Barcelona es la capital de la edición en España desde los albores de la Transición, cuando escritores de la talla de Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa encontraron en la ciudad el apoyo editorial para poder publicar muchas de sus obras. Con el paso de los años, y con la recuperación y progresiva normalización del catalán, también Barcelona ha pasado a ser la capital editorial de esta lengua.
La reciente decisión del Grupo Planeta de abandonar Cataluña debido a la inestabilidad política podría, no obstante, poner en riesgo esta reconocida condición que ostenta Barcelona. La Associació d'Editors en Llengua Catalana se mantiene a la expectativa de las condiciones en que se produzca esta huida: “De momento, el Grup 62 se mantiene en la Diagonal”, explica su presidenta, Montse Ayats, a Crónica Global, que desea que "los puestos de trabajo se mantengan" también en Cataluña.
Y es que Edicions 62 es la editorial que nació con la obra cumbre de Joan Fuster, Nosaltres, els Valencians, y su extensa producción es íntegramente en catalán. Liderada por el editor y escritor Josep Maria Castellet se convirtió en el grupo más importante del panorama editorial en catalán. En la actualidad, tras la absorción por parte de Planeta, Edicions 62 es también el grupo que más vende en lengua catalana junto a Santillana, que se dedica a la venta de libros de texto, lecturas y material complementario para las escuelas.
Material de escuela
La salud del catalán en el mundo editorial viene muy marcada por la venta de los libros de texto, que superan a las de cualquier otro género en este idioma. Según datos de 2016 de la Associació d'Editors en Llengua Catalana, la obra producida en la llamada lengua propia de Cataluña representa ahora mismo el 45,5% del mercado, y el 25,4% de ésta corresponde a libros de texto para las escuelas y en los que el usuario no puede elegir el idioma.
En términos económicos, los libros de texto representaron 113,81 millones de euros solo en el año pasado, del total de 223,45 millones que generó la obra publicada en este idioma.
La editorial de libros de texto Santillana es, además, el principal activo del grupo Prisa, presidido por Juan Luis Cebrián, y tiene un valor de más de 1.500 millones de euros en el mercado.
Por lo que respecta a la producción de obras en castellano, Penguin Random House —que aún evalúa un eventual cambio de sede— se disputa con Planeta la primera plaza. Las editoriales que publican en lengua castellana seguirían manteniendo el liderazgo en Cataluña, con el 54,5% de las ventas. Pero no hay duda de que estos dos gigantes editoriales —Planeta y Santillana— son los que más contribuyen a la venta en catalán.
‘Best sellers’ traducidos al catalán
La política editorial de Edicions 62 desde que Planeta cogió las riendas no cuenta con el respaldo de todo el sector. Mientras que Ayats defiende que el "catalán crece en todos los géneros" (una subida del 3,6% respecto al año anterior) y esto se debe, en gran parte, por la apuesta por la literatura y la no ficción hecha desde Grup 62 más allá de los libros de texto, otros, como la propietaria de la librería Calders, Isabel Sucunza, matiza que también han contribuido a debilitar a los escritores en lengua catalana: “Edicions 62 tiene editores muy buenos, pero se ha priorizado la traducción de best sellers internacionales al catalán”.
Y es que la gestión de Planeta se ha basado en la traducción de grandes obras escritas originalmente en otros idiomas así como en el lanzamiento simultáneo de otras obras en catalán y castellano. A este respecto, la presidenta de la Associació d'Editors en Llengua Catalana y Antonio María Ávila, de la Federación de Gremios de Editores de España, coinciden en que esta política beneficia al catalán: “Esta gran maquinaria de editores, distribuidores y redes de librerías favorece que circulen libros en catalán y se vendan más”, añade María Ávila. Por su parte, Ayats cree que esta "economía en escala" economiza el coste de producir las obras —también en catalán— y que potencia su publicación.
Galaxia de pequeños sellos
Más allá de las grandes editoriales, como son Santillana, Planeta, Tusquets, RBA o Penguin Random House, en Cataluña ha ido ganando peso una galaxia de editoriales modestas con sellos estrictamente en catalán. Club Editor —fundado por Joan Sales, autor de Incerta Glòria, y considerado uno de los impulsores del catalán—, Rayo Verde, L’Altra, Quadern Crema —del grupo Acantilado— y Arcadia —formada por la librería La Central— son algunas de las que han hecho una apuesta por escritores locales en lengua catalana.
Pese a sus esfuerzos, Edicions 62 sigue ostentado el récord del número de publicaciones en catalán: “Sumadas todas las publicaciones que puedan lanzar estas pequeñas en un año no llegan a igualar a Edicions 62”, ilustra la dueña de la librería Calders. Además, la política de este sello de Planeta se basa en absorber el talento externo, como fue, por ejemplo, el caso de Destino, fundada por Josep Vergés y Joan Teixidor, y ahora parte integrada en el macrocosmos de Edicions 62.
Mercado catalán: ¿ficticio?
Esta inclinación por “la cantidad” y no por la “calidad” la pone de relieve Valentí Puig, escritor en lengua catalana y castellana y premiado, entre otros, con el Ramon Llull por su novela Somni Delta, en 1987, o el Premio Josep Pla por L'home de l'abric, en 1998. Puig asegura que “el mercado del libro en catalán es realmente ficticio”, fruto de las “políticas intervencionistas del pujolismo”. Los años en que Jordi Pujol fue presidente de la Generalitat y desempeñó una política dirigida a potenciar el catalán.
De forma parecida a Puig piensa el escritor y profesor universitario Lluís Maria Todó, ganador del Premio Josep Pla en 2006 por El mal francès: “Ahora no se prioriza tanto el catalán, pero durante muchos años fue un auténtico disparate: cualquier libro escrito en catalán tenía derecho a una ayuda, al apoyo genérico", relata. “Eso inundó el mercado de obras muy mediocres y, de rebote, a desprestigiar la literatura catalana”, concluye.
Ya sea por la intervención pública o por la lógica de mercado de las grandes compañías la producción en catalán ha aumentado. La incógnita ahora es si este patrimonio que tantos años ha costado levantar en Barcelona se mantiene, desaparece o huye a otra ciudad.