Las crisis del coronavirus está incrementando de forma notable la factura que tienen que afrontar las compañías por el coste de su financiación, más concretamente por el relacionado con las emisiones de deuda corporativa. Las tensiones de los mercados por los efectos de la pandemia, que se iniciaron a mediados de febrero con un desplome sin precedentes de las bolsas, se han trasladado a la renta fija, lo que ha encarecido el coste de las emisiones a las empresas españolas en unos 4.000 millones de euros.
El último informe trimestral sobre la economía española del Banco de España, dado a conocer este jueves, alerta sobre una de las consecuencias derivadas de la crisis que ha generado la pandemia: las tensiones en los tipos de interés medio de las emisiones corporativas.
Adiós a un escenario idílico
De acuerdo con las estimaciones del supervisor bancario, “el coste medio de financiación a largo plazo de las empresas se sitúa 75 puntos básicos por encima de los niveles de febrero”. Y esto a pesar de que, tras un primer mes de locura descontrolada, la situación en los mercados ha recobrado una cierta estabilidad.
El fenómeno ha venido a poner fin a un escenario cercano a lo idílico para la deuda corporativa, toda vez que a finales del pasado año cerca de dos terceras partes del volumen de emisiones, que totalizan cerca de medio billón de euros, presentaban tipos negativos (sobre todo aquellas a corto y medio plazo).
Colchones de liquidez
La circunstancia supone un contratiempo más para las empresas, la mayoría de las cuales han acudido a las distintas vías de financiación, incluidas las emisiones, para reforzar sus respectivas posiciones de liquidez.
El propio Banco de España constata un considerable incremento de los depósitos por parte de las compañías en las últimas semanas, lo que la entidad interpreta como una estrategia destinada a la creación de colchones de liquidez que permitan a las corporaciones afrontar una situación tan complicada con una seguridad financiera reforzada.
El papel del BCE
Esta situación hubiera afectado igualmente a la deuda emitida por el Estado de no ser por la rápida y decidida actuación del Banco Central Europeo (BCE), muy preocupado desde el primer momento en que la crisis no cobrara dramáticos tintes de crediticios, como ocurrió con la desatada a finales de la pasada década.
El organismo emisor ha elevado progresivamente la cuantía destinada al programa de compra de deuda de los países de la zona euro hasta alcanzar los 1,35 billones de euros, lo que ha llevado la calma a los mercados de renta fija y ha rebajado de forma notable las primas de riesgo.
Presión al bono español
Sin ir más lejos, desde el estallido de la pandemia el diferencial de la deuda española a largo plazo con el bono alemán de referencia se disparó hasta en dos ocasiones hasta los 150 puntos básicos. Ni siquiera el anuncio de la extensión del programa de compra de bonos hasta 750.000 millones de euros fue capaz de relajar la tensión más allá de dos o tres semanas, tras las que los inversores volvieron a salir masivamente de la deuda española en busca de activos refugio donde guarecerse de la tormenta.
Poco antes de que el BCE diera por hecho una situación de barra libre de liquidez, la rentabilidad del bono español a diez años volvió a superar el 1%, cuando a finales de 2019 se situaba claramente por debajo del 0,3%.
Coste de los créditos
La nueva vuelta de tuerca del BCE evitó males mayores, que sin duda se hubieran producido de no mediar su actuación, como prueba lo que está sucediendo con la deuda corporativa.
En su informe, el Banco de España también atribuye en parte a la actuación del emisor europeo el hecho de que la crisis no haya encarecido la concesión de créditos a familias y empresas, debido a las facilidades que el Eurosistema ha articulado para que los bancos puedan financiarse en condiciones muy holgadas.