La elección del presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, para estar al frente de la GSMA, el potente lobi de las telecomunicaciones, supone en realidad un nuevo capítulo en una serie en la que destacados ejecutivos españoles están sentando sus reales en patronales y grupos de poder empresariales europeos y mundiales.
El nombramiento de Pallete ha sido especialmente significativo, en vísperas además de la celebración en Barcelona del Mobile World Congress (MWC), la gran cita anual del sector que organiza la asociación que presidirá desde entonces y hasta finales de 2024. Se trata de la primera empresa española en situar un representante en el primer escalón de la influyente patronal.
Fainé, al frente de la banca minorista
Hace poco más de dos meses se conoció que el Instituto Mundial de Cajas de Ahorros y Bancos Minoristas (WSBI, por sus siglas en inglés) había reelegido como presidente a Isidro Fainé, máximo responsable de la Fundación Bancaria La Caixa.
La institución representa los intereses de más de 6.500 entidades financieras minoristas en más de 60 países repartidos por todo el mundo. Nombrado por primera vez en 2018, Fainé logró el apoyo unánime del consejo de la entidad para su reelección.
Y apenas unas semanas antes, el presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, fue designado para liderar durante un periodo inicial de 18 meses el consorcio europeo por el hidrógeno verde, que se ha convertido en una auténtica revolución en materia de energías renovables.
Junto a Repsol, Iberdrola es la empresa española que está invirtiendo con mayor ambición en el desarrollo de esta tecnología, algo que ha sido determinante a la hora de confiar a su primer ejecutivo los mandos de un grupo que pretende impulsar el papel de la Unión Europea como líder mundial de esta nueva realidad con el fin de adelantar lo máximo posible la rentabilidad de las fuertes inversiones que se están llevando a cabo.
Crecimiento y diversificación
En pleno debate sobre la relevancia política a raíz de las tensiones entre Rusia y Ucrania y, en general, en lo concerniente a la crisis energética europea, cualquier duda parece disiparse en lo que se refiere al ámbito corporativo, donde el peso de la empresa española es cada vez mayor.
Precisamente, la crisis inmediatamente anterior a la del coronavirus aceleró el proceso de internacionalización que había puesto la gran empresa española años antes, en busca de una diversificación geográfica que le hiciera mucho menos dependiente del mercado nacional e incluso europeo, cuyas debilidades suponían el bloqueo en el progreso de su cuenta de resultados.
“Hace tiempo que la dimensión de las grandes compañías españolas trasciende fronteras, lo que hace que cada vez sean más conocidas en el exterior y también sus ejecutivos”, apuntan desde una de las grandes consultoras a la hora de explicar el papel relevante que están tomando en este tipo de organizaciones.
La capacidad de influencia de los lobis internacionales también ha evolucionado en los últimos tiempos, en los que los liderazgos políticos, por el contrario, se están diluyendo.
El ejemplo de Bruselas
“Bruselas en un ejemplo muy claro, el trabajo de los lobistas es cada vez más destacado y se ve cada vez más reflejado en las decisiones que se acaban tomando en el parlamento. En este sentido, se va hacia un modelo más parecido al de EEUU, donde hace tiempo que las empresas son auténticos poderes fácticos”, apunta la fuente.
Un escenario inimaginable hace apenas unos años, tanto el del peso de las grandes patronales sobre la política europea, tradicionalmente muy sólida, como la del papel de las empresas españolas en este universo.
“Cabe tener en cuenta que hay compañías que se han convertido en referentes mundiales, que lideran sus sectores o, al menos, un determinado ámbito. Y, por lo tanto, es lógico que sus ejecutivos sean elegidos para representarles”.