De haber en la sala algún investigador de los llamados estudios culturales y la crítica de género, hubiera llegado la sangre al río. Pero por suerte, en la céntrica librería La Central de Barcelona no hubo ningún representante de las “escuelas del resentimiento”, según el mote despectivo de Harold Bloom, sino un público entregado a la buena literatura a secas, sin más afán de polémica que alargar un poco la charla para escuchar a los expertos de la alta cultura, que de esos sí que los hubo.
Se trata de la presentación este lunes de la gruesa y elogiable antología crítica La literatura admirable. Del Génesis a Lolita, preparada por el académico, crítico, traductor y pionero de la Literatura Comparada en Cataluña Jordi Llovet (1947). Toda una autoridad indiscutible en la materia, acompañada en esta ocasión, por dos autores de armas tomar, antiguos alumnos y fieles “discípulos” del maestro, según su propia definición: el crítico Ignacio Echevarría y el poeta, crítico y traductor Andreu Jaume. Introducidos a su vez por el académico Gonzalo Pontón (hijo), en su doble calidad de también autor de la obra y editor del volumen (Pasado & Presente), ante la atenta y silenciosa mirada de Gonzalo Pontón padre, el legendario fundador de Crítica.
La obra reúne más de medio centenar de ensayos firmados por expertos como Francisco Rico, Fernando Savater o Rafael Argullol sobre igual número de grandes obras de la literatura occidental
La obra reúne más de medio centenar de breves ensayos firmados por una nómina de expertos para quitar el hipo, desde Francisco Rico, Fernando Savater o Rafael Argullol a Nora Catelli, Terenci Moix o Enrique Murillo, sobre igual número de grandes obras de la literatura occidental, desde las Metamorfosis de Ovidio, la comedia de Dante o Quijote hasta Moby Dick, el Ulises de Joyce, las Ficciones de Borges o El cuaderno gris de Pla. Es el fruto del loable trabajo de más de 30 años de Llovet al frente del Institut d’Humanitat (desde 1987), “una suerte de universidad popular de alta divulgación”, en palabras de Echevarría, donde todos esos textos fueron dictados en su día en forma de conferencias para la Sociedad de Estudios Literarios. “Los profesores invitados sabían que si no me entregaban la ponencia escrita no cobraban la conferencia”, bromeó el profesor o quizá no.
Lo cierto es que, aunque Llovet no se canse de repetir que la obra no tiene pretensión de canon, ni mucho menos exhaustivo, sino de mera invitación a la lectura de los clásicos, el libro “no se puede leer inocentemente”, como alertó Andreu Jaume, porque sí que cumple esa función con un “gesto canónico” de autoridad. Y mucho menos se puede obviar ese gesto “en el siglo XXI cuando muchos impugnan la idea de canon caída en una especie de descrédito”.
La polémica estaba servida, no sólo porque la posición conservadora de Harold Bloom, como santo patrono y defensor de canon occidental fuera uno de los primeros nombres en invocarse, sino porque el recorte de La literatura admirable es cuanto menos discutible porque sólo suma tres autoras, Madame de Lafayette, Charlotte Brontë y Virginia Woolf, en más de medio centenar de clásicos estudiados. Si no prosperó la disputa fue porque, como decíamos, las aguerridas feministas o los izquierdistas de los estudios culturales no habían hecho acto de presencia.
Sin embargo, la invitación a la guerra estaba allí en boca de los “discípulos”, que se esforzaron por defender los “criterios de excelencia” de Llovet y “la resistencia del saber y la inteligencia frente a la idiotez rampante”. La frase es de Echevarría que, de paso, disparó a mansalva contra Kiko Amat y su sección “Clásicos tostones” del suplemento Babelia, como un ejemplo reprobable de la “cultura del idiotismo” y la “indigencia intelectual”. “Salvaguardar del olvido lo que posee valor”, es por el contrario la meritoria tarea del maestro.
“En esta selección no hay negros, hay muy pocas mujeres, un solo ciego y un sordo, que soy yo porque no escucho nada de este oído”, bromeó Llovet durante el acto
Otro tanto hizo Jaume que, al remarcar “la función combativa frente al ejercicio de banalización gratuita de hoy en día” que cumple la obra, aprovechó para lanzar un dardo a Laura Freixas sobre el revuelo provocado en las últimas semanas por su impugnación de Lolita de Nabokov desde una posición de género. Paradójicamente, hasta allí los más radicales en una polémica sin polemistas eran los conservadores defensores de la alta literatura que esquivaban la acusación de “elitismo cultural”, como hizo Echavarría de pasada, que nadie les lanzaba.
Nada más aburrido o absurdo que discutir solo. Pero Llovet supo a su turno y en catalán solventar la situación propiciada por sus discípulos como todo un sabio y con mucho humor. “Este es un libro políticamente incorrecto, pero estéticamente correcto. Todo lo que hay es bueno”, zanjó a quemarropa. Y tras lamentar la pobre tradición literaria catalana, “por culpa de la difícil situación política de los siglos XVII y XVIII”, que a buen entendedor, no hace falta entrar en el procés, y comparar provocador la excelencia poética de Baudelaire con la de Verdaguer en pie de igualdad, apenándose de que “uno le canta a la prostitución y el otro a la Virgen María”, se metió en materia sin ambages. “En esta selección no hay negros, hay muy pocas mujeres, un solo ciego y un sordo, que soy yo porque no escucho nada de este oído”, aclaró.
Los expertos que han seleccionado las obras, entre ellos Martín de Riquer, José Manuel Blecua o José María Valverde, "discutieron como los rabinos del siglo I y II al fijar los Evangelios canónicos"
Y en todo caso, para clamar todo escandalo aclaró que la selección de las 57 obras, para ser precisos, de la literatura universal incluidas en la antología crítica corrió por cuenta de un comité de expertos que en su día los seleccionaron entre más de 150 clásicos. Comité integrado por Martín de Riquer, José Manuel Blecua, José María Valverde, Antonio Vilanova, Francisco Noy, Carles Miralles y Luis Izquierdo. Casi nada, en lo que autoridad y saber literario se refiere. “Discutieron como los rabinos del siglo I y II al fijar los Evangelios canónicos”, bromeó el profesor, porque es obvio que no toda la tradición literaria occidental cabe en un libro.
Y como nota de color, cabe remarcar que, pese a la espinosa dimensión política del debate, quien edita la obra es un sello, Pasado & Presente, de clara filiación de izquierdas y carácter reivindicativo, especializado en pensamiento crítico. “Los clásicos son propuestas de interpretación del mundo que tienen un valor crítico en sí mismos”. “Al desarticular ciertos mecanismos del canon, las obras quedan libres para una nueva reapropiación crítica”, concluyó Pontón.