La respuesta de la Unión Europea ante la crisis sanitaria y económica por la pandemia del coronavirus es incierta todavía, aunque hay algunas acciones. El BCE ha dejado claro que habrá bazucas “hasta que sea necesario” y una línea de crédito de emergencia para los países más afectados. Y más adelante, ya se verá. No hay eurobonos ni una respuesta fiscal mancomunada, a través del Mecanismo Europeo de Estabilización (MEDE), a pesar de que los gobiernos de los 27 saben que el confinamiento de la población paraliza las fábricas y los mercados. El 70% del aparato productivo español está detenido.
¿Eurobonos, por qué no? “Porque frenarán nuestro modelo de crecimiento futuro, que debe basarse en las reformas estructurales y no en el impulso artificial de la demanda”. Alemania dixit. Y, sin embargo existe, un consenso entre Madrid, Paris, Roma y Bruselas de que en estos momentos las urgencias son mayores que las estrategias de futuro. Pero Berlín y los Paises Bajos ganan de nuevo ya que, en la Cumbre de jefes de Gobierno de la UE celebrada ayer telemáticamente, se impuso el freno a base de consideraciones de riesgo moral para el proyecto de la Unión. Berlín y La Haya repiten lo que lo dijo el pasado lunes Peter Altmeier, el ministro alemán de Economía: “No podemos incentivar el subsidio, sino apoyar las ideas”.
Riesgo moral y reformas económicas
De nuevo la mayoría se pregunta, ¿Eurobonos por qué no? Y quien responde tajante es ahora, en nombre de los negacionistas, el titular de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra: “El rescate del MEDE es una medida de último recurso y la emisión de eurobonos introduce una amenaza de riesgo moral al desincentivar la reformas económicas”. España e Italia no tienen palabras. Y de momento, es el presidente del Eurogrupo, el portugués Mario Centeno, quien contraataca a favor de una solución drástica: “Estamos ante un shock exógeno, que nos afecta a todos los países por igual”.
Alemania presenta balances parciales de los afectados por la pandemia, en opinión de la mayoría de expertos y microbiólogos; y por su parte, Holanda se salva de la quema, de momento. Pero Centeno exclama: “aunque el virus se está ensañando con los países del sur, nadie es inmune”. Y no está solo, porque el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, plantea la necesidad de lanzar una especie de Plan Marshall para la reconstrucción, en línea con el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez.
Alemania, ¿modelo de convivencia?
Queda claro, Alemania y Holanda solo aceptan tirar del margen del Presupuesto comunitario, que todavía dispone de fondos. Europa se debate entre esta parálisis y el lamento de los más castigados por el virus. La Cumbre deja la recuperación para más adelante --una vez superada la pandemia-- que, a criterio de los fuertes, llegará acompañada de una inversión de posguerra sin precedentes históricos.
Para entonces, dentro de dos meses o más, los bancos privados de la zona euro demostrarán que están mejor capitalizados hoy que en la gran recesión del 2008. A falta de nuevos imputs, el último mensaje de la Cumbre es descorazonador: encarga al Eurogrupo (ministros de Economía y Finanzas de la UE) que siga trabajando en las próximas semanas y promete tomar más medidas, si es necesario. En las entretelas de la UE, el comentario más extendido lo considera una respuesta insuficiente que muestra, una vez más, el egoísmo de los países con cuadros macroeconómicos más limpios, que, aun siendo ortodoxos, no tienen por qué ser los mejores modelos de convivencia.
Vuelve el predicamento de Draghi
El resumen, Europa tiene una hoja de ruta para después de la salida del túnel, pero no ha solucionado cómo saldrá de dentro del túnel. De momento, no hay respuesta a la deuda conjunta a pesar de que Francia, Italia y España exigen la puesta en funcionamiento de un mecanismo por el que la política monetaria expansiva del BCE volvería la solución.
El principio del bazuka permanente ha sido defendido por Mario Draghi, en un artículo, al afirmar con las mismas palabras que usó en la crisis del euro de 2010: “debemos comprar Deuda sin límites y por el tiempo que sea necesario”. Draghi ha regresado al debate con enorme contundencia. En su opinión, Europa debe “endeudarse para “evitar una crisis permanente en Europa”. Es como si el mundo se hubiese detenido allí, tras la caída de los dioses, con el hundimiento de Lehman Brothers. Todo vuelve a ser lo mismo que entonces: el BCE de Lagarde, siguiendo a Draghi, está dispuesto a colocar euros a mansalva en los mercados, pero la autoridad fiscal, la Comisión presidida por Úrsula Van der Leyen, está maniatada por los países del norte, bajo la hegemonía alemana.
Como último aval
En la crisis financiera de 2008, para solucionar el vacío de liquidez que sufrían las Comunidades Autónomas en España (con competencias plenas en materia de Sanidad y Enseñanza) el conseller de Economía de la Generalitat, Andreu Mas-Colell, propuso la emisión de los llamados hispabonos. Esa fue la idea más brillante salida del mundo de expertos, altos cargos y reguladores españoles; y sin embargo, el profesor emérito de Harvard no encontró respuesta en el establishment del Estado. En los momentos de caída funcionan las soluciones imaginativas y ambiciosas.
Y en esta crisis del Cobit 19 apenas destaca el flujo de liquidez del BCE (750.000 millones de euros como primera providencia), que ha mejorado algo la temperatura de los mercados. Los ofertantes de acciones, bonos (públicos, empresariales o bancarios) saben que tienen un comprador asegurado, cuentan con el llamado último aval. Pero ese dinero no llega de momento al conjunto de la sociedad.