No son buenos tiempos para el Teatre Lliure y tampoco lo son para su director Lluís Pasqual. La tormenta comenzó el 29 junio cuando se anunció su renovación como director del Lliure, del que él fue fundador en 1976 junto a Fabià Puigserver y Pere Planella y al cual regresaría como director en 2011, tras estar al frente de la dirección del Centro Dramático Nacional de Madrid, del Odeon de París y del Teatro Arriaga de Bilbao.

Si bien es cierto que entre 1998 y 2000, Pasqual compartió la dirección del Lliure con Guillem-Jordi Graells, su auténtico regreso fue en 2011, año a partir del cual toda su carrera profesional estuvo centrada en la dirección de aquel teatro de Gràcia, pero que ya no era una cooperativa como lo fue en sus inicios, sino una fundación en cuyo patronato están presentes desde 1989 la Generalitat de Cataluña, el Ayuntamiento de Barcelona y la Diputación de Barcelona. Dicho en otras palabras, actualmente el Lliure es un teatro financiado prácticamente en su totalidad por fondos públicos y este es el quid de la cuestión.

¿Concurso público?

La renovación de Pasqual por un tercer mandato no solo subraya para algunos la perduración en el cargo durante más de una década de un mismo dramaturgo, representante de lo que algunos han definido como “generación tapón”, sino que también pone en evidencia la ausencia de un concurso público a la hora de escoger director.

El día de la presentación de la nueva temporada del Lliure, los comentarios que predominaron fueron los referentes a cuan acertado era que un teatro público tuviese el mismo director durante más de dos mandatos. ¿Acaso esto no empobrecería el panorama teatral y la difusión y consagración de nuevos nombres? ¿Acaso esto no convertía el Lliure en un teatro unipersonal?

Estas eran una de las cuestiones que se plantearon desde el anuncio de la continuación de Pasqual, que, a lo largo de la rueda de prensa, afirmó que a lo mejor no agotaría ese tercer mandato, aunque desde el teatro no se especificó nada en ese sentido. Lo cierto es que las críticas a Pasqual no eran del todo nuevas; ya se le había reprochado que, en temporadas anteriores, dirigiera cinco o seis de las piezas previstas en la temporada del Lliure, aprovechando su posición como director. Dicho esto, también es cierto que poco se le podía reprochar a nivel teatral a Pasqual, uno de los más grandes directos de la escena catalana, castellana e internacional.

El post de Ros

O, al menos, esto es lo que se pensaba, pues pocos días después, el 1 de julio, la actriz Andrea Ros escribía un post en su página de Facebook denunciando las supuestas malas maneras del director a la hora de dirigir. Ros, que había pertenecido a la Kompanyia Lliure, creada por el propio Pasqual para empujar el talento de los más jóvenes, había actuado bajo sus órdenes en El rey Lear, donde interpretaba el papel de Cordelia.

“Mi experiencia personal con Lluís Pasqual ha sido mala. He llorado mucho durante los dos años en los que he formado parte de la Kompanyia Lliure”, escribía Ros en su Facebook y añadía a continuación: “A mí, Lluís Pasqual me ha gritado, me ha ridiculizado, me ha puesto en evidencia, y he visto como lo hacía de manera impune porque ‘es un genio’ y los genios gritan, los genios tratan mal a la gente”.

Aplausos

El post de Ros fue rápidamente aplaudido por gente de la profesión como Àurea Márquez, Vicky Luengo, Laura Aubert, Júlia Truyol, Diana Gómez, Marta Marco, Marc Martínez o David Verdaguer, que el año pasado consiguió el Goya al mejor actor de reparto por Estiu 1993. Entre todos estos apoyos, también estaba Alex Rigola, que dirigió el Lliure entre 2003 y 2011, años en los que Rigola apostó por la creación contemporánea, impulsó la carrera de jóvenes dramaturgos como Jordi Casanova, Nao Albet, Pau Miró o Albert Serra y colaboró estrechamente con Lluisa Conillé así como programó a autores internacionales como Daniel Veronese, Claudio Tolcachir, Kristian Lupa o Javier Daulte. En su comentario al post de Ros, Rigola afirmaba estar “totalmente en contra de que se esté más de 8 años” en la dirección de un teatro y especificaba que, de todos los miembros del patronato, él había sido el único en votar en contra de la reelección de Pasqual.

Andrea Ros también apelaba a la necesidad de un cambio, algo que ya se había comentado en el mundo del teatro nada más conocer la reelección del director de Comedia sin título. Además, Ros reclamaba un teatro con mayor presencia de mujeres, una necesidad que, en los últimos años, Dones i cultura venía reclamando.

El colectivo

En efecto, como apuntaba hace unos días Jaume Forés Juliana en su artículo para Núvol, “Dones i cultura o Dona’m Escena han denunciado sistemáticamente la invisibilidad que sufren las mujeres del sector cultural”, si bien desde el 2015 la ley 17/2015 de igualdad efectiva entre hombres y mujeres obliga, continúa Forés Juliana, “a los entes públicos y a los organismos que de ellos dependen garantizar la aplicación efectiva del principio de igualdad de trato y de oportunidades entre hombres y mujeres en el acceso al trabajo remunerado, al salario, a la formación, a la promoción profesional y a las otras condiciones de trabajo”.

Por ello, no fue del todo una sorpresa que Dones i cultura enviara un manifiesto en apoyo a Ros firmado de forma colectiva, siendo así imposible conocer la identidad de las firmantes. En el manifiesto, Dones i cultura afirmaba que el hecho que “Lluís Pasqual se sobrepasaba y se excedía en sus funciones como director del Teatre Lliure no ha sido nunca ningún secreto. Al contrario, todos conocían su comportamiento despótico”. Para Dones i cultura, “las denuncias sobre el trato vejatorio que el director Lluís Pasqual da de manera sistemática a sus trabajadoras y trabajadores ha sido una constante en los espacios de encuentro y de trabajo del colectivo”.