Poco a poco ha ido calando entre nosotros hasta convertirse en una palabra con vida propia. La expresión “hacer un bizum” ha trascendido a la aplicación que lo creó para ser un término presente en el día a día. Ya no solo se usa para saldar deudas con amigos tras una cena o para repartir los gastos de un regalo común, sino que cada vez más comercios se han adherido al nuevo sistema de pago electrónico. La pandemia ha acelerado su uso por el temor al contagio del coronavirus a través del efectivo, hasta el punto de que los expertos ya debaten si en el medio plazo seremos testigos de la desaparición del papel moneda.
Bizum nació en 2016 como un proyecto común de 24 bancos españoles. Al cierre de 2020 la startup tenía 13,6 millones de usuarios activos y había movido 14.000 millones de euros. El éxito se encuentra en su sencillez de uso: basta con descargar la aplicación, vincularla a la cuenta bancaria y desde ahí enviar cualquier importe entre los 0,50 hasta los 1.000 euros. Todo sin necesidad de ir pasando por ahí el número de cuenta. Solo se necesita teclear el número de móvil del beneficiario para que la transferencia llegue de forma instantánea.
La pandemia, escenario clave
“Bizum se basa en el efecto red: cuanta más gente tenga la aplicación, el uso será mayor. Durante la pandemia la gente, que manejaba menos efectivo, aprovechó para indagar y encontró otras formas de intercambiar dinero”, detalla el director de desarrollo de negocio de Bizum, Fernando Rodríguez. Aunque la irrupción del Covid-19 ha ayudado a expandir la plataforma, los números de diciembre de 2020 se aproximaron a los previstos por la compañía 12 meses antes. La idea en enero pasado era terminar con 12 millones de usuarios. De cara a 2021, el objetivo es acabar en 20 millones.
En cuanto al perfil del usuario, lejos de lo que se pueda pensar en un principio, va más allá del público milenial. “Cuando empezamos, pensábamos en un perfil más joven y digital, que usa el móvil como una extensión más de su cuerpo, pero los primeros usuarios estaban entre los 35 y 44 años”, señala Rodríguez. Ahora la edad ha bajado y casi el 30% de los usuarios tienen entre 25 y 34 años. Le siguen el segmento entre 35 y 44 años y a continuación los que están entre los 18 y los 24 años.
¿El fin del efectivo?
Así, con la irrupción de los pagos electrónicos al alza, cabe preguntarse si el dinero físico tiene los días contados. “Estamos en un momento en el que el dinero en efectivo cada vez lo usamos menos. Ya en 2019, antes de la pandemia, la tendencia a la baja era clara: solo el 53% de las transacciones fueron en efectivo. En otros países, como China o Rusia, el cambio es todavía más acelerado”, explica el profesor de OBS Business School y doctor en ingeniería de telecomunicación, Marc Bara.
“La previsión es que el papel cada vez sea más irrelevante. A corto plazo no podemos pensar en su desaparición, pero a medio término es previsible”, continua Bara. Con todo, el experto detalla que también existen sectores de la sociedad reticentes a una hipotética supresión del cash: “Existe un tema cultural que puede frenar la tendencia, como es el caso de las personas mayores o de la gente que forma parte de la economía sumergida. No obstante, en una o dos generaciones ese problema puede estar superado”.