Han sido muchos los que han hablado de la lucha contra el avance del coronavirus como una guerra mundial pero, quizá, sin ser conscientes de sus dimensiones exactas. Al menos, desde el punto de vista económico. Porque, a tenor de los planes de choque que las principales economías del planeta han anunciando o ultiman para ser aprobados, los esfuerzos para tratar de amortiguar los efectos de la pandemia en el crecimiento, la producción y el empleo superan ampliamente los llevados a cabo en su día para reparar los desastres provocados por la última contienda global, la II Guerra Mundial. La suma se va ampliamente por encima de los cuatro billones de euros y las probabilidades de que la cuantía deba ampliarse crecen de forma directamente proporcional a la evolución del Covid-19.
El Covid-19 tendrá un coste de Guerra Mundial / CG
Una referencia a la que se está haciendo alusión con frecuencia en estos días, conectada precisamente con la segunda gran contienda del siglo pasado, es el Plan Marshall, auspiciado por EEUU para la reconstrucción de una Europa absolutamente devastada por las bombas. Los libros de historia hablan del éxito de la iniciativa, a la que consideran clave para la recuperación del Viejo Continente en tiempo récord. La cuantía del Plan Marshall fue del entorno de los 17.000 millones de dólares de entonces, finales de los años 40. Teniendo en cuenta los efectos de la inflación, la cifra equivale a algo más de 185.000 millones de dólares de hoy. O lo que es lo mismo, casi 25 veces menos que lo que están preparando las grandes economías para combatir los efectos del coronavirus.
Sin coordinación
No obstante, algunos expertos hacen la cuenta de otra manera y apuntan que, en realidad, la cantidad contenida en la estrategia diseñada por el antiguo secretario de Estado norteamericano George Marshall no debe compararse con la de los citados planes sino con la de cero dólares o euros, que es la cifra actual en actuaciones coordinadas. Y, sobre todo, de dinero real inyectado a la economía, que termina llegando a los ciudadanos.
Aquel Plan Marshall fue fruto de numerosas conferencias internacionales, de las que finalmente salió un acuerdo. En este caso, ni siquiera aquellos países que ya forman parte de una gran alianza como la Unión Europea han sido capaces de pactar algo siquiera parecido. La conclusión de la última reunión del Eurogrupo, que sienta a la mesa a los responsables de Finanzas de los estados miembros de la Unión Europea Monetaria, fue que cada país tomara las medidas que considerara oportunas para combatir los efectos económicos de la pandemia.
Desconfianza en los mercados
Al contrario de lo sucedido con motivo de otras crisis, como la surgida de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, los bancos centrales de las principales economías tampoco han sido capaces de actuar de forma coordinada. Por entonces, la respuesta fue inmediata, apenas 24 horas después del suceso, con los bomberos neoyorquinos aún intentando apagar el fuego en torno a las dos torres gemelas reducidas a toneladas de escombros. Y el efecto fue inmediato en los mercados, aunque no pudieran evitar una fuerte caída (que hubiera sido mucho mayor sin la bajada de tipos acordada por los emisores).
En el caso del Banco Central Europeo (BCE), bien podría decirse que ni siquiera ha sido capaz de ponerse de acuerdo consigo mismo. En una primera batería de medidas, se limitó a ampliar el programa de recompra de deuda en 120.000 millones de euros y los inversores respondieron con uno de los mayores desplomes que se recuerdan en la historia de los mercados de renta variable (en el caso del Ibex 35, la mayor caída desde que se creó, a comienzos de 1992).
Evitar una crisis de deuda
Su reacción posterior, tras un aluvión de críticas, elevó el montante con 750.000 millones adicionales; por ahora, incluso por encima de lo anunciado por la Reserva Federal estadounidense (unos 700.000 millones de dólares, aunque el grueso tendrá un destino muy similar, la compra de deuda).
Los expertos consideran que la maniobra del BCE está más encaminada a evitar una nueva crisis de deuda en economías como la italiana y la española. Los dos países del Viejo Continente más afectados por la expansión del Covid-19 estaban viendo como los inversores inundaban el mercado con la venta de sus bonos y su prima de riesgo se disparaba (por encima de los 300 puntos básicos en el caso de Italia), lo que multiplicaría el coste de financiación y pondría en (más) apuros a sus economías.
El decepcionante papel de la UE
Sin embargo, es un dinero que difícilmente llegará a la economía real. Y la única actuación de la Unión Europea se saldó con un programa valorado en 25.000 millones de euros, que quedó incluso superado individualmente por algunas entidades financieras de la zona euro. En el caso de EEUU, el plan inicial de la Administración Trump sí pondrá dinero en manos de los ciudadanos.
La mitad del billón de dólares que anunció (y que el Senado norteamericano estudia ampliar a 2 billones) financiará un cheque de aproximadamente 1.000 dólares dirigido directamente a los bolsillos de los contribuyentes, para paliar el frenazo económico. Y también se aplazará el pago de impuestos, una medida similar a la acordada por Francia (en su plan de algo más de 300.000 millones de euros).
Alerta de la OCDE
En las últimas horas, la OCDE ha vuelto a alertar sobre la más que probable entrada en recesión de algunas de las grandes economías del mundo debido al frenazo de la actividad como consecuencia del avance del virus. Sus previsiones sobre un recorte a la mitad en el crecimiento global de 2020 comienzan a quedarse cortas. Su secretario general, el mexicano Ángel Gurría, habla desde hace algún tiempo de la necesidad de un nuevo Plan Marshall, que inyecte dinero real a la economía. Eso sí, teniendo en cuenta que ahora el problema está en todo el mundo, y no sólo en una determinada zona, como tras el fin de la II Guerra Mundial.
Por entonces, en un sistema de bloques y mucho menos globalizado, EEUU perseguía fines económicos y políticos. Entre los primeros, básicamente evitar que la depresión de uno de sus principales clientes, la vieja Europa, perdurara en el tiempo y penalizara sus propias finanzas; entre los segundos, impedir el avance del comunismo. Hoy en día, el sistema de vasos comunicantes es mucho más acusado y, por lo tanto, una inyección económica resultaría más efectiva. Pero antes de la llegada de la pandemia ya se hablaba de guerra, aunque en este caso comercial, de proteccionismo, de aranceles y de graves consecuencias para el crecimiento y el empleo. Un elemento más que complica mucho el acuerdo. Al contrario que entonces, ahora todos están destruidos.