La veleidosa relación entre artistas y museos ha sido una constante en la historia del arte. Las desavenencias y los enfrentamientos entre creadores y los espacios institucionales dominantes han significado, en numerosas ocasiones, un punto de inflexión entre el arraigo al arte tradicional y la consagración al arte futuro.
El complejo idilio entre arte y protesta es un fenómeno recurrente del universo artístico. Uno de los más significativos se produjo a finales del XIX en París donde un grupo de airados pintores fueron designados de forma despectiva de “impresionistas” por el crítico de arte Louis Leroy.
De nuevo París, durante los primeros años del siglo XX, volvió a ser el epicentro de una polémica artística. Sus protagonistas, entre otros, fueron André Derain, Maurice de Vlaminck y Henri Matisse. El desafiante uso del color en sus obras provocaron un gran escándalo entre el público hasta el punto de que el crítico Louis Vauxcelles los bautizara como fauves (fieras).
Los 18 irascibles de Nueva York
Precisamente esta caprichosa paradoja es el germen de “Los irascibles: pintores contra el Museo de Nueva York, 1950”, que se podrá ver hasta el 7 de junio en la Fundación Juan March, en función de cómo evolucione la crisis del coronavirus y el cierre de las instalaciones. La decisión, como el resto de centros en toda España ha sido la de cerrar hasta el 26 de marzo.
La muestra gira en torno a un relevante hecho que acabaría siendo determinante para comprender el expresionismo abstracto norteamericano. Este hito histórico fue la protesta de 18 pintores, integrantes de la que posteriormente se conocería como la Escuela de Nueva York, en contra del Metropolitan. El museo había programado una muestra titulada American Painting Today: 1950, para diciembre de 1950. Una exposición en la que el citado grupo sería excluido debido a las características del jurado seleccionador, claramente retrogrado y contrario al denominado “arte moderno”.
La iniciativa, liderada por Adolph Gottlieb, se gestó en unas jornadas organizadas en el Studio 35, punto de encuentro de artistas. Fruto de la reunión se redactó una carta abierta dirigida a Roland L. Redmond, presidente del Metropolitan, en la que manifestaban su disconformidad.
La misiva rubricada por el mismo Gottlieb, Willen de Kooning, Hedda Sterne (la única mujer del grupo), Ad Reinhardt, William Baziotes, Jackson Pollock, Richard Pousette-Dart, Clyfford Still, Bradley Walker Tomlin, Robert Motherwell, Jimmy Ernst, Mark Rothko, Theodoros Stamos, Barnett Newman, James Brooks, Hans Hofmann, Fritz Bultman y Weldon Kees se publicó en mayo de 1950 en la portada del New York Times acompañada del siguiente titular: 18 pintores boicotean al Metropolitan: acusan al museo de mantener “una actitud hostil hacia el arte avanzado".
La repercusión fue tal que al día siguiente el conservador New York Herald Tribune contraatacó con un severo artículo contra los que calificó como “los 18 irascibles”.
No fueron los únicos que se unieron a la polémica. Los responsables de la revista Life encargaron a la fotógrafa Nina Leen una fotografía de grupo de los pintores “irascibles” para ilustrar un reportaje sobre el controvertido asunto. Para Manuel Fontán del Junco, director de exposiciones de la Fundación Juan March, “dicha fotografía es la historia del arte del siglo XX pillada infraganti”.
En la instantánea posaron solo 15 de los 18 pintores firmantes de la contestataria carta: Bultman, Hofmann y Kees no pudieron asistir por diferentes motivos. La imagen, que años después se convertiría en el retrato “extraoficial” del movimiento pictórico, se tomó en un estudio de la calle 44 oeste, un “territorio neutral” tal como habían pedido los artistas. Leen nos les dio ninguna pauta a la hora de colocarse y apenas hizo 12 tomas en la breve sesión por temor a que se fueran. Esta “foto de familia” ilustró la reseña que se publicaría en la edición de Life de enero de 1951. Fue así como un efímero documento visual se convertiría en un “momento decisivo en la historia del arte norteamericano”.
La exposición
La exposición se articula en dos salas. En la primera, a modo de introducción, dos fotografías enfrentadas: la de “los irascibles” y otra de la inconfundible fachada del Metropolitan. Entre ambas hay diversas vitrinas que muestran diferentes publicaciones de la época, destaca la célebre edición de Life de enero del 51.
La siguiente sala exhibe la obra de todos y cada uno de los artífices de la protesta. Un total de 18 lienzos en una suerte de exposición boutique. Tres de ellos prestados por la institución que un día les rechazara, el Metropolitan. Hoy en día el museo neoyorquino atesora obra de todos ellos excepto de Waldon Kees.
La exposición pone de manifiesto el delicado equilibrio entre artistas y guardianes de los cánones establecidos, documentando una historia, que comenzó de manera anecdótica y acabaría convirtiéndose en uno de los episodios más significativos de la historia del arte norteamericano.