La Seda de Barcelona ha sido un eslabón más de la crisis multinacional española. La antigua filial del grupo holandés Azko inició su refundación en 1990, tras la salida abrupta de su matriz. Fue el Departamento de Industria de la Generalitat, comandado entonces por Antoni Subirà, quien tomó el control administrativo y mercantil de la empresa químico-textil para convertirla en un fabricante de plásticos. El Govern de aquel tiempo colocó a un hombre de confianza, el recién fallecido Rafael Español, en la presidencia del grupo que inició la nueva etapa tras su salida a cotización en la Bolsa española.

En pocos años, La Seda incrementó sus recursos propios en más de 1.000 millones, gracias al momento inversor. La compañía obtuvo un rendimiento extraordinario de los road shows financieros de las siete hermanitas, como se conoció entonces a los banco de inversión y sociedades de valores, más ávidas en las apelaciones al mercado de las empresas cotizadas. Con su nueva estructura del capital saneada, La seda entró en una vorágine de compras de plantas en Portugal, Italia, Reino Unido y Turquía con el objetivo de integrar producción y distribución aumentando considerablemente sus márgenes y consiguiendo el incremento sostenido de su ebitda.

Un hombre del grupo March

Rafael Español había sido durante años presidente de Aiscondel y brazo industrial del Grupo March en Cataluña a través de Corporación Financiera Alba; se convirtió en la contrabalanza empresarial del brazo bancario de los March, comandado en Cataluña por Leopoldo Rodés, consejero delegado del Banco Urquijo, enorme empresario del mundo de la comunicación e impulsor del Museo de Arte Contemporáneo (MCBA), cuyo patronato privado es un auténtico senado de la fusión entre cultura y empresa, en la línea  heredada de la Manconmunitat republicana de Prat de Riba.

Rodés y Español, ambos ausentes hoy, defendieron los intereses de los descendientes del mítico financiero mallorquín, Juan March, muy presente en Barcelona en los años de la huelga de la Canadiense (la antigua Fecsa) y en la posterior quiebra de la Barcelona Traction, la misma compañía eléctrica, que mucho después acabó formando parte de Endesa.

Centro de peleas entre accionistas

La Seda refundada, después de la salida de su matriz holandesa, fue una historia de éxito industrial y, al mismo tiempo, de desquicie financiero, motivado por las peleas entre sus mayores accionistas. Español puso en marcha las filiales de valor añadido, como Catalana de Polímers, Petrolest y la misma IQA (la actual Iqoxe, tristemente famosa este año por la explosión en el polígono petroquímico de Tarragona) y de otras sociedades del mismo Grupo, como Industrias Aragonesas, Aguas Industriales de Tarragona y  Poliglas. Fue el artífice de la reconversión de la empresa desde el textil a la química, una rampa de salida en la que se implicó el mismo Juan Abelló, a través de su holding patrimonial, Torreal.

Abelló adquirió una participación de control en Catalana de Polímeros y puso a la compañía en el pelotón europeo de las empresas de derivados del crudo y grandes productoras de plástico de uso industrial, componentes del automóvil o del sector de los envases. El plan de reflotación de La seda, iniciado en 1993, era un hecho en la primera década del actual siglo. Y sin embargo el capital de la compañía se fue convirtiendo en un hervidero de intrigas y ataques mutuos. Cuando, Español dejó la presidencia de La Seda presionado por las pérdidas y los enormes pasivos de la compañía, se convirtió en el centro enormes peleas entre accionistas que acabaron demandándole. La Fiscalía de Barcelona presentó contra él una querella criminal y Español llegó a ser juzgado en tres ocasiones por irregularidades en su gestión.  

El Pacto del Majestic

Durante su trayectoria en esta industria química, Español ocupó otros cargos, como el de presidente de la Asociación Española de Productoras de Fibras Químicas (Profibre, vertebrada en CEOE). En 1996, pasó a desempeñar un cargo destacado en el consejo de Enersis, la Endesa de Chile, y poco después en el órgano mercantil de la misma matriz, Endesa. Español fue entonces una de las piezas claves de remolino empresarial derivado de los Pactos del Majestic, entre Aznar y Pujol.

El PP asumía el gobierno de España tras un acuerdo de legislatura con el nacionalismo catalán y vasco. Aznar removió las cúpulas del Ibex 35 (entraron César Alierta en Telefónica, Francisco González en el BBVA o Miguel Blesa en Bankia) de sociedades con vinculaciones públicos o de empresas con acción de oro. A cambio, su acuerdo con CiU, le obligó a abrir los consejos de las blue chips españolas al Catalán power. Nombró a Carles Villarubí vicepresidente de Telefónica, con Juan Villalonga en la presidencia, y a Rafael Español en el consejo de Endesa, la gran eléctrica que, en aquellos años, pasó por dos presidencias sucesivas: Rodolfo Martín Villa y Juan Echevarría Puig. En 1998 fue nombrado vicepresidente de la Fundación Catalana per a la Recerca i la Innovació, entidad que pasó a dirigir al año siguiente. Y tras dejar su responsabilidad en La seda, desempeñó la presidencia de la Fundació per a l’Esport Català.