El amor todo lo puede. Incluso sentar en las mismas mesas a la burguesía independentista catalana y la conservadora de Madrid y País Vasco. La boda del año tuvo lugar el pasado 18 de septiembre, una jornada pasada por agua. La relajación de las restricciones por el Covid propició que uno de los enlaces más esperados tanto por la burguesía catalana como por los representantes del alto Madrid tuviera lugar en un enclave de ensueño. Los hijos de Carlos Torres, presidente de BBVA, y de Carles Sumarroca, máximo representante del agroalimentario Grupo Sumarroca y uno de los socios de Comsa, se han podido casar en un escenario mágico, la finca familiar de Sant Sadurní d'Anoia (Barcelona). 

Llegar hasta al altar no ha sido sencillo y en el camino hubieron conatos de rencillas incluso entre las familias de los contrayentes, que han intentado mantener el perfil bajo de la celebración en línea con la limitada exposición pública de ambos. Aun así, ha resultado imposible evitar que los entresijos del enlace estuvieran en boca de todos. Ya que, más allá de sellar su amor, la boda ha sido el acto de unión más claro entre Barcelona y Madrid de los últimos tiempos.

Dos ‘mckinsey’

La pareja se conoció en la consultora McKinsey & Company, donde el también presidente de BBVA inició su carrera profesional y llegó a ser socio en 1997. Desde el entorno de la pareja explican que su noviazgo se inició en la capital de España, donde pasaron sus primeros años de profesión y tienen su residencia fijada en uno de los pisos más nobles del barrio de Salamanca, próximos a la zona de El Retiro.

McKinsey & Company

La prueba de fuego fue la formación que la prestigiosa consultora costeó a ambos en Nueva York. Allí, relatan los mismos interlocutores, ambos demostraron que su relación estaba consolidada y desde entonces los rumores de un enlace han sido constantes. No obstante, la boda entre Elisenda (Eli) Sumarroca e Íñigo Torres se ha hecho esperar. El noviazgo ha durado casi tres años.

Tampoco fue del todo casual que la dirección de McKinsey en España decidiera premiar a los hijos de Torres y Sumarroca, destacan otros interlocutores de su entorno. Cabe recordar la estrecha relación de ambas familias con la empresa estadounidense.

Choques entre la familia

Los choques que existen en todas las familias en el momento de organizar una boda en este caso han sido, también, de dimensión considerable. Aunque se asegura que el cariño entre los Torres y los Sumarroca no ha desaparecido en ningún momento, sí que la tensión escaló más de lo normal por las raíces de los novios.

Ella es la descendiente de una familia que tradicionalmente se ha movido en el entorno del nacionalismo catalán y que en los últimos años incluso se les ha considerado como empresarios independentistas. Aun así, los Sumarroca han tenido la habilidad de mantener sus negocios al margen del envite secesionista de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras e intentar quedarse en una posición equidistante más allá de sus consideraciones personales. No en vano, el denominado procés ha coincidido con un contexto complejo para la familia. Por parte del contrayente, una parte de la familia procede del norte. Mireya Uribe Etxebarría, la esposa de Carlos Torres y madre del novio, es una arquitecta bilbaína con quien se conoció hace 35 años.

‘Caso Pujol’

Los Sumarroca serán unos de los empresarios que deberán comparecer ante la Audiencia Nacional para declarar en el marco del caso Pujol. Los abuelos de la novia formaban parte del círculo de amigos y colaboradores estrechos de Jordi Pujol y Marta Ferrusola. Carles Sumarroca Coixet, el abuelo de la contrayente, estuvo en el origen y la fundación de CDC. Tan estrecha era la relación que Núria Claverol, la abuela, era la socia de la matriarca de los Pujol, Marta Ferrusola, en la empresa de jardinería Hidroplant.

 

Jordi Pujol y su esposa, Marta Ferrusola, en Queralbs, en el Pirineo catalán, en diciembre de 2015 / ATLAS

Carles Sumarroca Coixet llegó a estar imputado por presunto blanqueo de capitales y falsedad documental por los negocios que habría mantenido con la familia. Tras siete años de instrucción de la causa, el juez José de la Mata lo exculpó por la falta de pruebas que lo sustentaran. Se demostró que sí habían mantenido negocios conjuntos, pero sin ninguna carga penal ni administrativa. El padre de la novia, Carles Sumarroca Claverol, todavía continúa en el proceso jurídico abierto.

Organización de las mesas

El fantasma del caso Pujol estuvo presente en el enlace, relatan los presentes. “Y no precisamente por los invitados catalanes”, añaden. Los mismos interlocutores explican que la familia Torres intentó marcar una distancia prudencial incluso en cómo se sentaban los invitados. La principal batalla, según las mismas fuentes, se vivió en cómo se organizaban las mesas. Los Torres, que se hicieron acompañar por algunos ilustres del Madrid cortesano, incluso fueron tildados de “snobs” por algunos de los invitados de la contraparte.

Finalmente, la propia intervención de los novios propició que la sangre no llegase al río y que el enlace pasara como otro más de la alta burguesía. Nadie se perdió el evento, la principal prueba del peso que tienen tanto en Madrid como en Barcelona los apellidos Torres y Sumarroca. Tras el enlace y la luna de miel, la pareja, ya como marido y mujer, han regresado a su nido de El Retiro.