Cuando oímos hablar de periferia lo atribuimos a las afueras de las ciudades e incluso a los municipios de alrededor; se asimila con migración autóctona y foránea y, a veces, incluso con delincuencia. En los años 50 del siglo pasado, algunos autores le prestaron atención: Paco Candel con Los otros catalanes o Luis Goytisolo y sus Afueras quisieron poner el foco sobre ellas, pero hablaban desde el corazón de Barcelona.
En los 80 volvió ese boom, el auge de la cultura quinqui le llamaban, y a la que el Centre de Cultura Contemporànea de Barcelona (CCCB) dedicó una exposición. De nuevo, la delincuencia y la picaresca gobernaban los discursos.
Música y libros
Ahora la periferia ha vuelto, pero renovada. En primer lugar, los autores que hablan de las afueras forman parte de ella, han crecido allí: Javier Pérez Andújar, Albert Lladó, Toni Hill, Kiko Amat, Javier Calvo… La lista se vuelve incontable en la literatura actual. Pero si echamos un vistazo a la música o a la pantalla nos encontramos con José Corbacho, Rosalía, Estopa, Miguel Póveda…
¿A qué se debe este florecer? Precisamente un autor de la periferia, Álvaro Colomer, se lo preguntaba este lunes en el Ateneu Barcelonès a otros dos escritores de las afueras: Toni Hill y Albert Lladó. El primero lo tiene claro, ha de pasar un tiempo para que uno escriba sobre la periferia: “En las primeras obras no aparece. Hay un momento en el que rechazas el barrio”, dice. Las razones pueden ser por la voluntad de encajar en la gran ciudad, sumarte a una tradición literaria como la de Barcelona de Juan Marsé a Rodoreda pasando por Montalbán... “Luego vuelves”.
Provisionalidad y reivindicación
Albert Lladó, más vinculado al mundo de la filosofía, lo ve como “una deuda creativa” hacia aquellos que “no se les ha permitido la creatividad” por permanecer “secuestrados” por el mundo del trabajo. También considera que la periferia tiene algo de “provisionalidad que la literatura tiene la voluntad de fijar”. Da un ejemplo: en Ciudad Meridiana, donde él vivía, aún hay familias que, tras ser echadas de su piso, viven en un local de forma provisional desde hace 26 años.
En la conversación, Hill incide también en que los autores de la periferia también se quieren hacer oír por el contexto político actual de Cataluña. “Los últimos movimientos han generado una respuesta a una situación política que procede de una Cataluña hegemónica”, la que tiene el poder y está en el centro de él y de las ciudades.
Lengua y delincuencia
La lengua, por ejemplo, ahora mismo es un tema de poder y “tradicionalmente se asocia periferia a castellano". “Es una realidad incuestionable” que es el idioma predominante en las afueras, asegura Hill, lo que no quita que se hable catalán. La razón, para el autor de Cornellà de Llobregat (Barcelona), es clara: “Los barrios de la periferia son los de los últimos en llegar”. En los años 70 y 80 eran gente del resto de España y ahora están los que quedan de ellos, mezclados con inmigrantes de fuera de España. “Antes en el bloque se escuchaban coplas, ahora reaggeton”, recordaba de su última incursión en el barrio de Sant Ildefons, donde se crió. Lladó insiste en la necesidad y en lo positivo de este auge de la literatura de la periferia, lo vive como un modo de hacer visible lo invisible y cuando uno reivindica su procedencia o se llama charnego se realiza un “ejercicio de reconquista” de la palabra o de la zona, para darle un nuevo significado.
Otro de los tópicos es el de la delincuencia o la supuesta picaresca asociada con la periferia. “Yo no recuerdo eso, la gente trabajaba”, asevera Hill. Es cierto que en los 70 y 80, en la época en la que sitúa su libro Tigres de cristal, la droga y la delincuencia convivían con los trabajadores, “pero mis recuerdos no son así” sentencia.
Lladó critica también un nuevo cliché asociado a las afueras, la idea de que por ser de barrio o de una zona determinada, sea en realidad conflictiva o no, te hace ser más auténtico. “La autenticidad es una trampa peligrosísima”, como lo es la nostalgia, “que se debe combatir”, advierte.
Territorio y emoción
El de Ciudad Meridiana en su novela no quiere retratar tópicos sino que su intención es “fijar en la memoria” unos recuerdos para que no se olvide la historia de unos barrios que son cambiantes y que pueden ser absorbidos por el centro, pero lejos de la nostalgia y de la identificación territorial. También Hill evita los clichés e intenta explicar cómo la periferia no sólo transforma a sus habitantes, sino que “el lugar los transforma a ellos” en la historia de dos chicos que vuelven a Sant Ildefons.
Ambos insisten en que son autores que, por coincidencia o por los factores expresados, se han atrevido a hablar de esta periferia. Una periferia invisible, donde “los grandes héroes son los obreros”, asegura Lladó. Una periferia que, a su vez es emocional, y que también existe. Una perifeferia que ahora genera un boom, pero cuya fragilidad puede hacerla desaparecer.