¿Quién dijo que lo de ser abogado estaba en crisis? Desde el GAJ (Grupo de la Abogacía Joven), una de las comisiones más activas del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona (ICAB), se niega la mayor. Puede que sientan inquietud sobre su futuro laboral o llamen a abrir puertas y ventanas, pero para estos jóvenes letrados la profesión no ha perdido un ápice de su atractivo.
En esta conversación, once miembros del GAJ intercambian sus experiencias y opiniones sobre la salida más habitual entre los graduados en Derecho. Una visión colectiva marcada a partes iguales por la confianza en el papel de la abogacía y las preocupaciones de una generación lastrada por la precariedad económica.
Asesoría legal... y emocional
"En tiempos en que la vulneración de derechos es tan aberrante ser abogado es un reto aún mayor y debe ser merecedor de orgullo", expresa María Riera. "Si todo fuera fácil, si el sistema fuese favorable, sería facilísimo ser abogado. Cuando se va a la contra es cuando realmente merece la pena este trabajo", añade. Asier Abad complementa esta reflexión: "Estamos ante la profesión más bonita del mundo. Ayudamos a resolver problemas de la gente, hasta psicológicamente. A mí me llaman muchos clientes llorando... Damos una gestión de 360 grados para la persona, en lo emocional y lo jurídico. Hacemos de psicólogos y eso muchas veces no se valora".
De los once no hay ninguno que hoy en día rectificaría su decisión vital. "Cuando un cliente viene a vernos es porque tiene un problema. Y muchas veces los abogados somos quienes aportamos algo de luz en un momento de necesidad. Con tu intervención quizá mejorarás un poco la vida de esa persona o empresa. Eso es algo que reconforta bastante", tercia Joan Carles Bailach.
¿Pero entonces de dónde viene la mala fama (si es que la hay)? Alexandre Pons brinda dos argumentos: "Se nos ve como unos malvados que defendemos solo nuestros intereses y también se nos asocia a la estructura del Estado. Al estar las instituciones públicas en una crisis de credibilidad, eso también contribuye a que nuestra profesión se vea negativamente. Sin embargo, la realidad es que los abogados defendemos los derechos de la gente. No somos funcionarios, evidentemente, pero sí somos trabajadores sociales porque estamos al servicio de la sociedad. Y no se acostumbra a contar demasiado con nosotros".
Abogados somos todos
Eso es lo que intenta el GAJ, que cuenta con 6.000 colegiados y promueve una intensa agenda a caballo entre la formación y el lobismo. Y también, por qué no, intenta airear una profesión dominada aún por los sénior. Lo hacen ensanchando la base: "Desde este comité ponemos en valor también a los abogados de empresa. A veces hay este sentimiento de que si no te pones la toga, no eres abogado. Nada más lejos de la realidad. Al final los abogados de empresa desarrollan unas habilidades que los abogados de despacho no siempre tenemos", expone Bailach.
Alexander Salvador sabe de lo que habla: "Yo soy abogado de empresa. Debemos aparcar la visión de que un abogado es aquel que pisa un juzgado. Un abogado es el compañero que está en la empresa, el del turno de oficio, el que trabaja en la Administración pública... Siempre se habla de que la tecnología va a acabar con los abogados, pero la abogacía no consiste solo en responder una consulta y olvidarte. La abogacía va de acompañar al cliente. Tiene más que ver con esta figura de consejero que ayuda a aterrizar el derecho en el mundo real".
"Desde el Colegio de Abogados de Barcelona debemos seguir trabajando para que la gente que trabaja en temas jurídicos sepa que esta es su casa. Que sepa que aquí puede venir, será escuchado y le vamos a defender. Este es un cambio que el ICAB puede hacer y está haciendo. A veces te dicen que no eres abogado si no te pones la toga. No, perdón, sí lo soy", defiende Elena Medina.
El rol de la universidad
Otro interrogante que surge a menudo es si la universidad forma de acuerdo con esta visión holística. Hay opiniones para todos los gustos: "La universidad enseña derecho. Después, la práctica profesional es la que te enseña a ser abogado. Es cierto que en los últimos años cada vez salen más dobles o triples grados, pero sucede por una simple razón: como la sociedad cada vez es más compleja, el derecho al final corre en paralelo. Si quieres dedicarte a penal necesitarás más conocimientos que los del derecho criminal", ejemplifica Salvador, a la sazón presidente del GAJ.
