La historia se podía repetir, y todavía nadie está en condiciones de descartarla del todo. La crisis del coronavirus, provocada primero por un shock de oferta que lleva a un shock de demanda, corre el riesgo de llevar a muchos países de la Unión Europea a una crisis de deuda. De nuevo, como en 2008, cuando países como España o Italia fueron duramente castigados por los inversores, con el temor de romper toda la zona euro. Y consciente de ello, y sabiendo que la pasada semana se actuó con excesiva prudencia, el BCE ha lanzado un auténtico bazuca de 750.000 millones de euros, con la conjura de no dejar caer a ningún país de la Unión Europea.
¿Cómo? La presidenta Christine Lagarde ha logrado impulsar un gigantesco fondo que tiene diferencias respecto a otras iniciativas en el pasado. Ahora podrá comprar deuda de diferentes países, sin atender al criterio de que fuera proporcional entre los distintos Estados, como apunta el economista y profesor de la UB Gonzalo Bernardos. Eso puede permitir a España lanzarse a ese plan que anunció el presidente Pedro Sánchez, que llegaría hasta los 200.000 millones de euros, con avales del Reino de España.
Baja la prima de riesgo
La cuestión es si ese fondo resolverá o podrá paliar en gran medida el parón de la economía española. Pero, en cualquier caso, ataja la posibilidad de que los mercados muerdan con la deuda española, y pueda provocar una dificultad fatal para financiarse. Prueba de la potencia del BCE fue que la prima de riesgo --ya no se hablaba de ella desde la crisis de 2008-- descendió de forma clara, después de un alza significativa en los últimos días.
Esa distancia en la prima de riesgo --la diferencia con el bono a diez años de Alemania, que es la referencia-- bajó hasta los 112 puntos, es decir, un 1,12% más que el bono alemán. Había subido hasta los 148, y este mismo jueves descendió hacia esa nueva referencia. En el caso de Italia, se pasó de los 268 hasta los 195. Son magnitudes que quedan lejos de los casi 600 puntos de España en 2012, antes de la intervención del entonces presidente del BCE, Mario Draghi, pero marcaban estos días una tendencia peligrosa.
¿Y un plan fiscal?
El catedrático de Economía y Finanzas de Cunef, Santiago Carbó, alaba la decisión del BCE, pero pide al Gobierno que concrete el paquete de ayudas anunciado, para que llegue “realmente” a las pequeñas y medianas empresas y a los autónomos. “Todo eso se debe redefinir muy bien para que sea operativo y tenga incidencia”.
En todo caso, queda un factor decisivo. La política del BCE está clara. Se juega, de nuevo, que toda la zona euro entre en ebullición, que los mercados jueguen su papel y que se desborden las finanzas de todos los Estados. Pero hace falta algo más, que Bernardos y Carbó reclaman: una implicación global.
Se aparcan las dudas iniciales
Según Carbó, “es necesario un compromiso global, de política fiscal”. Su temor es que haya distintas zonas en todo el mundo a distinto ritmo. Y sin Estados Unidos implicado, con un plan fiscal ambicioso, difícilmente se podrá salir del auténtico terremoto mundial que ha significado ya la crisis del coronavirus.
La decisión del BCE es lo que pedía Antón Costas, expresidente del Círculo de Economía, que no podía entender que eso no sucediera casi de inmediato. La reacción ha sido rápida, pese a las dudas iniciales de la pasada semana. Se ha interiorizado el temor, el peligro a que volvamos a la misma situación que en 2008. El euro, esta vez, no peligra, O se tiene la intención de que no sufra otra vez. Pero todo dependerá de la duración del parón económico.
Repartir dinero a los ciudadanos
La cuestión ahora es saber cómo actuará el BCE con ese auténtico helicóptero monetario. El Tesoro de España ya colocó 5.040 millones de euros de deuda con los nuevos tipos, tras la intervención del Banco Central Europeo. El hecho, sin embargo, es que la institución europea compra la deuda que está en circulación entre los inversores privados, y a la espera de las decisiones de los bancos, a quienes el Gobierno español ha pedido las ayudas.
Según Bernardos, los Estados “deberían repartir los recursos entre los ciudadanos que formen parte de la población activa, al margen del subsidio de paro y de las ayudas a las empresas”, En cualquier caso, los principales dirigentes europeos respiraron este jueves un poco más tranquilos, pese a la gravedad de la situación: desde Pedro Sánchez a Emmanuel Macron o el italiano Giuseppe Conte, o el también italiano David Sassoli, presidente del Parlamento Europeo.