José Manuel Basáñez (Burgos, 1942 - Barcelona, 2024) tuvo un pie en cada una de las dos instituciones económicas de referencia: la Cámara de Comercio de Barcelona y Foment del Treball. En ambas alternó paciencia y ferocidad dialéctica encaminada a un buen fin. Desde la vicepresidencia de la gran patronal catalana, Basáñez negoció la permanencia en el Aeropuerto de El Prat de la entonces empresa nacional de aviación.

Corrían los años posteriores a la Caída de los Dioses -el cierre de Lehman Brothers- y el desplome de las finanzas mundiales, cuando Foment y la cúpula de Iberia se reunieron, en la sede de la patronal, después de que la compañía de vuelos anunciara que prescindía de Barcelona como hub transoceánico y lo destinaba exclusivamente a su filial low cost. Suponía una condena; encadenaba a Barcelona a la segunda división aeronáutica, lejos de Londres, París o Frankfurt. Reforzaba la capitalidad económica de Madrid en detrimento de la capital catalana, eje industrializador de España en los últimos 100 años.  

Basáñez resultó determinante en la fronda empresarial catalana de los primeros 2000. Defendió la primacía que hoy mantiene El Prat, mucho antes de que el nacionalismo se convirtiera en soberanismo, la última estación en el que se ha visto ahogada Cataluña en las dos últimas décadas. Él puso pie en pared, como representante empresarial, aun en contra de su propio partido, Convergència, que jugaba ya la carta aislacionista marcada por el fin de Jordi Pujol y la emergencia de su delfín, Artur Mas.

Figura económica relevante

No diré que rompiera el carnet, como los socios del Barça tras la final de Sevilla, pero antepuso el interés económico del país frente al irrelevante romanticismo de algunos de sus líderes. Lo hizo en la sede de Foment, en el mismo despacho en el que Joan Güell levantó, casi 200 años antes, el muro proteccionista que tanto perjudicó al librecambismo liberal de los líderes empresariales de la Revolución del Vapor. En nuestro país, la política del catalanismo mal entendido ha sido siempre el freno de mano de los emprendedores.

El éxito del ciudadano al que hoy despedimos fue puesto a prueba cuando el presente era un erial desplomándose y el futuro pintaba incierto. Él fue una pieza clave en los trabajos del comité de Infraestructuras de la Cámara de Comercio y contribuyó a poner en marcha aquella sociedad civil vertebrada en la patronal, el Círculo de Economía, la Cámara o el mismo RACC. Hoy seguimos en parte cojos; la ausencia de ejes nos desvertebra como país, pero mantenemos un aeropuerto internacional, con la incógnita de ampliación proyectada por Salvador Illa -y contestada por los Comuns de Jéssica Albiach-, que mantuvo su conectividad la noche en que Iberia se dio cuenta de que tenía al mundo empresarial catalán totalmente en contra.

Poco después del frentismo dialéctico entre Foment e Iberia, la pax romana se firmaba en una cumbre ciudadana que todos recuerdan, celebrada en la escuela de negocios IESE. El brindis no podía ser otro: Iberia, a pocos días de ser absorbida por British Airways, se quedaba en la Terminal 1 de El Prat. La masificación turística puede dar dividendos a los operadores y a la misma Aena, pero un aeropuerto de conectividad internacional es indispensable para el mundo de la economía y las finanzas.

'Exconseller' de Economía de la Generalitat

Basáñez, de origen burgalés y de vocación catalana, fue nombrado consejero de Economía y Finanzas de la Generalitat en 1987, “poco después del último intento de golpe de Estado en España”, como recordó con afecto y sorna el periodista Francesc Arroyo.

Ha sido un cuadro político de perfil técnico, que tuvo que dejar el cargo de conseller a causa de las imposiciones del new age convergente, dispuesto a levantar peajes, liberalizar precios para enriquecer a unos cuantos y apretar las tuercas de una ideología blanda dispuesta a endurecer sus principios. Un salto apenas percibido por unos pocos; una transición silenciosa y finalmente desnortada, desde democracia liberal de raíz europea hasta los picos altos de Gabriele d'Annunzio, el abruziano que tanto amó al Duce, Mussolini.

Digamos la verdad: Basáñez ha sido un nacionalista moderado y un manager empresarial de piedra picada. Por eso, hoy, recién fallecido, se le recuerda, como el hombre sin mácula, germinado en un partido-negocio y glorificado en la gestión de empresas como Acesa. Un ingeniero dispuesto a lidiar con la economía y la gestión, dotado del conocimiento tecnológico de un doctor de la Politécnica (UPC).

El velatorio se abrirá este domingo a las 17 horas hasta el próximo lunes en el Tanatorio de Les Corts de Barcelona, donde será despedido en una ceremonia el mismo día 12 de agosto a las 15 horas del mediodía.