Pons ofrece otro punto de vista: "El objetivo de la universidad no es formar para ser abogado, ya que la mayoría de quienes estudian Derecho pueden ejercer como juristas de muchas ramas diferentes desde juez, fiscal, registrador o notario". "La carrera de derecho es como ir a una academia para sacarte el carné de conducir. Allí te explican lo que es el acelerador, el freno, el embrague...", compara Nil López. "Pero en la academia no te enseñan a conducir, para eso te subes al coche. Pues hasta que no entras en un despacho no empiezas a saber cómo es el ejercicio de la abogacía", añade.
Para que este salto no llegue de sopetón, desde el GAJ ponen remedio con los llamados cursos cero, que funcionan de puente entre los libros de texto y los primeros encargos del bufete. Lo explica Marina Ferrer: "La universidad es conocimiento, te da una estructura mental para pensar jurídicamente. Pero es muy difícil preparar a alguien para ejercer cualquier profesión desde un punto de vista puramente teórico. Los cursos cero, como el que organizo sobre procesal civil junto a Alexandre Pons, son una transición que a mí me hubiera gustado tener y que ayuda a incorporarse a la práctica profesional".
"Hay una precariedad evidente"
Mireia Sanromà enlaza esta cuestión con las dificultades para prosperar en el mundo laboral: "Tenemos que acompañar al abogado joven cuando se inicia en esta profesión, que es maravillosa pero al mismo tiempo muy dura. Este es un proceso largo. No es un camino fácil pero en el fondo vale la pena".
"Las condiciones de inicio en la abogacía, a no ser que tengas suerte, las pondría en duda", remacha. Quizá aquí hay varios mitos por derribar, como apuntan los entrevistados. Primero: solo el 15% de los abogados trabaja para un gran bufete. Segundo: la mayoría no han visto nunca una toga en casa. Y tercero: "Hasta un 85% de los jóvenes entran en situación de falsos autónomos, cobrando en negro casi un salario mínimo interprofesional", resume Salvador.
"En cuanto a los salarios no es como la gente se piensa... ni mucho menos. Hay una precariedad evidente. Pero ahí tenemos que dignificarnos. Seguro que hay quien hace diez demandas en un día de una calidad jurídica muy dudosa y cobra 100 euros. El día que un abogado con cara y ojos haga la misma demanda por 1.000 euros, ese día se creerá que su trabajo no vale. No solo hay que reclamarle al jefe más sueldo, sino hacerle ver al cliente lo que vale nuestro trabajo", propone Riera.
Se suma a las reivindicaciones Abad aunque aplicándolo al turno de oficio: "Seguimos cobrando una miseria", se despacha, y lamenta que se trate de una ocupación que se está desploblando. "Un compañero que está de guardia por solo 125 euros... Al final lo que se provoca es que cada vez menos gente joven se dé de alta en el turno de oficio".
"Un abogado que está en el turno de oficio cobra por asunto y dependiendo de cómo vaya. No es como un médico que está en un hospital y si esa mañana no se presenta el paciente no pasa nada porque acabará teniendo su sueldo a final del mes. Con un abogado no pasa así", puntualiza Medina.
Y sobre la IA, ¿qué?
Tras repasar la realidad laboral, la conversación vira hacia la tecnología. Como en el resto de sectores, la inteligencia artificial (IA) está causando alteraciones más o menos pacíficas entre los operadores jurídicos. ¿Qué piensan las nuevas hornadas de abogados que ya son nativos digitales? "Hay discrepancia de opiniones. Quizá los abogados más clásicos reivindican más el factor humano, pero luego hay otros más abiertos a este cambio. Al final se trata de adaptarse a la nueva realidad. Yo mismo tengo compañeros que usan regularmente ChatGPT o herramientas similares", explica Pol Rubio.
"A ti te pagan por dar un resultado y para llegar a él cada uno tiene sus formas. El abuso de estas herramientas puede ser problemático. Al final donde unos ven una oportunidad de mejora, otros ven una oportunidad de sacarle partido, pero en un sentido negativo. Esto pasa con cualquier vacío legal. El debate está abierto", reconoce López.
En todo caso, los once jóvenes no mantienen una visión apocalíptica sobre la IA, sino que la ven como un complemento para su día a día. E incluso bromean con el desfase tecnológico de la Administración de justicia. "Yo al juzgado sigo enviando faxes", bromea Abad. Aunque eso daría para otro encuentro.