Como si del día de la marmota se tratara, cada temporal de frío u ola de calor en España se repite la misma escena: los precios de la electricidad se disparan y con ellos, el ruido del debate entre los partidos. Sin embargo, el problema en lo que concierne a lo estrictamente energético no está en manos de los políticos. Al menos, a corto plazo. Una serie de factores geoestratégicos y de los mercados condenan al país a tener una energía cara, con independencia de quién gobierne, lo que explica que las mismas situaciones se sucedan con gobiernos de diferente signo.
El paso de la tormenta Filomena ha dejado la ola de frío más intensa de los últimos 20 años en España y nevadas en la zona centro inéditas en medio siglo. La consecuencia inmediata ha sido un incremento de la demanda más intenso de lo habitual, que ha estresado el mercado mayorista de la electricidad, con su correspondiente efecto inflacionista en el recibo de la luz.
Sin interconexiones
Algo muy parecido ya sucedió a finales de 2016 y comienzos de 2017. Y se repetirá con frecuencia en los próximos años. Una de las principales causas es que la mayor parte del territorio español se asienta sobre una península, la Ibérica, que desde el punto de vista energético es, en realidad, una isla.
Una circunstancia que se debe a las casi inexistentes conexiones con los mercados de Europa Central, a través de Francia. España únicamente comparte mercado con Portugal, con múltiples interconexiones entre ambos territorios. Este escenario explica tanto la similitud de los precios de la electricidad en ambos países (la mayoría de los días idéntico) como las diferencias con el vecino del norte, Francia.
El mix de generación
Sólo la falta de interconexiones con el país galo provoca diferencias de precio de hasta 10 euros entre ambos territorios, según estimaciones de Red Eléctrica. A diferencia de lo que sucede con España, los precios de la electricidad en Francia son muy similares a los que presentan países de su entorno como Alemania, Bélgica y Austria, con los que comparte mercado energético.
Otro de los aspectos que influyen en que la electricidad sea más cara en el país es su mix de generación. España avanza con paso muy decidido en el desarrollo de las energías renovables y abandera el liderazgo de la Unión Europea en el proceso de descarbonización de la economía. Sin embargo, la travesía de la transición ecológica tiene sus peajes y sus facturas.
Respaldo
Así, la potencia renovable instalada en España aún es netamente insuficiente para asegurar el suministro de todo el sistema, toda vez que las energías limpias dependen de factores climatológicos como el viento, la lluvia y también de la luz del sol; ninguno de ellos está disponible de forma permanente.
Como tecnología de respaldo aparece la energía nuclear, que es de las más baratas de las que componen el mix y la que mayor volumen de electricidad genera. Pero como tampoco alcanza para atender la totalidad de la demanda, hace falta acudir a alternativas que ya elevan considerablemente el precio, especialmente los ciclos combinados y el carbón.
La subida del gas
Ésta última está en desuso, dado que muchas plantas térmicas ya cerraron como consecuencia del proceso de transición energética. Sin embargo, aún se sigue quemando carbón para producir electricidad y más en situaciones de picos de demanda como la actual. Al elevado coste del carbón nacional se suma el de los derechos de emisión de CO2, cada vez más elevados debido a la especulación y a su propósito de desincentivar sistemas de generación contaminantes.
Las emisiones de los ciclos combinados son menores pero la entrada de esta tecnología en el mix estresa el mercado debido a que los picos de demanda también provocan subidas en el precio del gas natural, empleado para hacer funcionar estas plantas.
Materia prima más cara
A diferencia de lo que sucede con los países de Europa Central, que consumen gas procedente de Rusia, a precio más económico, el principal proveedor español es Argelia, cuya materia prima resulta más costosa.
Volviendo al ejemplo francés, la energía nuclear acapara más de dos tercios de la generación de electricidad, lo que abarata el coste de la energía que no deriva de fuentes renovables. Alemania eliminó las centrales nucleares de su mix pero, en cambio, cuenta con una notable producción a través de centrales de carbón, con una materia prima notablemente más barata que la española.
El sistema marginalista
Como guinda del pastel aparece el otro nombre femenino exótico mencionado en el titular del artículo. Euphemia es el nombre del sistema empleado por buena parte de los países de la Unión Europea para fijar los precios de los mercados mayoristas de la electricidad. A través de una serie de algoritmos, Euphemia casa la demanda que llega para cada franja horaria del día con la oferta de cada tecnología por parte de los generadores.
Al tratarse de un sistema marginalista, la última oferta en llegar es la que fija el precio definitivo, de manera que cuando la demanda es elevada (normalmente, a mediodía y entre las 20 y las 22 horas), las tecnologías que fijan los precios son las más caras, pues las ofertas de las renovables y nucleares no son suficientes para atenderla en su totalidad.
Un escenario duradero
Así las cosas, el cóctel está servido para los próximos años en el panorama energético y no variará, al menos hasta que la implantación de las renovables no sea masiva o hasta que no se desarrollen sistemas de almacenamiento duraderos.
España está condenada a una energía eléctrica cara. Capítulo distinto es el del recibo, en el que entran en juego factores como el fiscal y otras cargas. En este punto sí pueden intervenir los políticos, aunque tampoco parecen demasiado dispuestos a rebajar la factura.