La tensión estalló en la tercera reunión del Consejo Europeo en apenas dos semanas para tratar de pactar un paquete de medidas conjunto para afrontar la grave crisis generada por la extensión del coronavirus. Un desafío que, como ocurriera en la última depresión económica, ha hurgado en la vieja brecha entre países del norte y del sur de la Unión Europea y que vuelve a poner en entredicho la primera parte de su nombre con la amenaza de una recuperación a dos velocidades. La negativa de Italia, secundada especialmente por España y también por otros Estados como Francia, impidió consensuar una propuesta que no significaba mucho más avance que la renuncia temporal al plan de estabilidad que ya habían pactado los ministros de Finanzas a comienzos de semana.
Una maratoniana reunión telemática durante toda la tarde de este jueves no fue suficiente para acortar las grandes distancias entre los países del sur de Europa, especialmente España e Italia, que reclaman que la UE articule un instrumento de deuda para financiar políticas sanitarias y económicas con el objetivo de hacer frente al impacto del Covid-19, y miembros como Alemania y Países Bajos, que nunca vieron con buenos ojos los llamados eurobonos (ahora coronabonos) y no están dispuestos a hacer una excepción.
Propuesta sin argumentos
Estos últimos consideran suficiente sacrificio renunciar a la estabilidad presupuestaria de forma temporal y, en el caso de que no sea suficiente, señalan con el dedo al fondo de rescate europeo, que despierta viejos fantasmas de los que por el sur del continente no quieren ni ver en pintura.
Pero, además, el documento propuesto para el debate estaba prácticamente vacío de contenido y propuestas. No iba más allá de mantener el espíritu de seguir trabajando de forma conjunta, sin medidas concretas. Ni coronabonos ni, por supuesto, el Plan Marshall propuesto por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y avalado por la mismísima presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.
Ruptura y ultimátum
El puñetazo encima de la mesa lo dio el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, y lo acompañó con un ultimátum: en el plazo máximo de diez días se debe encontrar una solución adecuada para lidiar con la crisis provocada por la extensión del virus llegado de China y que mantiene buena parte de la economía de los países miembros prácticamente paralizada. Junto a Sánchez, propuso un grupo de trabajo formado por las principales instituciones comunitarias: el propio Consejo, el Parlamento, la Comisión, el Eurogrupo y el Banco Central Europeo (BCE).
España e Italia lideran una rebelión que pretende evitar que esta crisis les vuelva a ahogar desde el punto de vista financiero, con el cierre del acceso a los mercados. Tras las primeras y timoratas medidas adoptadas tanto por el Consejo como por el BCE, los bonos de ambos países comenzaron a sufrir un considerable desplome en los mercados, ante la perspectiva de la llegada de una avalancha de emisiones por parte de ambos para poder costear los ambiciosos planes de choque anunciados por sus gobiernos, especialmente en apoyo de pymes, autónomos y trabajadores, los grandes afectados por la crisis.
El auxilio del BCE
Cuando las primas de riesgo comenzaron a dispararse y volvieron los nubarrones de cifras como los 300 puntos básicos que llegó a superar la italiana, el BCE reaccionó multiplicando su programa de compra de deuda pública, lo que calmó a los mercados, aunque solo por unos días.
De vuelta a las andadas, la entidad emisora dio una nueva vuelta de tuerca y eliminó los límites sobre la compra de bonos de un país determinado, lo que ha vuelto a funcionar como bálsamo. Pero los conejos en la chistera del BCE no son ilimitados y comienzan a agotarse.
La solución se antoja complicada porque Alemania no da su brazo a torcer, lo que vuelve a sumir una vez más a la UE en muchas dudas sobre su verdadero espíritu de solidaridad. Para los países más golpeados por la crisis, el tiempo se termina y no pueden perderlo firmando declaraciones vacías que no conducen prácticamente a nada. A muchos, la reunión de hoy les recordó a aquella en 2012, con los mismos países protagonistas, España e Italia, y con Mariano Rajoy y Mario Monti como presidentes. En aquella ocasión, el motín acabó triunfando.