“La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos”, (Pablo Neruda)

Hace justo un año que el mundo se encerraba por una pandemia sorprendentemente perturbadora. Desde estas páginas nos acercábamos a la Terra Alta para asegurar un viaje por los viñedos y los vinos que nos llamarían la atención, desde la perspectiva de la tipicidad regional que atesoran las múltiples cooperativas esparcidas por el conjunto del territorio. En ese camino que habíamos iniciado en Calatayud quisimos ir enseguida hacia el sur de Cataluña por la senda del Ebro. Habíamos empezado con Garnacha tinta y queríamos afianzar ese recorrido con pie firme, con la Garnacha Blanca. Y fuimos a Bot, en busca de uno de los mejores ejemplos que teníamos a mano. Laquarta es un vino que habla de la Garnacha en su versión más estilizada, buscando más equilibrio y precisión que redondez, buscando pureza y autenticidad en una interpretación que raya la perfección prototípica. Bot es una pequeña localidad de 500 habitantes al pie de los Ports de Besseit, junto al río Canaletes y a 286 de altitud. Esas características, las geográficas, son importantes para dar cuenta de las especificidades de sus vinos: su Garnacha goza de microclimas relativamente húmedos en comparación con las laderas más soleadas de las sierras de Gandesa, Batea o Vilalba; y en consecuencia, las interpretaciones enológicas obligan a miradas  frescas, que contribuyen a poner al día la imagen internacional de esta (nuestra) gran variedad mediterránea.

Hoy volvemos a Bot, con un año de viaje vinícola (por el momento por el tercio norte peninsular) a nuestras espaldas, para acordarnos de Francisco Martí Alcoverro (1950-2021) que falleció el pasado martes y con quien tuvimos ocasión de compartir algunos buenos momentos, públicos la mayoría y algunos entrañablemente familiares.

La propia página web de la Agrícola Sant Josep le nombra como figura relevante de la historia de la entidad:

"Las personas socias son el alma de Agrícola Sant Josep. Son más de trescientas, la mitad de las cuales, productores y productoras de una larga tradición familiar de agricultores de al menos tres o cuatro generaciones. En estas personas recae la responsabilidad de gobierno de la cooperativa. Entre ellas cabe destacar la figura de Francisco Martí Alcoverro (Bot, 1950), socio que presidió Agrícola Sant Josep entre los años 1993 y 2005. Durante ese período, Martí consiguió el apoyo social necesario para concentrar los esfuerzos de la cooperativa en desarrollar el negocio del vino con marca propia".

Cuarta generación

Francisco Martí, al frente de la cooperativa, tuvo la visión y el tesón para invitar y empujar a sus compañeros a dar el salto a esa modernidad que hoy nos lleva a hablar de vinos, de vinos con marca. Martí impulsó las marcas Clot d'Encís y Llàgrimes de Tardor que (acreditado está) marcaron una época en la región y contribuyeron a ponerla en el mapa de las denominaciones de origen con argumentos y fundamento.

La Cooperativa Agrícola Sant Josep, en Bot

Los que allí le acompañaron lo saben, y los que un día llegamos a Bot para conocer esos vinos podemos imaginar la revolución que supuso pasar de la venta de graneles a la cruzada del embotellado, y la aventura comercial de poner apellidos al vino. Evidentemente supuso un plan de inversiones en tecnología y en procedimientos enológicos. Y la contratación de enólogos como Jaume Clua, un joven diplomado que se había marchado a ejercer en la zona de Tarragona... supuso también un atrevimiento para con la Garnacha (hace 25 años pocos creían que esa variedad regional pudiera dar vinos finos y refinados), y especialmente con la blanca. En el caso de Llàgrimes de Tardor se buscó desde el primer momento la nobleza y la longevidad (contraviniendo todos los augurios), y su vinificación y crianza incorporaron la barrica de roble nueva que en aquel momento fue símbolo de los más altos estándares de calidad internacional. Pero el proyecto y su ambición exigía persistencia y compromiso colectivo, para seleccionar uvas y parcelas. La enología proponía y la empresa crecía a su alrededor, al hilo de esos vinos imaginados que iban a abrirse camino en los océanos comerciales, locales y globales.

Después de Martí siguieron otros, que afianzaron el proyecto, hasta esta cuarta generación a la que hacíamos alusión con la pieza que le dedicábamos el año pasado. Siguieron en la senda del desarrollo de la marca, con mayor precisión y con el hilo de la clasificación varietal, para ofrecer al mercado más y mejores opciones para conocer Bot y la Terra Alta a través del vino.

Los que luchan toda la vida

Vista la historia, Francisco Martí estuvo acertado en el reto del viraje hacia la marca, hacia los embotellados con identidad comercial y con tipicidad regional: el mundo los estaba esperando pero el tren pasaba y había que subirse --en aquel momento se iniciaron también otros proyectos de modernización vinícola de la Terra Alta.

La historia de las cooperativas es la unión de lo colectivo con la tradición; la modernización que empujaron las crisis; y la visión y el liderazgo de quienes tuvieron la responsabilidad en cada generación para empujar esos proyectos colectivos de creación de riqueza, transformando los frutos de los parajes más queridos, proyectando los ancestros hacia el futuro.

Si hoy hay en Bot una empresa local de referencia con perspectivas y fundamentos es porque el pueblo entero está comprometido con ella, y porque personas como Francisco Martí Alcoberro, con su tesón y su carácter indestructible tuvieron la fuerza y el compromiso que les correspondió para aportar su grano de arena.

Hace tres años que tuvimos noticia de su enfermedad. Luchó con su carácter para hacerle frente. Tuvo la ilusión de una nieta. Y esta semana se fue, demasiado joven pero habiendo cumplido con sus retos sociales y familiares.

Ir a Llàgrimes de Tardor es el homenaje que le haremos desde aquí. Hemos tenido ocasión de probar varias añadas del vino de referencia de Bot, y tenemos una idea general que las atraviesa: la selección y la interpretación --fresca-- de la Garnacha permanecen y permiten disfrutar de cosechas antiguas sin que una oxidación excesiva genere peso en el paladar; y a su vez incluye complejidades que mezclan los cítricos característicos con las orellanas y los frutos secos. Es el caso de las añadas más antiguas disponibles, y su maridaje, por las complejidades, es el de los platos de tradición local, los guisos de conejo y perdiz, e incluso algunos escabeches de cordero. Las añadas más recientes (la 2017 o la 2018) son aún muy frescas, y esos cítricos de la Garnacha son dominantes y las carnes blancas y los rustidos son su pareja principal.

Habitualmente abrimos la cata con esta pregunta: ¿Cual es la impresión que invade a quien se acerca a Llàgrimes de Tardor? ¿Hay esa fruta de agua característica? ¿Cítricos? ¿Dulzura? ¿Complejidad?  Seguro. Están todas las virtudes de lo mediterráneo desde un interior de secano y en equilibrio... y como dicen en Sant Josep Wines, Llàgrimes es el vino con el que quisieron poner “de largo” la Garnacha.  Aunque, como siempre, preferimos que sea el errante explorador quien bucee y descubra sus propios mensajes: el embalaje contiene topografías frágiles que requieren de afectos.

A Bertolt Brecht se atribuye una frase que parece rescatada de la sabiduría popular: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan mucho años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida. Estos son los imprescindibles".

 

Vino: Llàgrimes de Tardor 1996

Sant Josep Wines – Agrícola Sant Josep de Bot

D.O. Terra Alta

Precio (en tienda): 10 euros

Taula de VI de Sant Benet: Oriol Pérez de Tudela y Marc Lecha