«Todo lo que sé lo aprendí en Horta» [Dijo Picasso en su atardecer, acordándose siempre de su iniciación en la tierra de amigo Pallarès]. Y Salvador Carbó, impulsor y mantenedor del museo que esa villa picasiana ofrece y atesora, asegura que fue allí donde el malagueño confirmó algunas de sus marcas, entre las que está la firma. Y el cubismo! Pero fueron tantas las experiencias de juventud que le influyeron en ese confinamiento.
En cuanto al vino, Perucho referenció de sus viajes a Mougins la petición recurrente de vino blanco de Garnacha de su amigo, que le retrotraía a ese episodio juvenil tan importante. Es la Garnacha y es blanca; y es importante que ya Picasso nos apuntara, más de 50 años atrás, a esa capacidad del vino para rememorar una geografía. Porque por aquellos entonces los vinos eran rústicos e imprecisos, pero auténticos.
De la cosecha 2017 probamos Laqvarta blanco, una Garnacha de alta precisión, porque este es el concepto que lo resume. El reto es la precisión, porque tras décadas de compromiso y acumulación de certezas humildes, se alcanza la nitidez esencial de esa variedad que enraizó inmejorablemente en la comarca de la Terra Alta. ¿Cual es la impresión que invade a quien se acerca a Laqvarta? ¿Está el cítrico característico? Quizá ¿los hinojos? Quizá ¿la dulzura madura de la mandarina? Seguro ¿la flor del almendro insinuándose? Quizá también. Dejemos que sea el errante explorador quien bucee y descubra sus propios mensajes: el embalaje contiene topografías frágiles que requieren de afectos.
Laqvarta (porque está también el tinto, de Garnacha peluda) nos habla de persistencia juvenil y de contención, de contención de la insolación de ese sur que Picasso puso en la Montaña de Santa Bárbara. Laqvarta alude a una generación de vinos que depuraron la Garnacha, recogiendo sus esencias mediterráneas, su luz persistente y sostenida, brillante e inquebrantable; pero con la ligereza que exigimos a la excelencia, con nitidez primaveral y tierna, que nos embriaga y convence y nos conduce a una sonrisa feliz.
Discutida con Enric Miró, que se fue de Bot para ver el mundo a través de la cámara de televisión y que añora sus orígenes, Laqvarta aparece como un proyecto que alumbra posibilidades para esas tierras que parecen alejadas de todo; y que paradógicamente adquieren centralidad a través de esa interpretación del mapa con identidad geográfica, haciéndose imprescindible.
El maridaje de la Garnacha blanca es múltiple y es cítrico, y la hemos saboreado con la gamba roja de San Carlos de la Rápita, uno de los caladeros importantes del Delta del Ebro: la dulzura de ese marisco embriagador nos pide un refresco premium y fino como esta Garnacha.
Pero hay un plato tradicional de estas tierras campesinas que también exige su frescura: la "clocha" es un escalivado de ajos y tomate con aceitunas y arengue que se aprisionaban en el interior de un pan, y bañado con aceite de empeltre significó proteïna y nutrición de KM.0 para muchas generaciones.
En muchos restaurantes se puede probar una versión razonable (la verdadera hay que tomarla en el campo), y merece mención especial la de Noumoderno por su depuración y por su miniaturización.
Y como la oferta de alojamientos es abundante, referenciaremos una novedad (abre en mayo) que invita a revisitar esa comarca en familia, en Lo Molidebot.
La Terra Alta está entre Tarragona y Castellón, o entre Tarragona y Teruel, a pies de los Ports de Besseit y unido al Matarraña cultural y geográficamente, aunque su proximidad administrativa con el Delta del Ebro la unen a ese imaginario general de las "terres de l'Ebre".
La "via verde" de la antigua línea del Valle de Zafán une precisamente todos estos puntos del mapa, desde el interior de Aragón hasta Tortosa, en un recorrido que hoy es turístico y que en el pasado fue comercial y social.
Vino: Laqvarta blanco 2017 / D.O. Terra Alta: 9-10 €
Taula del Vi de Sant Benet son: Oriol Pérez de Tudela, Marc Lecha y Albert Martínez López-Amor.