Sin ningún tipo de ironía o sarcasmo, como el citado "profesional, muy profesional" de la película 'Airbag', puede ser utilizado para definir el último concierto de Depeche Mode en Barcelona. Una máquina perfectamente engrasada que da al público lo que quiere, presenta de forma sustancial su nuevo disco 'Delta Machine' –cinco temas, 'Welcome to my World', 'Angel', 'Should be higher'... -, sin altibajos serios... Eso sí, pagando un precio a cambio, el de perder cualquier tipo de improvisación o salirse del guión establecido.
El trio formado por el cantante icónico Dave Gahan -chaleco plateado, gomina, tatuajes y pie de micro-, el teclado de Andy Fletcher y la guitarra de Martin Gore, acompañados de batería y más teclados y samplers, mostró el músculo pesado y rítmico que predomina en 'Delta Machine' y del que dieron buena cuenta sobre un escenario sobrio, en comparación con el de temática retrofuturista de su última visita a Barcelona presentando 'Sounds of the Universe', y en el que incluso hubo un momento anecdótico en el que sonó un piano 'bluesero' que recordó a Nueva Orleans, madre del blues del delta.
Los 'chicos' de Depeche Mode nunca han sido muy comunicativos y no lo han sido en esta ocasión, excepto tres o cuatro 'Barcelonas' de compromiso lanzados por un Dave Gahan en plena forma, marcando abdominales, escupiendo al aire y con bailes que a ratos recuerdan a una 'bailaora, en otras a Chiquito y algunas veces a Shin Chan removiendo el trasero.
Martin Gore, por su parte, durante uno de los momentos en los que se convirtió en cantante solista del grupo –'Slow', 'Heaven' y 'But not tonight'- , lanzó un mensaje no verbal que dejó a algún espectador patidifuso con una camiseta con el lema 'Free Paco Now'. Se trata de la petición de liberación de Paco Larranga, que lleva 16 años en prisión de forma presuntamente injusta, una causa por la cual también se ha movilizado Amnistía Internacional.
Blues y rock electrónico no estan enfrentados
Añadir blues al pop-rock electrónico –a ratos bailable- de Depeche Mode es menos chocante de lo que pueda parecer en un primer momento, ahí está 'Songs of Faith and Devotion', pero lo cierto es que la primera mitad del concierto, que duró cerca de dos horas, ha sido un tanto correoso. Quizá se hubiera digerido mejor no apilando la mayor parte de sus 'hits' en la segunda parte del show, frontera que establece la aparición de 'Behind the wheels', a partir del cual el nuevo disco desapareció.
Esto no ha sido ningún problema para los seguidores del que es probablemente el grupo de rock electrónico más importante de todos los tiempos. Unas 15.000 personas han abarrotado el Palau Sant Jordi y en las gradas poca gente ha visto el concierto sentada, estando la mayoría de ellos bailando temas que, como se suele decir, son parte del imaginario popular: un 'Never let me down' en la cual el público alza los brazos y los balancea rítmicamente de un lado a otro dando la sensación –visto a través de las pantallas gigantes de leds- de un campo de trigo mecido por el viento o una más terrenal fieduà pasada por el horno, un 'Personal Jesus' que iniciaron en versión bluesera para luego interpretarla de forma fiel, la siempre oscura 'Black Celebration', la archiconocida 'Enjoy the Silence' o la sentimental 'A question of you'. Y como no, como siempre pasa tras un concierto de Depeche Mode en el Sant Jordi, el público baja por las escaleras mecánicas de Montjuïc tarareando la juvenil y fiestera 'I just can’t get enough'.