Poeta, crítico literario y catedrático emérito de literatura española en la Universidad de Barcelona, donde impartió clases hasta su jubilación, Joaquín Marco ha fallecido este jueves, tras una larga enfermedad, en la Ciudad Condal, donde había nacido hace 85 años y en la que desarrolló sus primeros estudios universitarios hasta que, en 1961, se trasladó en calidad de lector a la Universidad de Liverpool.
“Quien no lea, nunca llegará a vivir con intensidad la aventura de existir en otros tiempos, de poseer tantas personalidades, de sufrir y gozar, de andar por la vida como sobre una nube: la de la imaginación ajena”, escribió Marco en El crítico peregrino. Leer y escribir sobre literatura española, un libro donde reunió distintos artículos y ensayos escritos entre 1965 y 2003 en torno a la literatura española, desde el final de la Guerra Civil hasta los últimos años del siglo XX. Testigo excepcional de la evolución de las letras españolas, Marco no solo nunca dejó de leer, sino que enseñó a leer a generaciones enteras, dejando tras de sí un legado que va más allá de su extensa bibliografía.
Anna Caballé y Jordi Gracia son seguramente los más notables discípulos de Marco que, a su vez, tuvo al profesor José Manuel Blecua como director de su tesis doctoral, Los pliegos sueltos poéticos en el siglo XIX: introducción al estudio del pliego de cordel y de sus vertientes literarias (1750-1850). Fue presidente del tribunal ante el cual un entonces joven profesor llamado Javier Cercas se convirtió en doctor con una tesis dedicada a Gonzalo Suárez. Cercas, tras años de docencia, dejaría en suspenso su carrera universitaria y triunfaría en el mundo editorial. Sus libros se convertirían en objeto de interés para Marco, que hasta el último momento prestó atención a todo cuanto acontecía en el mundo de las letras españolas.
Desde las páginas de la revista Destino, donde comenzó a escribir invitado por Josep Vergés, su director, para sustituir a Joan Fuster; de Ínsula o de diarios como La Vanguardia, ABC o El periódico de Catalunya, Marco ejerció la crítica, acercando así sus intereses literarios a un público más amplio. De hecho, desde muy pronto alternó sus investigaciones universitarias con trabajos de carácter más divulgativo. Ejemplo de ello es La nueva voz de un continente, un manual publicado en 1982 dirigido, en palabras del propio Marco, a “la gran audiencia de la literatura latinoamericana, que va mucho más allá de los especialistas”, y a “los estudiantes que quieran introducirse en el tema”.
Este papel de divulgador no solo lo ejerció a través de la crítica, sino también en el campo de la edición. Fue el creador en 1968 de la colección Ocnos, primero vinculada a la editorial Llibres de Sinera y, posteriormente, en Barral Editores, para finalmente incorporarse a Lumen. Con Jaime Gil de Biedma, Pere Gimferrer, Ángel González, Luis Izquierdo, Manuel Vázquez Montalbán y José Agustín Goytisolo en su consejo, la editorial, que tomaba su nombre del poemario de 1942 de Luis Cernuda, descubrió a los lectores españoles poetas clave de la literatura latinoamericana del siglo XX. Marco publicaría El deseo de la palabra de Alejandra Pizarnik, Posible imagen de Lezama Lima, En la Masvida de Oliveiro Girondo, Poemas de Ernesto Cardenal, Pameos y meopas de Julio Cortázar o Poemas escogidos de Jorge Luis Borges.
Precisamente por ser uno de los que propiciaron la incursión de muchos autores provenientes de Latinoamérica, Marco quiso narrar la historia de su llegada, sin caer en los tópicos que envolvían al llamado boom, quizás también porque veía –con pesar– de que los principales trabajos sobre los autores y obras que tanto admiraba estaban firmados en Norteamérica. De ahí que fomentara no solo su lectura, sino su estudio dentro del campo académico, convencido de que los autores hispanoamericanos que se dieron a conocer a finales de los sesenta y primeros de los setenta habían abierto “la puerta de la imaginación, cerrada por el realismo” y habían traído “una nueva manera de expresarse” liberando “la entrada de los grandes temas de nuestras culturas populares”. Entusiasta de esta nueva literatura, Marco fue íntimo amigo de Gabriel García Márquez, quien le regaló uno de los dos juegos de galeradas corregidas de Cien años de soledad.
En más de una ocasió, Marco hizo hincapié en lo erróneo que era considerar que la presencia de la literatura hispanoamericana en España comenzaba con el boom, pues, como precisaba en ocasión de la publicación de La nueva voz de un continente, había habido “aquí movimientos culturales tan importantes como el Modernismo o las vanguardias, impensables sin Darío, sin Huidobro, sin Borges, sin Vallejo”, así como escritores que habían mantenido “un contacto continuado con la cultura y con el mundo editorial español”, llegando a publicar muchos de sus libros “por primera vez en España”.
A estas facetas hay que sumar la de poeta. Marco fue autor de
Sus dos últimos poemarios, El muro de Berlín y Variaciones sobre uno mismo reúnen, seguramente, sus poemas más personales: la infancia, la memoria, el paso del tiempo o la inutilidad de la nostalgia son algunos de los temas de los poemas reunidos. En El muro de Berlín, dedicaba un extenso poema a su ciudad natal, "Nostalgia urbana"; entre sus versos, reaparecía la Barcelona de su infancia, la de la posguerra, pero también la Barcelona de su juventud, esa ciudad a la que vio transformarse y de cuya vida cultural fue protagonista. Con su muerte, perdemos a un hombre sabio que nos enseñó a leer y a un crítico que nos descubrió nuevos horizontes literarios.