El monte Machu Picchu, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1983, y la mayor atracción turística de Perú --país de moda y cuna de las nuevas tendencias gastronómicas--, convierte en un suplicio la visita obligatoria de los cuatro millones de turistas que accederán al poblado andino en 2017.
La gestión del Ministerio de Cultura, con Salvador del Solar al frente, y en concreto, de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cuzco es muy cuestionable. Los operadores turísticos consideran que el Parque Arqueológico de Machu Picchu está saturado. Las mismas fuentes aseguran los últimos cambios han sido acciones insuficientes para generar una experiencia decente. Entre estas acciones están la división de visitantes para su entrada y salida y hacer turnos de visitas de mañana y tarde.
Visita "cara y tortuosa"
Algunos testimonios directos de turistas coinciden en definir su visita como "cara, tortuosa e insegura". El billete de acceso, el autobús de subida y la llegada en tren o autocar al pueblo base no baja de los 100 euros y pueden llegar hasta los 130 euros. Hay que hacer colas interminables para acceder al pueblo base a la entrada del parque arqueológico. El mismo procedimiento se hace para bajar. En total, se invierten entre dos y tres horas en total.
En el recinto no hay agua potable, no se vende agua, ni hay rastro de papeleras, ni de áreas de descanso. Solo se aprecian unos lavabos en la entrada y son de riguroso pago.
Inseguridad y poca señalización
El complejo se considera inseguro porque es enorme y no existe una señalización clara y concreta sobre los recorridos. Los vigilantes se dedican a pitar, y se han escuchado gritos y insultos a los visitantes que cruzan unas cuerdas invisibles colocadas a unos 20 centímetros del suelo.
Los ojeadores tampoco dominan idiomas para comunicarse con los turistas que no entienden el español. Hay numerosos precipicios con pasillos estrechos abarrotados de gente que son un auténtico peligro y no cuentan con barandas, barreras y señalización. En ocasiones, se corta el tránsito para niños sin ningún tipo de prohibición o restricción.
Turistas en el poblado del monte Macchu Pichu / CG
Cada año, según fuentes internas del parque, revelan que cada año mueren entre cinco y ocho turistas en el lugar, pero que siempre se trata "de negligencias de los visitantes". Hay nula autocrítica y argumentan que la dirección "no tiene nada que ver". Sin embargo, fuentes cercanas a la Unesco indican que el Machu Picchu está en su punto de mira. Hay conversaciones en el organismo internacional para mejorar la experiencia turística en el parque andino.
Buena fuente de ingresos
El Ministerio de Cultura de Perú ha convertido el Machu Picchu en su gallina de los huevos de oro. Ingresa cada día más 1,6 millones de euros con un flujo de entre 3.000 y 4.000 visitantes al día. La inversión y los costes de gestión y explotación deben resultar mínimos según las opiniones de los operadores turísticos y los testimonios de los viajeros.
Agencias de viajes de Barcelona y Madrid confirman que la experiencia de viaje a Perú es siempre muy positiva: “la gente vuelve encantada”. Aún así, aseguran que “sí que se producen quejas sobre desorganización, de caos, de timo”. Los expertos en turismo de la zona insisten en que "se aprovechan de que todos los que viajan a Perú quieren visitar el Machu Picchu".
Políticamente bloqueado
Fuentes del sector turístico peruano corroboran esta situación. Presionan al Gobierno para que busque soluciones, pero hay condicionantes políticos que afectan de manera negativa. El nuevo gobierno de Pedro Pablo Kuczynski ha sumido el país en huelgas permanentes (médicos, profesores…) que llevan meses bloqueando los principales enclaves turísticos y que proyectan una imagen problemática del país. Los funcionarios de cultura estudian acatar la misma postura en los monumentos turísticos. Esta situación haría un daño aún más definitivo al país sudamericano y a su economía.
Las mismas fuentes confían en seguir creciendo en volumen y en valor aportado por los turistas cada año. Tienen su objetivo en pasar de cuatro a seis millones hasta el 2020, una cifra que los expertos reconocen que es factible. Para establecer una comparación en términos de volumen, como Portugal o España llegarán este año a 20 y 80 millones de turistas respectivamente.