Sergio del Molino saltó a la fama con su La España Vacía, un libro-ensayo de aire periodístico aunque muy literario que revisitaba el territorio rural con una crítica a la idealización nostálgica que sobre ella proyecta la perspectiva de la vida urbanizada. La repercusión del recorrido de ese cada vez menos joven escritor por las geografías de la despoblación llegó hasta los focos de la política mediática, que asumió el debate e incluso el sintagma; y se puede afirmar que Sergio del Molino contribuyó decididamente a poner en el tablero una discusión sobre lo territorial --que es histórica y latente-- con una mirada irónica y entrañable, como si ese campo añorado y olvidado a la vez, reapareciera de repente en un retrovisor luminoso y persistente.
Se dice que Lugares fuera de sitio, con el que Del Molino ganó el premio Espasa de ensayo y en el que visita territorios de frontera para dibujar las costuras geográficas ibéricas, es un epílogo del anterior. Mirar la frontera, vivir en la frontera, es una experiencia paradójica: el límite te define, y el otro está al alcance.
Llamamos a Luis Marín para hablar de Batea, porque acaba de pasar la frontera profesional de la jubilación y es, aún y quizá para mucho tiempo, nuestra referencia del conocimiento vitivinícola de esta localidad tarraconense que siempre fue frontera geográfica, entre Tarragona y Zaragoza, entre Cataluña y Aragón, unidas por el Ebro, geográfica, física y culturalmente.
Al otro lado (del teléfono) encontramos afabilidad y pasión, por el vino y por esas geografías que el enólogo llevaba 35 años interpretando.
Una historia de frontera
Batea, que bucenado en las enciclopedias digitales nos regala alusiones a la historia fronteriza, es uno de los municipios que marcan esa línea entre Cataluña y Aragón, y desde hace algunas décadas es algo administrativamente importante, porque las fincas de Batea están bajo el amparo de la Denominación de Origen Terra Alta, que protege y da cobertura y valor a los viñedos que en la otra orilla se pierden en el anonimato y la memoria popular del vino genérico y casero.
La región excele con reconocimiento internacional con la Garnacha Blanca, y es también el caso de Batea, pero ya hicimos alusión a ella con Laquarta de Bot, un ejercicio de precisión y de esquematización excepcional de la variedad.
Así que nos sentamos ante (y con) una botella de Tipicitat, un vino oscuro y profundo que lleva la verdad en el nombre. Tipicitat, del que la impresión de frescura y equilibrio es evidente, ¿quizá contiene esa fruta roja y terna y cítrica que esperamos en la Garnacha? Evidente; ¿y la rusticidad de la Cariñena, fresca y segura ante el envejecimiento humilde? Eso parece, y se confirma cuando la botella lleva ya un tiempo abierta. ¿Qué decir de ese roble que redondea taninos y lleva el trago hacia una longevidad placentera y noble? Esas notas están ahí, aunque en el fondo preferimos que sea el errante explorador el que bucee y descubra en el vino sus propios mensajes: el embalaje contiene topografías frágiles que requieren afecto.
Preguntándole a Luis Marín sobre Tipicitat nos embarcamos en un viaje que cruza el río una y otra vez, de la historia cultural a la administrativa, de la geografía a la economía rural... porque las causas históricas por las que la región dio cobijo a la Garnacha y a la Cariñena, con un ensamblaje de éxito en el equilibrio organoléptico, son geográficas; y por ello el nombre del vino: Tipicidad significa expresión de lo típico, pero más allá de lo folklórico, típico en cuanto a lo que es genuínamente reconocible.
Y ahí es donde la conversación se hace breve, demasiado corta, y quisiéramos sostenerla indefinidamente. El proyecto de Tipicitat significó (por el 2005) poner en valor una selección de viñedos relativamente viejos (40 años en las garnachas y 50 en las cariñenas) de la parte alta del término municipal, una partida conocida por el apelativo de Les Serres, con rendimientos especialmente bajos. Identificar estas parcelas y ponerles un precio que justificara su mantenimiento es un acto de afecto hacia la propia labor enológica y hacia una tierra anónima y fronteriza que acaba viajando en una botella de vino auténtico y genuínamente profundo.
Sólo a unnos metros, más allá del límite administrativo de la Denominación de Origen Terra Alta, que coincide con el comarcal, el provincial y el autonómico, las garnachas viejas excelen igualmente en su potencial, pero carecen del vehículo y la estructura organizativa que el Celler Batea significa.
Las uvas de Cariñena
Pero la interpretación técnica y geográfica nos rebela aún algunas joyas que la experiencia de Marín (hoy en manos de Judit Folch) confirman amablemente. Originario de Fuendejalón, un pueblo de viñedos y vinos importantes del centro de Aragón, cercano a Zaragoza, Luis conoce el mapa de la Garnacha y habla de cada uno de sus vinos y sus pueblos con pasión y adhesión; y supo que la Cariñena tenía que ayudarle a equilibrar esas garnachas del sur de Tarragona, a menudo demasiado soleadas. Por eso Tipicitat nació respetando el asamblaje tradicional de la región, buscando la flor y la finura de la Garnacha y la frescura y la longevidad de la Cariñena. Sin ánimo de llevarse a engaño, Marín recuerda debates sobre valoraciones económicas de uvas de Cariñena que el mercado despreciaba, y debidamente seleccionadas permitieron ese equilibrio que da tipicidad al vino.
Nos quedaron muchas intuiciones en el aire. Esperaremos a que las circunstancias nos abran ocasiones para seguir aprendiendo de ese aragonés de nacimiento que se estableció en la costa tarraconense, con parada y fonda en Batea.
Aunque nosotros pusimos maridaje al vino, con una cocción de 48 horas de carne blanca para proporcionar un acercamiento neutral al que acompañamos de alubias y pimiento (especialmente pensando en la cariñena), al otro lado del límite administrativo y provincial, en la comarca vecina del Bajo Aragón está la literaria y monumental Calaceite, y su fantástica Fonda Alcalá, donde hemos disfrutado del ternasco entre muchas especialidades regionales.
Vino: Tipicitat 2016
D.O. Terra Alta
https://www.cellerbatea.com/ca/vino/tipicitat-negre/
Precio (en tienda): 10 – 12 €
TAULA de VI de Sant Benet: Oriol Pérez de Tudela, Marc Lecha y Albert Martínez López-Amor