En 48 horas, las juntas de accionistas de Bankia y Caixabank han aprobado la operación que dará lugar al mayor banco de España. Si en algo han coincidido en sus discursos los principales ejecutivos de ambas entidades, al margen de las cifras, ha sido en situar la clave de la fusión en acciones como “adelantarse” o “anticiparse”. Algo que explica por qué una maniobra tan determinante se desencadena en una fecha tan atípica como pleno agosto. No había tiempo para perder.
Los presidentes de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, y de Caixabank, Jordi Gual (que aprovechó la junta para despedirse de los accionistas), coincidieron en que los dos bancos han encontrado al socio idóneo para afrontar un escenario muy complejo por el horizonte de tipos negativos en los próximos siete años y el desafío de la digitalización. Una declaración cuyo trasfondo va más allá de las protocolarias palabras amables en este tipo de operaciones.
Nervios desatados en Moncloa
En cualquier otra circunstancia, una maniobra de este calado se hubiera desarrollado con algo más de calma. Pero no había tiempo que perder. Cuando gran parte del país disfrutaba de unas deseadas vacaciones tras cinco largos e infernales meses marcados por la pandemia del coronavirus, las luces no se apagaban en las oficinas de Caixabank y Bankia.
Los nervios se habían desatado en el Gobierno a la hora de buscar el cobijo adecuado para la participación del Estado en el banco, derivada del rescate de 2012. Hasta tal punto, que la operación pilló por sorpresa a destacados miembros del Ejecutivo. Entre ellos, el mismísimo vicepresidente segundo, Pablo Iglesias.
Abocado a un socio no deseado
En Caixabank tocaron a rebato. Si se lo pensaban más de la cuenta, otro sería el elegido para la pareja más cotizada en el baile de fusiones del sector bancario.
Y, con ser negativa esta circunstancia, no lo era tanto como su derivada: verse empujado a una operación no deseada, con un socio que no fuera precisamente el ideal ni el más idóneo. Si Caixabank no elegía, elegirían por él.
Maquinaria al máximo en agosto
La maquinaria se forzó al máximo a partir del inicio de la segunda quincena de agosto, con trabajo sin descanso para que el proceso se pusiera en marcha lo más rápidamente posible, antes de que la actividad general se retomara tras la vuelta del verano. El jueves día 20 los equipos llegaron a un punto de no retorno lo que motivó la convocatoria de los consejos de administración, en reunión extraordinaria dos días después, para que se celebraran el 25 de agosto.
“La operación tiene su origen en un acercamiento de la Fundación Bancaria La Caixa al Ministerio de Asuntos Económicos para estudiar una posible fusión”, relató a la prensa Goirigolzarri a mediados de septiembre, pocas horas después de que los consejos de Caixabank y Bankia aprobaran la operación. Si la propuesta no llegaba a tiempo, el departamento que dirige la vicepresidenta tercera del Gobierno, Nadia Calviño, buscaría otro candidato. Con toda probabilidad, el BBVA.
La fusión fallida
Por eso no había tiempo que perder. Y por eso, “anticipación” ha sido una de las palabras más pronunciadas a través de los micrófonos del Palau de Congresos de Valencia, donde se han celebrado las juntas de accionistas.
La instalación ha sido escenario de las asambleas que han dado luz verde a un campeón nacional del sector financiero, apenas unos días después de que BBVA y Banco Sabadell decidieran concluir sin éxito las negociaciones que mantuvieron para tratar de fusionarse. Un proceso que también se precipitó en el tiempo. Apenas un mes tardaron Caixabank y Bankia. La diferencia estriba en que ellos eligieron, en lugar de dejar que eligieran por ellos.