Las medidas decretadas por el Gobierno para impedir que grandes inversores pasen a controlar empresas de sectores estratégicos tras aprovechar sus actuales bajos precios en el mercado han surtido efecto pero solo de forma relativa. Destacados inversores institucionales no han dudado en tomar posiciones en valores como IAG y Repsol aunque, eso sí, de forma muy prudente y con una amplia cobertura ante los riesgos que supone una inversión de peso en un entorno inestable en los mercados. Una forma de cazar gangas pero agazapados, a la espera de que la situación cambie. Un primer paso a precio de baratija.
El Gobierno ha recibido numerosas críticas acerca del ritmo que ha imprimido a las medidas para tratar de frenar la expansión del coronavirus. Sin embargo, la mayoría coincide en señalar que Moncloa anduvo muy ágil al detectar el peligro que suponía para grandes empresas cotizadas de sectores como el energético y el financiero su desplome en los mercados, que les ha dejado “a tiro de OPA”.
Capital estadounidense al ataque
Entre las numerosísimas medidas adoptadas por el Ejecutivo como consecuencia de la crisis del Covid-19 se encuentra una suerte de blindaje por el que se otorga la potestad de tener que autorizar cualquier adquisición por parte de un inversor de fuera de la Unión Europea que suponga superar al 10% del capital de empresas pertenecientes a sectores estratégicos, un amplio abanico que incluso abarca a los medios de comunicación. La fórmula de emplear una plataforma situada en territorio comunitario para realizar la operación no eximiría al potencial comprador de tener que pasar por Moncloa para obtener el correspondiente plácet.
En apenas un par de semanas ya se han producido dos destacados movimientos sobre cotizadas en el mercado español por parte de grandes inversores estadounidenses. El primero fue JP Morgan, que afloró una participación del 6,8% en el capital de Repsol, en la que hacía seis años que no ostentaba una participación significativa. Poco después, Morgan Stanley comunicó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que había superado el 5% del holding IAG, compañía con sede en Madrid y que incluye a las aerolíneas españolas Iberia (en proceso de comprar Air Europa) y Vueling.
Instrumentos derivados
Ambas maniobras se han realizado de forma similar, a través de la contratación de productos derivados, sin tomar directamente la participación pero con los derechos de voto. En el caso de JP Morgan, buena parte de esta participación se ha tomado a través de opciones de compra y venta, diferidas en el tiempo, en concreto, hasta el año 2025 en una de ellas. Este tipo de productos suele contemplar límites tanto de revalorización como de depreciación del valor para minimizar riesgos.
Algunos de ellos son liquidables o canjeables en efectivo, por lo que el inversor no se quedará con las acciones al vencimiento sino con la diferencia entre el precio de referencia a la hora de contratar la opción y el que presenten los títulos en el momento de ejecutarla.
El veto a los cortos
La fórmula empleada por Morgan Stanley en IAG se basa también en varias modalidades pero la principal es un derecho a recuperar acciones que previamente han sido prestadas. El préstamo de valores constituye la principal herramienta de las llamadas operaciones a corto, que fueron temporalmente prohibidas por la CNMV en plena escalada bajista de los mercados. Los especialistas en posiciones cortas toman prestadas acciones de un valor contra el que van a apostar y las venden en el mercado para, posteriormente, adquirirlas a un precio inferior y devolverlas al prestamista. En función de la diferencia entre el precio de venta y el de compra, así es el beneficio que se embolsan.
Las operaciones a corto están bloqueadas en este momento pero el veto del regulador no durará eternamente. Ni tampoco el del Gobierno a las inversiones extranjeras que superen un determinado porcentaje del capital. Lo que ahora es una medida de protección, en circunstancias favorables de mercado se convierte en un corsé que resta mucho atractivo a aquel mercado que decide mantenerlo por lo que acaba desapareciendo.
De esta forma, los grandes inversores ya han dado unos primeros pasos que, como mínimo, les permitirán obtener pingües beneficios en circunstancias complicadas. Con vistas a horizontes más favorables, habrán recorrido ya parte de un camino que después no podrá transitarse sin pagar un elevado peaje por él.