La guerra de Ucrania pasará factura a la industria agroalimentaria nacional, pero no desatará una crisis de desabastecimiento. Ese es el mensaje de calma que las grandes corporaciones congregadas en la feria Alimentaria han lanzado en la primera jornada del gastroencuentro que regresa a Barcelona tras el parón involuntario debido a la pandemia.
Pese a las turbulencias de las últimas semanas, la industria confía en que el paquete de ayudas al carburante desbloquee las demandas de los transportistas, si no de forma permanente, al menos a corto plazo. Además, el futuro mecanismo para topar el precio del gas rebajará la presión sobre la cadena de valor agropecuaria. Esto no significa que las hostilidades en el este, sumadas a la escalada inflacionaria constatada ya en enero, no vayan a perjudicar la operativa y los márgenes del sector.
"Alta volatilidad"
Lo ha reconocido este lunes Mauricio García de Quevedo, director general de la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB). De Quevedo ha asegurado que los niveles de volatilidad e incertidumbre son actualmente "muy altos", aunque estima que la facturación de la industria alimentaria española al cierre de 2022 puede quedar "empatada" con la de 2021.
En cualquier caso, la industria alimentaria y de las bebidas afronta este Alimentaria "con mucha ilusión y ganas", porque supone "la vuelta a cierta normalidad" y permite volver a pensar en "abrir mercados internacionales, reforzar la marca España y ganar cuotas de marcado en mercados exteriores". Las urgencias pasan por el aliviamiento de las cargas fiscales y burocráticas, pero no se amenaza con el parón fabril ni el vaciado de los lineales.
Crisis de sobredemanda
De hecho, la coyuntura actual contrasta enormemente con la de mediados de marzo. Si por aquel entonces grandes patronales como ANGED (Asociación Nacional Grandes de Empresas de Distribución) y la Asociación Supermercados (ACES) urgieron al Gobierno a mover ficha para salvaguardar 100.000 puestos de trabajo, el plan anti-crisis del Ejecutivo, aunque llega tarde, ha apaciguado los temores de las empresas.
Grupos como Acesur circunscriben la escasez puntual en categorías como el aceite de girasol a una crisis de sobredemanda antes que a dificultades en el suministro. Pese a las escenas de desabastecimiento en algunos súpers, motivados también por el pánico acaparador de algunos consumidores, un portavoz del hólding aceitero declara que "en nuestro caso todos nuestros aceites son de cosecha propia, no importamos materia prima desde Ucrania". "Los problemas llegaron el mes pasado por un exceso de demanda, pero se han ido resolviendo progresivamente", resume Carlos Yagüe, responsable de comunicación en Acesur.
Bruselas pone de su parte
Ni siquiera los fabricantes de piensos, que fueron los primeros en lanzar la voz de alarma, experimentan ahora temor a la ruptura de stock. Un interlocutor del gigante Vall Companys recuerda que la Unión Europea ya ha flexibilizado la normativa fitosanitaria para importar maíz y otros cereales, claves para la alimentación animal, tanto de Estados Unidos como de Sudamérica. "Además, las cosechas han sido muy buenas en Sudamérica por la benignidad del clima. No nos preocupa el suministro de pienso y en nuestro caso tenemos grano más que suficiente", señala.
Otras compañías consultadas por Crónica Global, como la chocolatera Idilia Foods --grupo especializado en cacao que posee las marcas Nocilla y ColaCao-- y la quesera Friesland, han minimizado la exposición al conflicto en el este, aun reconociendo su gravedad. Ni el negocio en Ucrania ni en Rusia es nuclear para la inmensa mayoría de empresas españolas en volúmenes de exportación, ni las redes de suministro de insumos como la leche o la carne recala de forma importante en ambos países.
El conflicto del precio justo
Pero hay otros conflictos latentes. El principal: la disputa sobre el precio justo que las empresas de segundo grado, como las bodegas y las embotelladoras de leche, pagan a los productores. De hecho, el evento Wine Week, que se celebra en paralelo a Alimentaria, ha arrancado con un escrache de los campesinos contra los cavistas y vinateros catalanes. Muchos otros colectivos de agricultores y ganaderos han puesto sobre la mesa sus reclamaciones para modificar la ley de cadena alimentaria, cuestión que centrará las negociaciones del sector agropecuario en los próximos meses.
Pese a estas dificultades, los organizadores de Alimentaria no han reducido un ápice sus expectativas. Tras cancelarse en 2020 y 2021 por culpa del Covid, el peso pesado de la agenda ferial barcelonesa, junto al Mobile World Congress (MWC), ha vuelto con ganas de participar en la reactivación de la ciudad. Con 85.000 metros cuadrados y 3.000 expositores --aproximadamente un tercio menos que en su última edición de 2018--, el salón aspira a regar con 180 millones la economía local. Un objetivo que deberá sortear los problemas nacionales e internacionales que ensombrecen el futuro inmediato de la industria.