Tras el veto a las compañías de animales en las principales ciudades, el Covid-19 ha dado la puntilla al circo y a su tradicional magia navideña. Más de 10.000 artistas, trabajadores y técnicos y sus 2.500 familias viven prácticamente en la calle al amparo de Cáritas y Cruz Roja como única fuente de alimentos.
El sector, en la cuerda floja desde marzo, afronta el esperado empujón económico de fin de año con muchas pistas en silencio y las luces apagadas. Apenas han montado sus carpas una decena de los 50 circos españoles. Temen una recaudación ruinosa por el miedo de la población, las limitaciones del aforo, menos trabajadores y un público muy inferior.
Los circos en la cuerda floja y sin red de seguridad por la pandemia de coronavirus / EURONEWS
Gastos y complicaciones
La asociación estatal Circos Reunidos asegura que la mayoría han hecho cuentas y se han decantado por no abrir. Ven complicado obtener beneficios una vez descontados los costes derivados del transporte, contratación de trabajadores (si los encuentran), revisiones, seguros, inversiones en publicidad y marketing, alquiler y permisos de los terrenos apropiados.
En Madrid ha abierto el Price, pero no llegará ni de lejos a los 80.000 espectadores de la temporada pasada. En Cataluña se han anunciado cuatro y en Valencia solo uno de los cinco que alegraban la comunidad en estas fechas. Apenas han podido vender una décima parte entradas. En Santander las autoridades han cerrado el único que había logrado levantar la carpa y tenía ya entradas vendidas.
Los responsables de estos espectáculos genuinamente infantiles denuncian las complicaciones y requisitos de muchos ayuntamientos, que los consideran un posible foco de contagio. También sufren la ausencia de subvenciones autonómicas y estatales prometidas, como el acceso de los trabajadores supervivientes a la Renta Mínima Vital.
Apoyo episcopal
“Es un desastre. Lo están pasando muy mal”, asegura José Aumente, director del departamento de pastoral de ferias y circos de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Este sacerdote, de 70 años, llevó un informe a la última asamblea plenaria que incluye a feriantes y circenses entre los colectivos más afectados por la pandemia.
Aumente es conocido como el “cura del circo”. Sus fieles son payasos, acróbatas, contorsionistas, equilibristas, escapistas, forzudos, hombres bala, magos, malabaristas, mimos, monociclistas… Desde los años 90 recorre los circos repartidos por toda España para casar, bautizar y dar la primera comunión a niños y, a veces, sus padres.
La CEE se ha llegado a plantear una “diócesis circense” al estilo de la castrense que atiende a los militares. En el reciente documento denuncia que a las gentes del circo “no se les permite trabajar y, aunque se han manifestado reivindicando ayudas, no han recibido respuesta alguna». Aseguran que el colectivo se mantiene a la espera de recibir una ayuda con la que poder “seguir creando sonrisas y magia”.
Protesta ante el Congreso
Circos Reunidos organizó una protesta el pasado septiembre frente al Congreso de los Diputados para reclamar ayudas públicas con las que poder subsistir tras la declaración del estado de alarma. Pedían al Gobierno de Pedro Sánchez que se dejase “de pantomimas” y les ayude como a otros sectores.
El presidente de la asociación, Nacho Pedrera, denuncia que no han tenido tantas oportunidades como otros sectores. Considera que se ha producido un agravio comparativo con respecto a centros comerciales, cines, teatros, bares, parques de ocio y un largo etcétera que han estado abiertos y con afluencia de gente.
Panorama desolador
Los circos dieron por perdida la Semana Santa, y el verano fue un fracaso rotundo. Algunos no se movieron de donde estaban, y los que decidieron abrir se encontraron con que la gente no iba porque estaba asustada. Varios ayuntamientos los expulsaron por miedo a que transmitieran el coronavirus a los del pueblo.
Los supervivientes están haciéndose cargo de los seguros de los vehículos y el desembolso que generan los animales por comidas, asistencia veterinaria y recintos donde desarrollarse. “El panorama, sin funciones y ante la imparable acumulación de gastos, es desolador”, aseguran presentadores y maestros de estas disciplinas escénicas.
Ilusión borrada
Luisa Muñoz, pedagoga y responsable de comunicación de varios circos, advierte de que una Navidad sin circo “borrará la ilusión en la cara de los niños”. “Está siendo todo muy raro, muy extraño y triste”, agrega.
El padre Aumente nunca se ha planteado que pueda ocurrir algo así. "No podemos privar a los niños de este momento de alegría. Llevamos meses y meses metiéndoles miedo. El circo cumple un servicio social. La gente necesita reírse y olvidarse un poco de los telediarios", apostilla en declaraciones al semanario católico Alfa y Omega.