte en popular y la necesidad de surtir ese mercado es continua y creciente.
A finales del siglo XVIII se afianza en Valdepeñas el nacimiento de una burguesía almacenista y proveedora de vino a la capital, que será trascendental en la segunda edad dorada, durante todo el siglo XIX tras la citada Guerra de Independencia. En esta segunda época dorada, entran en juego las mejoras de comunicación propias del siglo. Primero con la construcción de postas y del paso de Despeñaperros, la ciudad se aprovecha de la mejora sustancial en las rutas hacia Madrid. Luego, ya en la segunda mitad del siglo, el florecimiento definitivo de la ciudad se consolidará con la llegada del ferrocarril en 1862. El vino empieza a viajar a Madrid en tren, de tal forma que al tren de Valdepeñas se le conocerá como el “Tren del vino”.
La burguesía que ya había aparecido con anterioridad también se desarolla con fuerza y se protege: nace la preocupación por la calidad del vino. La fama del vino de Valdepeñas es tan grande que las adulteraciones están a la orden del día. A esta burguesía le importa que el vino no se adultere y no se disuelva en otros vinos (de la Mancha o de la tierra del sur de Madrid) o incluso en agua. Se invierte en investigación y, de hecho, cuando la plaga de la filoxera llega a Valdepeñas, tarde, alrededor de 1900, la apuesta se mantiene por seguir investigando y prueba de ello es la construcción de la estación enológica o el reconocimiento de calidad de los vinos de Valdepeñas que culminarán en 1932 con la creación (a la par que otras en España) de la Denominación de Origen Valdepeñas.
Luego la Guerra Civil y el comienzo de una decadencia paulatina que seguirá en la posguerra. Pese a sufrir una cierta despoblación en la posguerra inmediata por quedar fuera de los planes de desarrollo industrial, desde los años 50 del pasado siglo la población de Valdepeñas se ha mantenido estable alrededor de los 30.000 habitantes y recientemente ha tendido incluso a aumentar. De todas formas esa decadencia culmina en las dos últimas décadas del siglo XX en una gran reconversión del sector vitivinícola. Es el fín de muchas bodegas tradicionales y familiares y la aparición de los grandes grupos corporativos que apuestan por los inmensos volúmenes a precios terriblemente bajos, otra vuelta de tuerca con la que llegamos a la actualidad con la situación descrita al principio y muchas incógnitas en lo que se refiere al futuro de la viticultura de la zona.
La ilusión de un proyecto
Pero no todo acaba en esa situación de guerra abierta por los precios y los grandes volúmenes y trasfondos de malas prácticas que dilucidar por la Justícia en cuanto a la crianza de los vinos. En 2016, tras plantarse ante una situación insostenible para muchos, un grupo de apenas ochenta viticultores se asocia para crear la Cooperativa de Valdepeñas, Coovival, con el objetivo de lograr mejores condiciones que las que ofrecen los grandes grupos (todavía se habla en pesetas en cuanto a precio por kilo de uva). Es un intento reciente e ilusionante de cambiar algunas cosas, que aplaudimos y deseamos conocer de primera mano. Asesorados por el enólogo valdepeñero José Sánchez Barba, los 79 socios que constituyen Coovival suman 800 hectáreas de viñedo y unos 11 millones de kilos de uva. Se establecen en las antiguas instalaciones de Bodegas Espinosa.
En esas instalaciones, funcionales y en progresiva modernización, también hay un patrimonio interesante: las 192 tinas de hormigón de 18.000 litros cada una (echen cuentas) que datan de 1972 y visualmente resultan impresionantes. Por ahora el 95% de la producción de la cooperativa se vende a granel, como se venía haciendo, pero ese 5% de vino propio embotellado es un paso importante hacia el reconocimiento de un esfuerzo por revertir situaciones heredadas de dificil sostenimiento. Y sus vinos empiezan a tener reconocimiento por parte de la crítica especializada.
Más allá de la exploración de caminos que nosotros podemos elucubrar de recorrido incierto, como los embotellados de verdejo tratando de emular éxitos de otras latitudes, o de vinos de poca graduación tratando de conquistar públicos jóvenes, los comprendemos y miramos con afecto desde la búsqueda de sostenibilidad de un proyecto honesto que trata de salir adelante. Aunque a nosotros nos interesan las variedades más propias de la zona. Y ahí probamos el vino blanco de airén, limpio, con expresión varietal y de evolución interesante. Y sobre todo los tintos de tempranillo, variedad también conocida en la zona como cencibel, tanto el joven, muy correcto y honesto, como su crianza, el Concejal crianza tempranillo 2017.
¿Cuál es la impresión que invade a quien se acerca a una copa de Concejal crianza? ¿La frutilla mineral y limpia característica del tempranillo? ¡Sí! Decididamente ¿Y esa longitud que aportan los 10 meses de crianza en barrica? La boca es amable y agradable. ¿Un vino equilibrado? También. Aunque en el fondo nos gusta que sea el errante explorador quien bucee y descubra sus propios mensajes: el embalaje contiene topografías frágiles que requieren de afectos.
La plaza de toros más antigua
Pensamos en comer con este vino, quizá platos típicos de la zona, como las gachas, los duelos y quebrantos, la caldereta de cordero o un buen pisto… María Ángeles Ruiz, quien muy amablemente nos ha abierto las puertas de la bodega en un domingo nublado y fresco de finales de mayo nos explica que esto es el comienzo, que la comercialización va avanzando pese al año y medio que hemos pasado todos y que quieren persitir en este camino, que es el justo y honesto. No podemos estar más de acuerdo. Nos habla también de empezar a trabajar vinos parcelarios, concretamente un tempranillo de una viña propia pegada a la bodega que subirá un escalón en calidad y precio.
Y ese es un camino que queremos seguir de cerca. Saliendo ya de la visita pensamos en todo esto, en la historia de Valdepeñas, en sus vinos que fueron de los vinos más prestigiosos de nuestro país y en la todavía incipiente trayectoria de esta Cooperativa, y casi sin darnos cuenta nuestras reflexiones nos han acompañado en un santiamén a uno de los sitios más pintorescos de la zona, muy cerca de Valdepeñas, la Plaza de Toros de las Virtudes de Santa Cruz de Mudela. Se dice que es la más antigua de España, inaugurada en 1641. Su coso en forma cuadrado y colindando con la Ermita Santuario de la Virgen de las Virtudes logra un lugar especialmente singular y atractivo. El día sigue cubierto y caen algunas gotas de lluvia.
El lapso de la visita nos permite poner una pausa en la reflexión, nos permite cerrar por ahora el capítulo de Valdepeñas y enfrentarnos a lo que nos viene: nuestro Big Sur hispánico. Vamos a entrar por Despeñaperros en Andalucía.
Vino: Concejal crianza tempranillo 2017
Bodega Cooperativa Vinicola de Valdepeñas
Precio (en tienda): 6,5 euros
Taula del Vi de Sant Benet: Oriol Pérez de Tudela y Marc Lecha