La tormenta que ha generado el acuerdo entre el Gobierno y EH-Bildu para derogar la reforma laboral ha dejado herido de muerte uno de los puntos clave para la gestión de la crisis económica generada por la pandemia del coronavirus: la posibilidad de extender los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) hasta finales de año. El hecho de que la patronal CEOE haya dado por roto el diálogo social hace saltar por los aires el proceso de negociación que se había abierto tras el acuerdo para prorrogar esta figura hasta el 30 de junio, y que dejaba la puerta abierta a una ampliación que, en estos momentos, se antoja más que complicada.
Los empresarios consideran clave llevar los ERTE hasta el 31 de diciembre, toda vez que en algunos sectores, especialmente la hostelería y el turismo, la recuperación de la actividad va a ser un proceso complicado y que va a ir mucho más allá del fin de la llamada desescalada. En esta situación, y con la prohibición de despedir en seis meses desde el fin de los ERTE establecida por el Ministerio de Trabajo, la patronales temen que muchas empresas, especialmente pymes, se vean obligadas a echar el cierre, y los autónomos a cesar definitivamente su actividad si no pueden prolongar la reducción temporal de empleo.
Continúa la polémica en torno a la derogación de la reforma laboral / EP
De la sorpresa al caos
A última hora del miércoles, tras el pleno del Congreso en el que se dio luz verde a la quinta prórroga del estado de alarma, saltaba la noticia del acuerdo suscrito por la coalición de Gobierno y Bildu para derogar la reforma laboral. Un asunto que había sido precisamente mencionado durante la sesión por la portavoz de la formación abertzale, Mertxe Aizpurua, quien echó en cara al presidente Pedro Sánchez no haber cumplido con su compromiso de abordar esta cuestión.
Las reacciones posteriores no hicieron sino generar un ambiente de caos generalizado que, incluso, se escenificó en el seno del propio Gobierno. Mientras el PSOE matizaba que el acuerdo no hablaba en ningún momento de una derogación completa, el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, incidía en la existencia de un documento firmado que decía lo contrario y en que “lo firmado es lo acordado”.
Diálogo abierto
La reacción de CEOE, que calificó de indigno el acuerdo, no se hizo esperar y procedió a dar por roto el diálogo social, precisamente en un momento clave para el futuro de los ERTE.
El acuerdo para su extensión hasta el 30 de junio supo a poco a algunas patronales, que lo consideraban ampliamente insuficiente. Sin embargo, el presidente de CEOE, Antonio Garamendi, hizo hincapié en que lo importante del pacto era haber fijado un diálogo entre las partes para tratar de avanzar y conseguir de este modo una nueva extensión.
Resquicio para el despido
Ahora, ese valor añadido queda en papel mojado y da paso a la incertidumbre y, posteriormente, a lo que puede ser una situación insostenible. En el citado acuerdo también se contempla la posibilidad de que las empresas puedan despedir trabajadores en los seis meses siguientes a la finalización del expediente (una opción que en el primer planteamiento no existía). Para ello, las sociedades tienen que demostrar que se encuentran en una situación que justificaría la declaración de un concurso necesario por parte de un acreedor.
En el caso de que los ERTE decaigan el 30 de junio y los empresarios comiencen a recurrir a esta estrategia para poder esquivar la obligación de volver a contar con todos los trabajadores (pese a que es improbable que puedan retomar la actividad al 100%), la tensión con el Ministerio de Trabajo promete elevarse a cotas inéditas.
Tensión
En principio, según lo que establece el acuerdo, con un simple apremio por impago o con un sobreseimiento continuado de las obligaciones de pago, se abriría la puerta al despido. Pero no parece probable que el departamento que dirige Yolanda Díaz está dispuesto a dar luz verde a todos los casos de forma tan sencilla, lo que podría dar pie a cierres en cadena.
Un escenario que podría evitarse con una prolongación de los ERTE que se ha convertido en un clamor en el ámbito de los patronales, con llamamientos prácticamente a la desesperada. Si ya era muy complicado antes, el insólito acuerdo tras el Pleno lo sume directamente en el terreno de la entelequia.