"Amigos, les advierto: A La Figuera se puede acceder por carretera, la que transcurre entre El Molar hasta La Bisbal; pero La Figuera, esculpida en la cúspide, con siete provincias en sus horizontes, no es un pueblo para ir sino para subir".
Josep Maria Espinàs se refería así a este paraje singular en su libro de 1961 A pie por el Priorato que, inscrito en esa literatura de viajes interiores que apelaban a la lentitud, descubría ya en aquel entonces los confines olvidados, justo en el primer desarrollismo, cuando empezaron a sufrir el éxodo que los iba a vaciar.
Hará siete u ocho años, discutiendo sobre suelos y tipicidades, René Barbier nos dijo que fuésemos a La Figuera, que subiéramos a esa cima de la comarca del Priorat cuyas uvas están inscritas en la Denominación de Origen Montsant. Su padre llevaba algunos años ya metido en el proyecto de Espectacle, una garnacha centenaria que estaba cosechando los más altos reconocimientos entre los prescriptores mudiales (Parker le dio 99 puntos en 2004 y en 2012). Pero más allá de Espectacle, René estaba convencido de que La Figuera era especial para el desarrollo de la garnacha. Esa cima tremendamente aireada, a 578 metros sobre el nivel del mar, apodada centinela del Priorato y desde donde se divisa la casi totalidad de las colinas de esa tierra hermosamente vinificada, atesora efectivamente cualidades excepcionales para esa uva mediterránea tan extendida.
La etiqueta de este vino menciona una de sus características más descriptivas, genérica y esencial: "vino seco". Porque si hablamos de tipicidad, de aquello que caracteriza específicamente una región, un emplazamiento y hasta un paraje concreto, La Figuera destaca en este carácter seco. La garnacha adquiere ahí su quintaesencia: es fina, botánica, extremadamente mediterránea aromáticamente, reflejo de tomillos en sus distintas versiones, mezclando las florecillas blancas con las violáceas, alargando su perfume sutil y cítrico...
Entre los winelovers y los enólogos es un lugar común: "hay que subir a La Figuera". Nos lo había dicho René y fuimos, y conocimos a Juan, a Albert y a Josep, los tres viticultores que siguen sosteniendo la sociedad cooperativa que se levantó en los años 30 del siglo XX. Aunque hay otros socios propietarios, son ellos los que casi por romanticismo estuvieron dando continuidad a una historia que hasta hace muy poco parecía condenada a la desaparición. En esa excursión que hiciéramos en 2013 compramos un vino que compartimos con amigos y que nos dejó una huella en esa memoria del gusto a la que a menudo acudimos en el sentido referencial.
Alta singularidad
Pero ese entusiasmo de René transmitido generosamente estaba latiendo en sus entrañas, y la curiosidad y su empeño se tradujeron muy rápidamente en un proyecto de enormes beneficios: de su interés por La Figuera y su singularidad, de su deseo por explorar esa esencia de la garnacha, ese carácter tan especial, sostenida en su fragilidad, limpia y deslumbrante en una tensión aromática estructural, nació la colaboración de un apasionado del vino y los empedernidos defensores de la tradición.
Juan, Albert, y Josep se mostraron algo incrédulos ante el entusiasmo del responsable (junto con Sara Pérez) de Venus La Universal, aunque fuere un aval que quizá les convencería al fin para emprender una última (¿?) aventura. A cambio de las uvas de una finca muy determinada en la zona de El Guixà que desde 2014 se vinifican para dar nombre a un monovarietal de alta singularidad conocido como Venus de la Figuera, René asesora y dirige la vinificación de este Sindicat de la Figuera que sorprende a próximos y extraños por su elegancia y su frescura.
El factor altura es clave. La referencia topográfica de altitud es un determinante de referencia vinícola para dar cuenta de la calidad de la uva, así como de la tipicidad. Es, junto a los suelos, que en este caso hay que hablar de arcillas con altos porcentajes de cal, y obviamente a la latitud, uno de los elementos que inciden en el comportamiento de las variedades vegetales. Y La Figuera tiene esa altura diferencial que permite maduraciones lentas y consecuentemente ricas, contenedoras de matices que en otras cotas inferiores resultan imposibles. Esa altura, junto a la ventilación que en algunos años sacude la flor e malbarata cosechas, es el factor que hay que buscar en La Figuera, porque es único.
Años atrás, estaba la fonda del pueblo, donde se comían unas "crestas" muy recomendadas, y la excursión merecía la pena ya sólo por el placer del encuentro de esa cocina de raíz que uno sentía como arqueología... pero un día bajó la persiana por jubilación de los dueños, y pareció que ya casi había que poner el cierre. Que sólo quedaría como referencia topográfica, apenas.
La recuperación del Sindicat de la Figuera, junto a Espectacle y a la bodega Ficaria Vins y su Pater, es un acto de salvación patrimonial de gran importancia que, desde la modestia intrínseca invita a la sonrisa feliz. La Figuera representa esa idea de tipicidad y de singularidad local que el vino sintetiza y expande por donde viaja. La frase del vino como "paisaje embotellado" es especialmente verdadera en La Figuera.
Ventilación, ligereza, madurez sin peso, frescura, longitud, potencia aromática, y todo a precios de vino cotidiano. Sindicat de la Figuera (probamos el 2018) es una expresión del deseo y asequible. E invita a pensar, y obliga a buscarle maridajes a la altura; y divisándose largos horizontes desde sus cotas, puede unirse al marisco del Ebro, porque aunque tinta, esa garnacha es fina y es seca.
Revitalización del Priorat
La etiqueta estaba, y en esa excursión arqueológica que dio lugar a este Sindicat revitalizado y esencial se dieron de frente con ella. La imagen transmite tradición, que la contiene y la merece; pero fundamentalmente restituye mensajes que estaban y que deben estar, con este "seco" determinante.
Pero ¿cual es la impresión que invade a quien se acerca a Sindicat de la Figuera?¿Hay esa violeta característica de la garnacha? Quizá, pero acompañada de tomillos. ¿Cítricos? De tomillos cítricos. ¿Frutas? Seguro que se encuentran, pero menos grasas y evidentes que en otras garnachas. Aunque en el fondo preferimos que sea el errante explorador quien bucee y descubra sus propios mensajes: el embalaje contiene topografías frágiles que requieren de afectos.
Espinàs, que nonagenario pero activo, sabe de esta revitalización del Priorat, obviamente porque ha sido testigo indirecto de la misma, como todos los observadores atentos, y porque está confirmadísima y ha sido referencia de la recuperación del terruño español de las últimas décadas. Pero la recuperación de esta cota (que fue crucial en la Batalla del Ebro de 1938) era quizá inesperada para él como para la mayoría. La Figuera estaba ya en un extremo casi inexpugnable: Juan, Albert i Josep la sostenían. Y René soñaba con ella.
Vino: Sindicat de La Figuera, Garnatxa 2018 D.O. Montsant
Precio (en tienda): 8 – 10 €
Taula de Vi de Sant Benet son: Oriol Pérez de Tudela, Marc Lecha y Albert Martínez López-Amor